La ministra de igual-da descubre una nueva forma de vida. El exterminio feminazi

Yo nunca había tenido una opinión absoluta sobre el aborto. Aunque de forma instintiva, de corazón, mi rechazo era frontal, siempre he procurado no juzgar ni mucho menos prejuzgar situaciones de las que no conocía todas las circunstancias. Siempre me ha repugnado la actitud de las personas maniqueas y simplistas capaces de predicar que todo lo que le pase a un drogadicto le está bien merecido por vicioso o que una prostituta no puede ser una mujer más digna que muchas de las de misa diaria ni un indigente una persona más ejemplar que un banquero del Forbes.
Este discurso maniqueo lo presencié el otro día en una tertulia televisiva en la que un periodista muy comprometido con el gobierno, tanto que cuando un compañero advirtió que la Ministra de Igualdad era medio analfabeta aquél saltó con vehemencia en su defensa diciendo que él no le iba a consentir ese comentario, como si atacaran a su mismísima madre. Al parecer está muy bien enseñado y sabe cuidar de la mano que le da de comer.

La decisión de Sophie.

Este periodista tan posicionado con el gobierno dijo que entre la vida de la madre y la del hijo, él se posicionaba con la vida de la madre. Visto así, parece algo tan dramático como el dilema de la película “La Decisión de Sophie” en que una madre en Auschwitz tiene que elegir entre la vida de uno de sus hijos o la del otro. Pero es que esta tragedia de tener que elegir entre la vida de la madre y la del hijo no nato no se presenta más que en casos contadísimos.
Reconozco que yo no me siento con autoridad moral para decidir entre la vida de la madre y la del hijo no nato como tampoco me podría definir en el caso de La Decisión de Sophie, pero, diablos, menuda demagogia, que no son éstos ni por asomo los casos frecuentes que nos cuestionamos cuando abordamos la frivolización del aborto libre.
Vive y deja asesinar.
Siguiendo con la demagogia este periodista salió con otra gilipollez, casi tan manida como aquél burdo planteamiento que postula que todo lo que es legal es justo y ético. Decía así: “Si no estás de acuerdo con el aborto, pues no abortes y si una mujer quiere abortar, pues que aborte". Sólo se me ocurrió pensar que el mismo discurso se podría aplicar si una madre decidiera matar a su hijo ya nacido porque el hijo sufriera cualquier minusvalía, porque no le hubiera salido guapo, porque no le rindiera en los estudios o porque no se comiera la sopa.
Los que no estuviéramos de acuerdo con asesinar a hijos por estas razones, nos tendríamos que conformar con no asesinar a nuestros hijos, pero tendríamos que dejar que esa madre “exigente” asesinara a su hijo.
Es el colmo de la demagogia progresista.
Casi como dijo el padre de Marta del Castillo, después de ver que tanto PSOE como IU se oponían a la propuesta del PP de endurecer las penas y que el juez dejaba libre a uno de los sospechosos: "Al final la culpa la va a tener Marta". Pues sí, en este país de esperpento, al final la culpa la acaban teniendo las víctimas.
En mi caso si nunca me había definido sobre el aborto desde luego no ha sido porque la crueldad me resultara indiferente. Muy al contrario, me costaba definirme porque me venían a la cabeza demasiados casos de padres drogadictos, alcohólicos o degradados que traen al mundo niños que están condenados a ser maltratados directamente por sus propios padres o que van a ser vejados y violados en orfanatos de países donde la vida de un niño importa nada, como en China, en Rusia, etc. Tengo un amigo que en verano suele traerse niños de orfanatos rusos para que tengan unas vacaciones dignas y cuando a veces ha compartido conmigo y con mi mujer las historias de estos niños en sus orfanatos, acaba por herir nuestra sensibilidad.
Siempre me ha parecido un disparate que la comunidad internacional consienta a que estos países que tienen orfanatos sin ningún control, orfanatos donde arrancan brutalmente la inocencia a los niños, trafiquen con ellos inventando excusas burocráticas para rentabilizar al máximo su negocio de exportación de niños de orfanato.
He oído directamente de familias que han querido adoptar niños que hasta han llegado a ser chantajeadas por los responsables de los orfanatos que les amenazaban con que si no se les pagaba más dinero bajo cuerda no podían garantizar la integridad física y ni siquiera la vida del niño o niña a entregar en adopción, o hablando claro, que si no les pagaban lo que les fueran pidiendo vejarían, torturarían, violarían y hasta matarían de hambre al niño que ya habían conocido en su primera visita al orfanato y al que ya habían tomado cariño.
