Revolución ciudadana pacífica YA. Renovación de todas las instituciones

Mayo del 68

Soy antidemócrata.

Estoy orgulloso de no ser un demócrata conformista como María Antonia Iglesias y Enric Sopena. De no ser como los que pretenden hacernos ver que denunciar o simplemente abrir el debate de la más que evidente corrupción de la democracia es ser antidemócrata.

Estoy muy orgulloso de mantener vivo mi espíritu crítico. No pierdo de vista que la democracia es sólo la menos mala de todas las fórmulas políticas y que es más corruptible en cuanto menos participativa y más representativa. Esa representatividad es el poder del que abusan los partidos para convertir la democracia en partitocracia, un gobierno al servicio de los intereses de los partidos y no de las verdaderas necesidades de los ciudadanos.

Precisamente por eso soy capaz de advertir que con la actual partitocracia tenemos casi el mismo nivel de soberanía popular que en la etapa menos dura de la dictadura franquista o el que hay actualmente en las farsas de democracia de Venezuela, Rusia, etc., o sea, ninguno.

Ahora los intocables y los privilegiados son otros: banqueros, jueces, sindicalistas, cineastas, SGAE, etc. y los reprimidos también son otros, los parias entre los parias olvidados por el régimen: los mileuristas, los autónomos, los parados y los hipotecados cada vez más cerca del desahucio y de los comedores de Cáritas.

Llamar democracia a nuestro sistema es no sólamente engañar a los sufridos ciudadanos, sino además insultar a aquella parte de su inteligencia que aún está virgen y limpia de adoctrinamiento, allí donde reside el espíritu crítico y el inconformismo.

El régimen que vivimos, que sufrimos y que padecemos no se puede llamar democracia, sino bancacracia, cleptocracia o en el mejor de los casos una partitocracia en la que los partidos prostituyen al mejor postor el poder que la soberanía popular sólo les ha prestado.

Soy un miserable.

Para mí representa todo un honor que me llamen “miserable” como nos han llamado a todos a quienes por la cuenta que nos trae procuramos ser realistas ante la tragedia nacional que tenemos encima y advertir que lo peor está por llegar.

Y es todo un honor porque los que así nos intentan descalificar son precisamente aquellos sinvergüenzas que con su negacionismo, su irresponsabilidad, su imprudencia, su ineptitud y su negligencia están perpetuando esta crisis que los demás, la inmensa mayoría de la sociedad, todos menos políticos, banqueros, miembros de la SGAE y pericantes, sufrimos.

Si por advertir que esto se va a parecer cada vez más a Zambia nos hemos ganado la calificación de miserables, ¿cómo tendríamos entonces que calificar a quienes nos han engañado y nos siguen engañando contando que todo sigue de Champions League mientras nuestra economía ya hiede?

Quizás fue otro lapsus como el de “follar” y en lugar “de la Champions League” quiso decir “de libro Guinness”, porque nadie duda hoy que la cola del paro, la destrucción de empresas, el colapso de los juzgados por EREs y procedimientos concursales, los desahucios de familias hipotecadas y la asistencia a los desbordados comedores de Cáritas sí son todas de Guinness o del libro negro de la historia de nuestra economía.

Y mientras, nos atrevemos a pedir una silla para ir a dar lecciones de economía al G-20. Damos lecciones y denunciamos a los paraísos fiscales después de haber echado mano de las arcas públicas para darle hasta 50.000 millones precisamente a la banca que saca el máximo provecho de esos paraísos fiscales con banqueros como Botín que se han librado milagrosamente del banquillo al tiempo que milagrosamente aumentaban los ingresos por conferencias del juez Garzón que desestimó el caso.

Y encima no sabemos a dónde a ido a parar ese dinero dado a la banca. Sólo sabemos a dónde no ha ido a parar: a financiar a pymes y familias.

Señor Presidente: los banqueros amigos de los paraísos fiscales y habituados a jugar al borde de la ilegalidad y a cruzar esa línea una y otra vez te roban la cartera llenita de dinero público y te vas a darle al G-20 clases de educación para la ciudadanía internacional contra los paraísos fiscales.

