Irresponsable pasividad, confusión de prioridades, cortinas de humo, ocurrencias y más privilegios para las grandes constructoras

Cuando el gobierno se distrae ocupándose de dar más vueltas de tuerca a la laicización del estado, en ahondar en la memoria histórica, etc., cuestiones aplazables que no son prioritarias ni urgentes para los españoles, debería darse cuenta de que si no afrontamos ya la crisis, hasta el más ateo va a buscar una iglesia para rezar y encender velas y que para muchas familias su vivienda puede acabar por formar parte de su memoria histórica.

Que alguien le explique a nuestro presidente que es muy inoportuno exhibirse ahora en Cuatro escalando el pico Llambrión mientras los españoles nos vemos cada vez más hundidos en la sima de la crisis.
En este país, gobierne quien gobierne, nadie le quita la soberanía a la banca, porque todos los partidos políticos sin excepción están en deuda con bancos y cajas y los partidos, como deudores morosos, tienen mucho que agradecerles por su trato de favor. Pero es imprescindible que la banca se implique en la solución porque representa una parte fundamental del problema y dejarla al margen sólo va a conseguir que pueda seguir saboteando otras medidas.

Habrá quien simplifique que esta crisis la han traído los socialistas del mismo modo habrá quien simplifique que la crisis es la consecuencia necesaria de un modelo económico ladrillodependiente que propiciaron las administraciones del PP. Probablemente serán las mismas personas que si mañana nos anunciaran que vamos a colisionar con un cometa o que vamos a ser abducidos por un agujero negro -evitaré la tentación de hacer humor negro con el sambenito de gafe de nuestro presidente- culparían a los mismos que han culpado siempre de todos los males de la humanidad.

Leo en los foros quien hace simplificaciones más disparatadas y deja que la crisis saque lo peor de ellos para culpar a los inmigrantes de todos nuestros males cuando a los únicos a los que cabría culpar es a quienes engañaron a los inmigrantes con cantos de sirena sobre una tierra de oportunidades que se ha convertido en una tierra yerma que les da la espalda y a quienes nos engañaron a los españoles asegurándonos que los inmigrantes serían el salvavidas de nuestras pensiones. El tiempo nos ha demostrado que ni los inmigrantes pueden ser nuestro salvavidas ni nosotros el suyo. La crisis nos ha hecho naufragar a todos juntos, sin salvavidas y a merced de la voracidad devoradora de la banca, gritando a los indolentes políticos que nos socorran desde su crucero por aguas tranquilas y alejadas de la realidad social desde el que parece que no nos pueden oír porque están enzarzados en sus discursos electoralistas. Si nos siguen ignorando, el resultado será que muchos inmigrantes volverán a su país peor que vinieron mientras muchos españoles estarán condenados a la pérdida de su empleo y de su casa –y aún confiemos que en un inesperado cambio de tornas no nos veamos obligados a buscar fortuna fuera de nuestras fronteras-.

La realidad de la crisis.

La crisis es una realidad aplastante y la gravedad de su alcance es una evidencia incontestable. Ya son muchos los analistas que están de acuerdo en que afrontamos la mayor crisis de las últimas siete décadas. Una crisis de esta magnitud no hay forma de esconderla debajo de la alfombra.

La crisis de nuestra economía es la manifestación en nuestro país de la crisis internacional originada por variables perversas como las hipotecas subprime, la crisis energética, el encarecimiento de los alimentos, la subida del euríbor en la zona euro, etc., estragos que nos vienen de fuera de nuestras fronteras y de los que, al menos por esta vez, no podemos culpar directamente a nuestra clase política nacional.

Teníamos razones para no alarmarnos: nuestro país afrontaba la crisis internacional con unas cuentas públicas y con un sistema bancario más sanos que en otros países de nuestro entorno, todo lo cual nos debería permitir salvar la crisis en un tiempo más corto y superarla con muchos menos daños y secuelas. Incluso a día de hoy nuestro Ministro de Economía nos sigue asegurando que estamos blindados con estas fortalezas, argumentos que a los ciudadanos no nos tranquilizan mientras sufrimos como la situación se nos agrava día a día. Será que no tenemos un máster en macroeconomía.

La salud de las cuentas públicas de la que presume el ministro no se habría conseguido sin el crecimiento económico sostenido durante los años en los que la construcción era el principal motor de nuestra economía en un modelo económico que tenía sus ventajas evidentes (crecimiento, empleo, saneamiento de las cuentas públicas, etc.), pero que también tenía debilidades y vulnerabilidades que ahora están quedando al descubierto y que serían las mismas debilidades y vulnerabilidades de cualquier modelo económico demasiado dependiente de un sector económico, poco importa si ese sector es construcción, industria, agricultura o servicios.