Por todo ésto me costaba definirme sobre el aborto. No por indiferencia ni mucho menos por insensibilidad, sino por no saber qué era más cruel en estos casos extremos, que desde luego, distan mucho de ser los casos habituales que nos encontraremos en nuestro país.
Aquí, lo tengo claro, si una madre quiere abortar porque piensa que, por sus circunstancias extremadamente difíciles, la vida de su hijo o hija va a ser un infierno, estoy seguro de que se ofrecerían más de una docena de órdenes religiosas a las que si se les permitiera se harían cargo encantadas de cuidar de esos niños sin ningún temor ni recelo a someterse a inspecciones estrictas y rigurosas de los servicios sociales de la administración para evitar cualquier irregularidad como las que hemos conocido que ocurrieron hace décadas en Irlanda. Lo que aquí se hiciera bajo estas premisas no tendría nada que ver con los orfanatos irlandeses y mucho menos con los chinos o rusos.
Pero reconozco que cuando vi por primera vez la foto que exhibo en cabecera de este post me quedé absolutamente impresionado. Se me acabaron los dilemas de la razón, se me acabaron las dudas. En ese momento mi corazón y mi razón me decían a la vez y de forma inequívoca y contudente: “Esto es un asesinato, una canallada”.
A partir de ahí me parece canalla un gobierno que hace proselitismo del aborto libre. Y me parece no ya un despropósito, sino una aberración que le pongan una calle en Sevilla a Pilar Bardem siendo apologista como es del asesinato libre.
Me pregunto que ha hecho Sevilla para merecer un gobierno del Frente Popular PSOE-IU que niega dinero a los comedores sociales y se lo gasta en celebrar la revolución cubana. ¡Que es Sevilla, una de las grandes capitales del mundo, baluarte de la cultura, que no es una aldea de la España profunda! ¿Qué está pasando en este país de esperpento?
La festiva rueda de prensa celebrando el asesinato libre.
Tuve ocasión de ver la rueda de prensa de la Ministra Aído con la Vicepresidenta Chicken Little de la Vogue anunciando la modificación de la Ley del Aborto. Me pareció una indecencia el ambiente de celebración y casi festivo y me pareció una obscenidad sus risas celebrando la institución del asesinato libre.
Legalizado o no, el aborto, es, incluso para quienes optan por él, un drama o como mínimo una experiencia traumática absolutamente incompatible con este bochornoso ambiente de fiesta y celebración. Pero, en fin, se trata de miembras de un gobierno de bochorno.
Un ministerio inútil contra la violencia de género.
Lo de España es surrealista. En medio de la peor crisis que muchos hemos conocido, tenemos un enésimo ministerio, el Ministerio de Igual-da, con un presupuesto millonario y ponemos al frente a una chica de cuota y padrino que no tiene en su CV ni formación ni experiencia para organizar y administrar siquiera un quiosco de pipas.
El inútil Ministerio de Igual-da no ha conseguido reducir la violencia de género. Todos los que tenemos un poquito de sentido común nos decíamos que para reducir la violencia de género no hacía falta un nuevo ministerio, sino sencillamente poner más empeño legislativo, judicial y policial, mejorar mucho la coordinación y educar de forma distinta a como estamos educando a los jóvenes.
Porque si no cambiamos la forma de educar, maleducar o no educar, a los jóvenes tendremos violencia de género, tendremos agresiones de jóvenes a jóvenes en los institutos, tendremos agresiones de jóvenes a sus propios padres y hermanos en las familias y asistiremos cada vez a más casos de crueldad extrema como los asesinatos de Maores, Sandra Palo o Marta del Castillo.
Portátiles para grabar palizas en los institutos.
Eso sí, gracias a las ocurrentes propuestas de ZP, los jóvenes podrán utilizar los ordenadores portátiles pagados con tus impuestos y los míos para subrir los vídeos de agresiones que ahora ya graban con sus teléfonos móviles. Y los de la kaleborroka podrán aprender antes en Internet a montar bombas para ingresar en ETA. Y los que ya no dan un palo al agua en los estudios podrían pasarse el día chateando mientras papá paga el ADSL.
No es una ocurrencia de ZP, es una cretinada presidencial.