Arregla primero tu país, que la economía de tu país vale más que un millón de fotos con Obama. Ya tendrás tiempo de suplicar una silla y hacerte la foto.

Pero tienen razón, soy un miserable, es verdad, soy más miserable que antes de esta legislatura. Y no sólo yo, todo el país tiene mucha más miseria que antes de esta legislatura. Somos miserables, cada vez más, pero a la fuerza.

Soy antipatriota.

La exhaltación de las patrias, los himnos y las banderas sólo conduce a tensiones, conflictos y guerras. Son el lado oscuro de algo tan noble como el amor a la propia tierra.

Me vanaglorio de que me llamen antipatriota los que nos mentían sobre la crisis precisamente por advertir sobre la tragedia que se nos venía encima.

Cuánto siento que los antipatriotas no nos hubiéramos equivocado advirtiendo sobre el alcance de la crisis que ahora vivimos en carne propia.

Cuánto siento que el irresponsable negacionismo de los patriotas haya perpetuado y agravado tanto la crisis que ellos no sufren.

Y todos sabemos que lo peor está por llegar. Las prestaciones por desempleo se van acabando y la banca va a tirar por la borda los ahorros de varias generaciones, generaciones cuya principal y casi única fórmula de ahorro era separar cada mes dinero para pagar su hipoteca. Ahora la banca va a reventar el precio de la vivienda sacando al mercado a precio de saldo todas las viviendas que se adjudiquen de las familias que vayan desahuciando. La banca insaciable no se iba a conformar con habernos arrastrado a la ruina por su codicia y temeridad y ahora se tiene propuesto rematarnos.

Y ya tenemos bastante con nuestra economía doméstica como para pararnos a pensar cuentas públicas. Pero si lo hacemos, ¿Qué va a pasar con la Seguridad Social con esta descomunal caída de las cotizaciones y aumento de las prestaciones? ¿Y cómo se las va a arreglar la Hacienda Pública con los impuestos que no va a poder cobrar de sociedades en pérdidas o que sencillamente han tenido que cerrar? ¿Y con el IRPF de ciudadanos que antes tenían su empleo y hoy están en el paro?

Han hecho falta varias legislaturas socialistas más de las que preveía Alfonso Guerra para que a España no la conozca ni la madre que la parió. Faltaban las legislaturas de Zapatero, cuyo laicismo radical le debe venir de su resentimiento con ese Dios que él niega dolido porque sólo le dotó de agudeza en las cejas. Para presidir un país, no ha habido presidente más obtuso en nuestra democracia.

Soy antinacionalista.

Si el patriotismo exacerbado -no confundir con el amor y el arraigo a la propia tierra- me parece absurdo en este mundo globalizado, el nacionalismo me parece como mínimo más absurdo y anacrónico y sin ninguna duda mucho más insano porque nace, se alimenta y crece del odio. No tiene lugar en un mundo que la gente de bien queremos globalizado, incluso aunque podamos no estar de acuerdo en la forma como ha sido mal globalizado.

Los nacionalismos moderados son en la actualidad mucho más peligrosos que los patriotismos exacerbados.

Los nacionalismos comparten con los patriotismos su irracionalidad y sus peligros, pero son sobre todo un negocio muy rentable, un chollo y un pelotazo para los que los despiertan, los alientan y los promueven apelando a los instintos humanos más primitivos de territorialidad.

Soy anticonstitucional.

Este negocio tan boyante de los nacionalismos es también uno de los grandes fallos de nuestra constitución. Si hay que revisarla, revisémosla para asegurarnos de que un partido con 10 votos nunca tenga más poder que un partido con 100 votos.

El juego de los partidos bisagra vicia lo más importante de la democracia, la soberanía popular, desde el momento en que 10 votos dan más poder que 100 votos.

Una vez viciado el sistema y dejado rodar cuesta abajo, a ver quién es ahora el valiente que le pone el cascabel al gato.

No creo en la justicia.