El primer sector en el que se ha manifestado la crisis es en el de la construcción. La continua expansión que el sector registró durante años hizo que muchas empresas se envalentonaran hasta despegar los pies del suelo y echar a volar mientras la banca les dio alas al brindarles todas las facilidades de financiación, y es que la banca no iba a perder la oportunidad de participar de esta bonanza. Las empresas llegaron así a endeudarse hasta extremos en los que ya no había vuelta atrás y donde cualquier revés iba a hacer desmoronarse toda su realidad. Lo que no se imaginaban es que este revés se lo iba a dar la propia banca cuando les cerró el grifo de su financiación y, para terminar la faena, les remató al restringir la concesión de hipotecas para la compra de viviendas provocando el desplome de las ventas.

Con el sector motor de nuestra economía en caída libre, la crisis no tardó en extenderse al resto de la economía, de manera que ya no nos enfrentamos a una crisis sectorial, una crisis de liquidez bancaria o una crisis inmobiliaria, sino que la crisis generalizada ya está haciendo mella en todos los sectores de la economía: comercios, hostelería, automoción, etc.

La banca desempeña un papel clave en esta crisis. Los expertos coinciden en que la verdadera naturaleza de la crisis en la falta de liquidez bancaria. La banca, para proteger sus ratios de morosidad y, en ciertos casos, para afrontar su falta de liquidez, comenzó a restringir la concesión de financiación a las familias para la compra de viviendas a la vez que rehuía mantener la financiación a los promotores que sabían que ya no iban a poder vender viviendas. Así comenzó la caída en picado del sector inmobiliario. Por eso, ninguna salida de la crisis es posible si no participa la banca.

Mala gestión.

1º Negación.

El gobierno perdió un tiempo valiosísimo negando la crisis. La negó hasta donde pudo, cuando ya no podía negarla, se esforzó en restarle importancia y cuando ya no le era posible continuar minimizándola, ha acabado por reconocerla y hasta decir que poco puede hacer la administración para resolverla. En unos pocos meses hemos pasado del optimismo irresponsable al catastrofismo paralizante.

2º No intervención.

La primera reacción del Ministro de Economía fue anunciar precisamente la no reacción, la no intervención, que el ministro justificaba declarando que los propios mecanismos de mercado acabarían por hacer los ajustes necesarios para la salida de la crisis. Pero, ¿es que no importa a qué precio para las empresas y para las familias, señor ministro?

Entretanto, gobierno y sindicatos nos aseguraban que la industria absorbería los puestos de trabajo que se estaban perdiendo en la construcción. Por desgracia, la industria no sólo no está absorbiendo a los parados de la construcción, sino que también está cayendo y destruyendo empleo arrastrada por la crisis, lo que pone de manifiesto que nuestra industria a día de hoy no está preparada para sustituir a la construcción como motor de nuestra economía.

3º Medidas insuficientes, torpes y a largo plazo que sólo benefician a las grandes constructoras.

La primera tentativa del gobierno, su apuesta por las viviendas VPO como paliativo para la construcción, tuvo mejor voluntad que acierto. Pronto el gobierno, los promotores, los empleados y las familias cuya economía depende del sector de la construcción vimos como todas las esperanzas del sector se vieron frustradas porque la banca ni siquiera está dispuesta a financiar VPO. Con independencia del papel de la banca en este sabotaje, parece sensato preguntarse qué sentido tiene que habiendo más de dos millones de viviendas vacías la administración intente ayudar al sector invirtiendo 300 millones de euros en comprar suelo para que se promuevan nuevas viviendas VPO en lugar de destinarlos a ayudar a que las familias –aplicando los mismos criterios sociales que se emplean para asignar las VPO- puedan acceder a viviendas que ya están terminadas y que los promotores no tienen forma de vender.

Las dos nuevas medidas recientemente anunciadas por nuestro presidente en el congreso sólo han sido bien vistas por el lobby de las grandes constructoras cuya patronal preside precisamente quien hasta hace bien poco era el director de la Oficina Económica de la Moncloa.

La apuesta por el alquiler –aquí no niego la buena voluntad, sólo denuncio la torpeza-, es un despropósito aún mayor que la apuesta por las VPO. La búsqueda de un paliativo en las VPO podía tener alguna probabilidad de éxito y muchos promotores creyeron en ella hasta que de nuevo toparon con la banca. La apuesta por el alquiler es distinta, porque ya nace precondenada al fracaso. En el mercado de alquiler hay ya cientos de miles de viviendas vacías, y muchas de ellas son viviendas de obra nueva que los promotores, ante la imposibilidad de venderlas, están ofreciendo en alquiler para intentar minorar sus pérdidas. Teniendo en cuenta que la morosidad en el pago de las rentas de alquileres es muy elevada ya en estos momentos, francamente no sé quién va a poder permitirse pagar puntualmente su alquiler si esto no cambia y mucho. Ofrecer créditos para promover viviendas a cambio del compromiso de que esas viviendas se destinen a alquiler es regalarle a los promotores un caramelo envenenado. E insisto, no entiendo qué sentido tiene destinar las ayudas a promover nuevas viviendas cuando ya tenemos más de dos millones de viviendas vacías.