Señor Presidente, si le preocupa la educación de nuestros hijos, abandone el debate baldío asignatura de religión vs. educación para la ciudadanía, déjese de portátiles e invierta ese dinero de nuestros impuestos en aumentar la calidad de la educación, cuestiónese el disparate que significa pasar de curso con 4 suspensos, implante la educación bilingüe inglés-castellano, trilingüe en las comunidades con lengua propia, y trabaje un poco por sacarnos de la ruina en la que nos está perpetuando para que uno mismo pueda comprarle el portátil a su hijo, que lo que queremos es poder ganarnos la vida dignamente y no que nos tomen el pelo con limosnas que encima salen de nuestros impuestos.
El Ministerio y las feminazis insensibles con la esclavitud sexual.
El Ministerio de Igual-da ha puesto todo su esfuerzo en sacar adelante una revisión radical de la Ley del Aborto que no responde en absoluto a una demanda social generalizada, y mucho menos ahora que todo el país está pendiente de los 5 millones de parados reales, sino a una exigencia de las insaciables feminazis.
Se me ocurren mil cosas, además de la violencia de género, en las que se podría emplear este inútil ministerio y no lo hace. Pero una me llama especialmente la atención porque parece que tanto la ministra como las feminazis son insensibles a este crimen y prefieren mirar para otro lado. Me refiero al tráfico de seres humanos. A la esclavitud en pleno siglo XXI y en un país que se presume democrático perteneciente al mundo civilizado de Occidente, al menos hasta hace poco, porque ahora cada vez nos parecemos más a las repúblicas bananeras amigas del gobierno. Además, cada vez estamos más lejos de Europa, tanto políticamente con la radicalización de nuestro gobierno como económicamente con la ruina que este gobierno está perpetuando y agravando. Me refiero a la prostitución forzada.
¿A alguien le cabe en la cabeza que para el Ministerio y las feminazis sea más importante seguir dando vueltas de tuerca al asesinato libre que es el aborto y no se haga ningún esfuerzo significativo en acabar con la esclavitud sexual que es la prostitución forzada?
Sobre la prostitución tengo una posición clara. Es esclavitud. Me duele cuando unas pocas mujeres dedicadas a la prostitución de lujo dicen que les gusta su trabajo. Es frivolizar con algo muy grave y los medios no deberían darle pábulo, por morbosamente atractivo que resulte para su audiencia. Me duele cuando he oído a algunas mujeres atacar con vehemencia a las prostitutas, librando de toda culpa a sus clientes, pobrecitos ellos que no saben lo que hacen y las putas se aprovechan de su inocencia. Menuda moral la de estas mujeres machistas.
Una de las personas a las que más he querido en mi vida fue un tío mío. Murió de SIDA y yo dejé mis estudios para cuidar de él desde que se lo diagnosticaron hasta su muerte. Lo mucho que le quise y que le quiero está fuera de toda cuestión. Cuando él empezó muy jovencito a trabajar como viajante, a menudo las ventas se cerraban o se celebraban en burdeles y no sólo en la España profunda. Él trabajaba mucho y muy lejos de su familia y de su hogar. Su madre había muerto cuando él era muy joven y, según cuenta mi madre, su única hermana, a mi tío le afectó tanto que llegó a estar un tiempo sin poder articular palabra. En su dura agonía del SIDA, cuando aún podía expresarse, me confesó lo mucho que se arrepentía de no haber formado una familia. Él siempre decía a sus amigos que recurría a la prostitución porque no tenía tiempo para formar una familia. Incluso llegó a convivir un tiempo con alguna prostituta. Cuando alguna chica que no se dedicaba a la prostitución, demostraba algún interés por él, él le advertía para no crear falsas expectativas que su trabajo no le dejaba tiempo para una relación estable. Recuerdo que tuvo la hombría de, cuando le diagnosticaron su enfermedad, llamar a las chicas con las que recordaba que se había acostado para advertirlas y recomendarles que también se hicieran las pruebas del SIDA. Bien, todo ésto lo digo porque, por mucho que yo quiera y eche de menos a mi tío y por mucho que yo lo admire casi con devoción en muchas otras facetas de su vida, yo no podría nunca justificar ni frivolizar el hecho de que fuera cliente habitual de la prostitución.
Detrás de la prostitución siempre se esconde un drama y una tragedia y sus clientes son verdaderos cómplices de esclavitud. Culpar a las prostitutas porque se acuestan con padres de familia es de un cinismo repugnante y cuando quien arremete contra ellas es una mujer, entonces es, además, de un machismo perverso.