No creo en la justicia lenta, ineficaz y arbitraria de nuestros jueces.

Creo en una justicia ágil en las antípodas de la nuestra. Su lentitud no es sólo ineficacia, nos muestra la insensibilidad del Estado que nos debe dar amparo y nos descubre cómo el sistema nos da la espalda a los ciudadanos.

Mientras no se demuestre que las decisiones de los jurados son más arbitrarias que las de los jueces, creo en los jurados populares salvo en sitios donde no son posibles porque la libertad está amenazada o sencillamente no existe como en Euskadi.

Creo muy injusto que un pobre desgraciado tenga que echar mano de un abogado recién colegiado para hacer valer sus derechos frente a los abusos de una multinacional pertrechada con un equipo de abogados veteranos de un despacho de élite.

Creo injusto que las negligencias de los jueces las juzguen sus colegas. Cada día comprobamos que el corporativismo judicial, tan manifiesto como indecente, prevalece por encima de cualquier otro valor.

El penúltimo escándalo viene a ser que el juez que recibió dinero de Roca puede seguir ejerciendo como juez sin más.

También creo que los jueces deben ser discretos y llevar una vida discreta y ejemplar. Si no, acaba ocurriendo lo que hoy tenemos y que han conseguido ellos solitos, que la justicia esté tan desprestigiada como la política.

Entiendo la respuesta del constructor que se plantó a cobrar en la puerta de la casa de un promotor al que Concha García Campoy le preguntaba desde su programa por qué no recurre a los juzgados –como hizo su copresentador Gonzalito MIró cuando le sacó 300.000 euros a Telecinco-. El constructor le respondió que para cuando él consiguiera una sentencia firme dentro de tres o cuatro años que le permitiera cobrar, él ya habría perdido su empresa y él y sus trabajadores ya habrían perdido sus casas hipotecadas y lo poco que tienen. Y que no le quedaba dinero para pagar abogados. Además, para entonces el deudor se habría declarado insolvente. Verdades como puños que ilustran bien la indefensión en la que nos deja nuestro sistema de injusticia.

La justicia es para los poderosos. Como Gonzalito Miró que le sacó 300.000 euros a la cadena del telecirco y luego va por ahí poniendo carita de pena mientras entrevista para Concha García Campoy a familias desahuciadas por la banca que se han visto obligadas a mudarse debajo de un puente.

No tengo piedad.

Rechazo frontalmente la pena de muerte. Pero me niego a que las calles se llenen de peligrosos reincidentes, aunque ello les suponga la cadena perpetua revisable.

No estoy con los acomplejados, estoy con las víctimas. Estoy con los padres de Marta del Castillo, de Miriam, de Mari Luz, de Sandra Palo, de Maores, con todas las víctimas del terrorismo y un largo etcétera de decepcionados por nuestras leyes y nuestra administración de justicia.

Nuestra democracia tiene tantos complejos que aquí nos preocupan más los verdugos que las víctimas.

Yo me niego a ser demócrata de esta democracia que favorece a los verdugos.

Nuestras leyes y nuestra administración de justicia han convertido este país en un paraíso para todos los delincuentes del mundo y en un infierno para los inocentes.

Narcos colombianos, capos italianos, mafias del Este y depredadores como Tony King que acuden y cruzan nuestras fronteras como Pedro por su casa.

Además, creo que un condenado tiene que trabajar para la comunidad y que tiene derecho a descansar y al ocio, pero no estar tan ocioso como para sacarse cinco carreras porque entonces la cárcel empieza a ser un privilegio en pensión completa que ya lo quisieran los inocentes que vienen en cayucos.

No creo en la cadena perpetua si no es con revisiones, pero sí que cualquier preso antes de salir tiene que ofrecer todas las garantías de no reincidencia y si hay un riesgo, por pequeño que sea, entonces que se le mantenga para siempre apartado de la sociedad, porque ese pequeño riesgo no es otra cosa que poner en peligro la vida de inocentes.

No creo en esta división de poderes.