La entrada de los Reit, sociedades de inversión inmobiliaria que cotizan en bolsa y prácticamente no pagan impuesto de sociedades (un 1% en lugar del 32%), difícilmente vaya a ayudar a obtener financiación a los pequeños y medianos promotores, así que sólo será una ayuda para las grandes constructoras del lobby presidido por Taguas. Como en política es ingenuo creer en las casualidades, a nadie se le escapa que esta medida tiene mucho que ver con que el presidente de su patronal, David Taguas, haya sido hasta hace bien poco el ex director de la Oficina Económica de la Moncloa. Por cierto, que en plena crisis, el gobierno que llama a la austeridad autorizó a que Taguas pueda seguir cobrando un 80% de su sueldo público además de su otro sueldo de más de 300.000 euros anuales de la patronal de las grandes constructoras. Esto sí es progresismo, nadie puede poner en duda lo mucho que ha debido progresar el patrimonio de David Taguas. Está claro que la política es para forrarse, ya lo reconoció Zaplana. Quizás José Blanco se refería a sí mismo y a su amigo Taguas cuando nos decía que ahora los españoles vivimos mejor que nunca.

Irresponsable confusión de prioridades.

No es el momento de buscar votos. Cualquier intento de sacar rédito político a la crisis es despreciable, venga del partido que venga.

No es tiempo de buscar culpables. Todos los esfuerzos propagandísticos de los partidos para culpar a su oponente político no nos resuelven nada. En este momento los ciudadanos que padecemos la crisis queremos soluciones, no análisis y mucho menos lecturas partidistas. Lo único que exigimos es poder trabajar y que no sea de balde, ser capaces de llegar a fin de mes y no tener dificultades para pagar nuestro alquiler o hipoteca. Ya llegará el momento de analizar las causas, de buscar las responsabilidades y de que las urnas den cuenta de todo ello, pero el momento no es este.

No es momento de política cosmética. Nuestro gobierno no puede dedicar tiempo ni esfuerzos a desarrollar una propaganda defensiva a base de eufemismos y juegos de palabras o de darle vueltas a los números. No sólo es necesario reconocer la crisis sino que hay que estar muy pendientes de hasta dónde está calando en la economía de las empresas y de las familias. Cuando José Blanco dice que los españoles vivimos ahora mejor que nunca está insultando a la ciudadanía. Con su experiencia en propaganda, debería saber que un eslogan como el viejo “España va bien”, podrá caer mejor o peor en tiempos de bonanza, pero un mensaje así nunca se perdona en tiempos de crisis. Claro que Pepe Blanco no tiene problemas con la crisis porque es cierto que él nunca ha vivido mejor, ni tiene problemas con la banca porque a su partido el Santander, La Caixa y algunas cajas andaluzas le consienten la morosidad y hasta le condonan la deuda, ni mucho menos con la vivienda, porque muy pronto le van a entregar su ático de lujo en Arosa en un edificio que burla la Ley de Costas con una interpretación a medida de un vecino tan ilustre.

No es tiempo de demagogia. No se puede vender política social a un país azotado por el desempleo, la presión de las hipotecas y los altos precios de productos básicos como los alimentos y el carburante.

No es tiempo de cortinas de humo. La prioridad de la inmensa mayoría de los ciudadanos es la crisis y cuando el gobierno se distrae ocupándose de dar más vueltas de tuerca a la laicización del estado, en ahondar en la memoria histórica, etc., cuestiones aplazables que no son prioritarias ni urgentes para los españoles, debería darse cuenta de que si no afrontamos ya la crisis, hasta el más ateo va a buscar una iglesia para rezar y encender velas y que para muchas familias su vivienda puede acabar por formar parte de su memoria histórica.

No es tiempo de promesas de dudoso cumplimiento. Todos los responsables de economía de los países miembros de la Unión Europea confiesan estar sorprendidos por el alcance de la crisis. A todas luces, parece imprudente y temerario que nuestro gobierno se permita hacer promesas -por mucho que a todos nos guste que nos regalen los oídos- que probablemente acaben incumplidas por falta de presupuesto. Por lo pronto, el gobierno ya se ha visto obligado a desdecirse, por falta de presupuesto, en su promesa de alcanzar el próximo año un nuevo modelo de financiación local.