España tiene el infame título de haberse convertido en el paraíso de las mafias de la prostitución de Europa.
¿Qué hace la Ministra de Igualdad al respecto? Nada que dé resultados.
¿Cuándo se han manifestado la Bardem y las feminazis al respecto? Jamás.
Se ve que las feminazis son bastante tolerantes con la esclavitud sexual femenina.
Su prioridad es seguir dando vueltas de tuerca al aborto libre.
Soy católico y derecha cavernaria. De lo que se entera uno.
Sobre el aborto, ZP dijo en mitin que la derecha quería imponer su moral. Qué pesadito está este hombre con su discurso maniqueo y peligrosamente guerracivilista derecha vs. izquierda, católicos vs. laicos, azules vs. rojos. Vaya, señor Zapatero, ahora resulta que soy de derechas y católico. De lo que se entera uno a los 40 años. Gracias por informarme de lo que ni siquiera yo sabía.
Empezaré por decir que no soy católico, aunque soy religioso porque me siento religado al resto de los seres con los que comparto esta existencia y estoy firmemente convencido de que cada vez que uno hace daño a otros seres, se inflige también daño a sí mismo del mismo modo que cuando uno hace bien a sus semejantes, se está haciendo bien a sí mismo.
Además, creo en el personaje revolucionario, pero revolucionario de verdad, no como los revolucionarios bananeros con vocación de tiranos, de Jesús de Nazaret y creo en su mensaje, tanto es así que para mi hijo elegí el nombre de Cristian después de leer de cabo a rabo varios libros de significados de nombres.
Creo que puedo ser razonablemente objetivo con la Iglesia Católica, porque ni soy católico ni soy laicista fundamentalista.
De la Iglesia Católica no comparto su antropocentrismo, su jerarquía, el papel secundario de la mujer, etc. No me gusta que se le dé más importancia a la eutanasia de Eluana que al genocidio de los 4 niños muertos cada segundo en África. Pero el hecho de que yo no sea católico no me convierte en anticatólico. Porque tengo claro que la Iglesia en general no hace mal a nadie y sí hace mucho bien. Crees en ella o no crees y si no crees no va a condicionar en nada tu vida. A diferencia de muchos ateos anticatólicos, yo que ni soy ateo ni soy anticatólico no me casé por la Iglesia ni bauticé a mi hijo ni va a hacer la comunión, aunque quiero que estudie las religiones como quien estudia las corrientes filosóficas porque eso le dará más sabiduría y le hará más libre. Además, creamos o no en la Iglesia, ahora en España todos estamos obligados a reconocer el mucho bien que la Iglesia está haciendo en estos tiempos auxiliando a los desfavorecidos a los que el gobierno da la espalda. Es algo que no se nos puede olvidar ahora que Cáritas está haciendo más por los hambrientos que nuestro gobierno. Leí en el blog de Natalia Pastor que el ayuntamiento de “Frente Popular” de Sevilla, formado por la coalición de PSOE e IU, negó dinero a comedores sociales gestionados por la Iglesia y en cambio se gastó 12.000 euros en celebrar la revolución cubana. Esa es la solidaridad progresista. Esa es la igualdad de la que alardea López Aguilar.
También soy políticamente libre e independiente. Yo no sé ni a qué color del arco político pertenezco. Por si alguien quiere ayudarme a que me aclare, ya le digo que se lo agradezco mucho, pero que no lo necesito. Que no tengo ningún interés en ser etiquetado.
Además, creo que yo estaría fuera del arco político como un antisistema, pero a mi aire, porque acepto y cada vez estoy más convencido de las teorías conspiranoicas sobre el poder a la sombra del Club de Bildelberg, la Comisión Trilateral y las del movimiento Zeitgeist, con lo cual estoy seguro de que en este circo los partidos y los líderes políticos sólo son títeres del poder en la sombra de las grandes corporaciones y las grandes fortunas internacionales.
Conspiranoias aparte, ideológicamente no me identifico con la derecha, quizás porque asocio, y cada vez soy más consciente de que me equivoco en esta percepción, la derecha con el capitalismo salvaje y tengo muy claro que el libre mercado, siendo el menos malo de todos los sistemas económicos, está sobrado de vicios y de injusticias, con lo cual tiene que estar siempre muy controladito para que no ocurra lo que ha acabado ocurriendo mientras todos los políticos miraban para otro lado.