Un juez estrella de la Audiencia Nacional que se presenta como candidato a presidirla y hace todo lo que conviene a los intereses del partido en el gobierno, un partido para el que en su día pidió el voto.

Persigue al dictador y asesino Pinochet, pero no a los dictadores de Cuba o Nicaragua, donde seguro que en sus cárceles también hay algún español preso político que justificarían instrucciones de sumarios.

En plena crisis le parece urgente destinar medios a desenterrar a las víctimas del frente nacional.

En plena crisis le parece urgente destinar medios a perseguir la vergüenza de Guantánamo.

Al final lo que tenemos es que nuestros impuestos le están pagando la carrera al estrellato a un juez, que no sólo deja de hacer aquello por lo que cobra de nuestros impuestos sino que además utiliza el cargo para forjarse una carrera hacia la fama. ¿A cuánto la conferencia, Señor Garzón? ¿Cuánto le ha subido el caché desde que ha encausado a Guantánamo? ¿Lo va a hacer en sus horas libres o en horas de trabajo pagadas con los impuestos de los españoles? ¿Paga otra vez alguna fundación del Santander que preside el banquero del régimen cuya demanda en contra usted desestimó?

No hace falta ser un juez corrupto para ser un juez inmoral. Al final casi ganan el mismo sobresueldo.

No creo en nuestro libre mercado.

Dios nos libre del comunismo, incapaz de generar riqueza y muy eficaz para distribuir miseria, pero el sistema de libre mercado nos ha demostrado que no podemos creer en él a pies juntillas.

Libre mercado, pero muy vigilado porque no es de fiar y se vicia fácilmente.

En definitiva el libre mercado es a la economía lo que la democracia a la política, sólo la menos mala de las fórmulas. Pero ambas son fórmulas que hay que vigilar muy estrechamente para que no se corrompan.

Igual que a la democracia la corrompen los partidos, al libre mercado lo corrompen la banca y las grandes corporaciones.

No creo en nuestras instituciones.

No creo en los sindicatos que parasitan de las arcas públicas y son más o menos complacientes con los gobiernos en función de las dádivas recibidas.

Fuera ya la basura sindical y que el Estado utilice otras fórmulas para informar a los trabajadores de sus derechos y proteger sus intereses.

Ya está bien de que a los trabajadores los representen los que menos trabajan y que se forren por ello con los impuestos de todos los españoles.

En otro blog leí que los sindicatos están muy callados ahora porque una vez alguien les debió decir que está feo hablar con la boca llena. ¡A las mariscadas!

No me gusta esta humanidad.

Un perro se juega la vida cruzando la autopista para salvar a otro perro atropellado.

Las víctimas de un coche accidentado no reciben ayuda porque los testigos están muy ocupados fotografiando y grabando la escena.

Farruquito celebra una boda por todo lo alto después de arrollar y dar muerte a una persona.

Disfrutamos con el sufrimiento ajeno. Somos la única especie capaz de disfrutar con el sufrimiento de nuestra propia especie y, por supuesto, con el sufrimiento de los animales.

Todos somos cómplices con nuestro silencio del genocidio del hambre que se cobra un niño cada cuatro segundos mientras nuestros líderes mundiales se llenan la barriga en el G-20, Genocidio-20.

Ninguna otra especie hace daño gratuito a otras especies. Pero mucho menos a su propia especie.

El hombre no es un lobo para el hombre, el hombre es un hijo de puta para el hombre.


La situación es tan grave y el desprestigio de las instituciones tan alarmante que ya no me conformo con un cambio de gobierno, pido una renovación de todas las instituciones útiles y una purga de todas las inútiles y parásitas, que haberlas hay muchas, públicas y privadas: autonomías, sindicatos, SGAE, etc.

Una revolución con una ambición sin límites ni conformismos.

¿Dónde está el espíritu de mayo del 68? ¿No cabe en esta sociedad adoctrinada, anestesiada y aborregada?

No nos vale un gesto, necesitamos una sacudida.

Por una renovación de la democracia y de las instituciones, revolución ciudadana pacífica YA.

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