No es momento para despilfarros. Esto tiene que ser así para todas las administraciones del estado, desde la administración central hasta las corporaciones locales, las gobierne quien las gobierne. Fue todo un despropósito cuando hace apenas unos meses engordamos la administración con más ministerios y tantos altos cargos, porque ese engendro propagandístico nos lo va a poner ahora mucho más difícil. Apenas Pepe Blanco anunciaba el compromiso de austeridad de su partido, Chaves regalaba 300.000 euros a UGT y CCOO para una campaña de “sensibilización medioambiental”, que debe ser su nombre en clave para referirse a la complacencia y buen ambiente sindical.

No es momento para juegos. Perder el tiempo en exhibirse es una provocación a los ciudadanos. Por favor, que alguien le explique a nuestro presidente que es muy inoportuno exhibirse ahora en Cuatro escalando el pico Llambrión mientras los españoles nos vemos cada vez más hundidos en la sima de la crisis. ¡Los atletas que se ha perdido Pekín –las olimpiadas de la vergüenza- entre Aznar y Zapatero!. Prefiero que nuestro presidente canalice su vigorexia en poner en forma nuestra economía.

Soluciones: intervención sin complejos y política con mayúsculas.

Es necesaria la política con mayúsculas. Es el momento para las soluciones y la clase política comprenda que los ciudadanos les estamos exigiendo a los políticos que dejen a un lado el electoralismo y hagan política con mayúsculas, porque la sociedad no les va a perdonar una actuación irresponsable en un momento tan grave. La clase política siempre ha estado desprestigiada y esa es una realidad social tan evidente como que los promotores inmobiliarios no despiertan simpatías. Ahora los políticos tienen una oportunidad única de ganarse por una vez su sueldo y demostrarnos que aún podemos confiar en ellos. Además, ejecutivo y legistalivo nunca han tenido el listón tan bajo con un poder judicial –el único poder en el que aún creíamos los españoles- cada día más desprestigiado por sus propios escándalos, que van más allá del colapso judicial al que nos han condenado los políticos.

Es necesario concentrarse en tres objetivos conectados entre sí: construcción, empleo e hipotecas. El peso del sector de la construcción lo convierte en el peor lastre para la economía cuando se encuentra en crisis, pero a su vez en el mejor motor para conducirnos a la recuperación cuando se vuelve a poner en marcha ¿Y qué mejor oportunidad de hacer política social de la de verdad que aplicarse a la creación de empleo y auxiliar a las familias hipotecadas? Ya tenemos una referencia en Europa: con muy buen criterio económico y social, el gobierno laborista del Reino Unido tomó medidas en esta línea, medidas eficaces que salían al rescate de la construcción –y de todos los empleos en juego- y de las familias hipotecadas más afectadas por la crisis.

Es necesaria la implicación de la banca. Ya se nos puede quitar a todos de la cabeza la idea ingenua de que los políticos, como representantes de la soberanía popular, se pueden permitir presionar a la banca para que se involucre en la vuelta a la recuperación. En este país, gobierne quien gobierne, nadie le quita la soberanía a la banca, porque todos los partidos políticos sin excepción están en deuda con bancos y cajas y los partidos, como deudores morosos, tienen mucho que agradecerles por su trato de favor. Pero es imprescindible que la banca se implique en la solución porque representa una parte fundamental del problema y dejarla al margen sólo va a conseguir que pueda seguir saboteando otras medidas.

Es necesario actuar de forma valiente y llegar hasta el final. Siempre preferiré un gobierno que actúe atendiendo a los problemas reales de los ciudadanos a una administración indolente que no reaccione por intenso que sea el clamor social. Si el gobierno tiene que salir al rescate de las cajas de ahorros para facilitar el acceso a la financiación a las familias que quieran comprar viviendas y a la refinanciación de las familias más endeudadas, aplaudiré la medida. Si el gobierno tiene que salir al rescate de las promotoras y comprarles viviendas para ponerlas en alquiler o revenderlas como VPO, aplaudiré la medida. Miraré más allá de lo injusto que me pueda parecer el daño colateral de dar satisfacción a los administradores y principales accionistas de la banca y las grandes constructor, y es que ciertamente, es muy injusto privatizar los beneficios y nacionalizar las pérdidas, pero todo en esta crisis dista mucho de ser justo y, tal como está el patio, la intervención es el mal menor. Si hace falta, que reúnan a un comité de sabios –pero sin los intereses creados de siempre- y si a los sabios no se les ocurre nada, que convoquen a un comité de genios, pero es necesario y es muy urgente reactivar de la economía con medidas valientes y de mayor alcance para salvar del desempleo y la ruina a muchas familias. Y eso sí es política social con mayúsculas. Lo demás, palabras vacías que no pagan hipotecas ni alquileres.

▲ Foto (Efe): Zapatero y Botín

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