En los últimos años hemos podido comprobar que la defensa del libre mercado, incluso en su versión libérrima y libertina que es el capitalismo salvaje no es monopolio de la derecha. Que en esta legislatura el PSOE se ha erigido en el partido de los banqueros y que mientras da la espalda a trabajadores, a parados, a pymes y a autónomos, defiende a capa y espada a la banca, a las grandes constructoras, a las eléctricas y a otras grandes corporaciones.
Me siento incapaz de votar a la izquierda del PSOE porque ya me miente en cada una de sus siglas. Y eso antes de que nos volviera a traer la ruína y radicalizara posturas resucitando el guerracivilismo. No me gusta ser antialgo porque eso es en sí mismo algo negativo, pero como las circunstancias son excepcionales, me he dado permiso para ser antisocialista contra el socialismo de ZP. Sólo por esta vez aceptaré que ser negativo contra algo negativo, puede ser positivo.
Todo lo que se vende como izquierda sé que es una gran mentira porque los anticapitalistas son los primeros que sienten un orgasmo cuando abrazan los beneficios del capital y la buena vida y, desde luego, se sienten irresistiblemente atraídos por abrazarlos y empezar a acumular billetes debajo del colchón.
El comunismo, ni hablar, que además de lo dicho hasta aquí, tenemos recientes del siglo XX los ejemplos trágicamente reales que nos han proporcionado la historia y los pocos regímenes actuales que se empeñan en seguir en pie en pleno siglo XXI para tragedia de sus oprimidos y hambrientos ciudadanos. El comunismo en todas sus formas nos ha demostrado que además de pisotear sin miramientos ni remordimientos los derechos humanos, es incapaz de generar riqueza salvo en los bolsillos de los burócratas del partido y los generales.
Por eso me cuesta votar y cuando voto lo hago por puro sentido práctico, voto a quien considero que puede ser el menos malo de los gestores de la economía.
Por mi desconfianza hacia la clase política en general, he votado en pocas ocasiones y, aunque no siempre he votado al mismo partido, sí que puedo decir que nunca he votado al PSOE que con González institucionalizó la corrupción y que en cuanto ha vuelto a tener ocasión de gobernar con ZP ha institucionalizado la mentira.
Tampoco he votado ni votaré a una IU tan anacrónica como peligrosamente desconectada de la realidad.
Para los maniqueos que no entienden que uno pueda ser socialista sin creer en el PSOE y ser progresista sin ser de izquierdas y ser de centro y votar ocasionalmente al PP, creo que ésto me convierte en derecha cavernaria, aunque en ese caso no sé con cual de los clichés del último vídeo del PSOE para la campaña de las europeas quedarme. Reconozco que el vídeo me ha creado un serio problema de identidad.
Y pensar que yo era crítico con Aznar. Que no me gustaban sus formas y su actitud prepotente desde que empezó el flirteo con Bush.
Ahora, con mucha más perspectiva, me gustaría poder decirle en justicia a Aznar:
“Te equivocaste con la guerra, te equivocaste con el boato de la boda de tu hija, te equivocaste con tu actitud soberbia en los últimos meses y te equivocaste, sobre todo, al elegir sucesor, pero te estoy muy agradecido por los años de prosperidad que nos diste a los españoles y que pesan mucho más en la balanza que la suma de tus errores. Saca a tu mujer de la política porque no es Hillary, desempolva a tu equipo ganador y vuelve a nosotros para rescatarnos de esta ruina”.
Lamentablemente, este PP no me inspira en absoluto la confianza del PP de Aznar. Mientras el PSOE saca otra vez a pasear al doberman, este PP blandito y melifluo sólo rehúye, ni esquiva ni golpea. No entiendo nada y estoy muy desalentado con este masoquismo político del PP de Rajoy.
El mismo PSOE del GAL y el principal y único beneficiario del sospechoso 11M, ha conseguido que con 5 millones de parados reales las europeas estén en empate técnico mientras el debate político y social se centra en unos trajes de Camps.








Y si han conseguido ésto no es porque el PSOE sea hábil, es que el PP con Rajoy es tan inepto para hacer oposición como el PSOE para gobernar. Hace tiempo que desde el entorno del PP sólo oigo hablar claro y con aplomo a Esperanza Aguirre y a Aznar desde su retiro.
La entrevista a Aznar. Hablando en plata.
Recientemente entrevistaron a Aznar en Antena 3. Preguntado sobre el aborto, no se mordió la lengua para decir que en qué cabeza cabe que con más de 4 millones de parados oficiales la prioridad del gobierno esté en el dar más vueltas de tuerca a la legalización del aborto.
Y, coincidiendo con las pretensiones de CiU, pretensiones a las que parece que inicialmente iban a acceder los socialistas antes de que ZP dejara a CiU en la cuneta por miedo a perder el amor de los sindicatos, Aznar tuvo la valentía de decir que con más de 4 millones de parados oficiales es obligado, por antipopular que pueda resultar, plantearse seriamente una reforma laboral. Pero para los solicarios socialistas prima la popularidad del gobierno sobre la tragedia de los 5 millones de parados reales.
Cualquier parado prefiere que lo contraten aun sabiendo que su despido le va a resultar más barato a su empresa que seguir condenado al paro porque el empleador no puede asumir en la actual situación arriesgarse a contratar a nuevos empleados pensando en el coste de su posible despido.
Pero claro, ni el gobierno gobierna para los parados ni los sindicatos defienden a los parados. Los parados están tan solos como lo estamos los autónomos. Los sindicatos sólo defienden a los funcionarios y a los empleados con larga antigüedad porque los parados no pueden pagar sus cuotas y el resto del dinero se lo regala este gobierno sí o sí con sólo mantenerse callados y complacientes.
Esta es la igualdad social de la que se le llena la boca a López Aguilar. Todos igual de pobres menos los privilegiados que se arriman al gobierno.
La Ministra que aprendió biología en el gimnasio de la Obregón.
Cuando los médicos ya estaban bien molestos con la irresponsabilidad con la que se invitaba a las jóvenes a barra libre de pastis sin prescripción médica, la ministra bloguera remata la faena diciendo que un feto es un ser, pero no es un ser humano provocando todo tipo de repulsa de la comunidad científica. Que cada científico como ciudadano estará a favor o en contra de la despenalización del aborto, pero como científico no puede admitir disparates. Hasta el hermanísimo ministro Gabilondo, compartiendo ideario con la ministra de cuota, dijo que necesitaría más de una hora para definir qué es un feto. Pero es que esta ministra es una lumbrera, va por delante de cualquier científico.
Sé valiente, colega bloguera, sé valiente ministra ya que ZP asegura en sus mítines que la valentía es monopolio del PSOE como la cobardía es monopolio del PP y di que es cierto que el feto es un ser humano, pero que a ti te trae sin cuidado, que para eso tu ministerio es el de igual-da.
¿Qué voy a decir que no se haya dicho ya en todos los blogs de la blogocosa? Me limito a resumir con palabras propias la idea que más ha llamado mi atención:
Los nazis justificaban el exterminio de los judíos asegurando que los judíos eran una especie, pero no una especie humana.
Ahora las feminazis justifican el exterminio de los bebés no natos asegurando que el feto es un ser, pero no un ser humano.
Me pregunto yo si esta analfabeta nombrada ministra aprendió biología con Ana Obregón en el gimnasio. Y mis respetos a los analfabetos. Uno de mis tatarabuelos no sabía leer, pero no lo hicieron ministro. Y tuvo el mérito de conseguir educar a sus hijos para que mi bisabuelo pudiera hacerse un buen abogado y entrar en política con el partido reformista. Se ve que entonces en política sí que pedían formación.
Lo que más me asusta es que veo que en pleno siglo XXI nos estamos acercando peligrosamente a las posiciones y a las políticas propias de los regímenes totalitarios que convirtieron el siglo XX en un siglo de terror.
Ya tenemos gobiernos del Frente Popular; ya ondean más que nunca las banderas republicanas; ya tenemos las pintadas invitando a quemar iglesias "la única iglesia que ilumina es la que arde"; ya tenemos administraciones públicas que utilizan dinero del erario para hacer apología de las dictaduras marxistas; ya tenemos el absoluto desprecio por la vida humana y la justificación del asesinato y el exterminio; ya tenemos un partido en el gobierno que resucita el guerracivilismo y las dos españas e intenta enfrentar en campaña a una españa vs. la otra, que es la que no piensa como ellos; ya tenemos la ruina económica como caldo de cultivo de posiciones extremas; ...
Prepara las maletas para escapar del caos. Yo ya estoy en ello.
Lo último de la Aído. Abortar es como “ponerse tetas”.
Cuando ya tenía casi acabado el post, habla la ministra en Cuatro y compara el aborto con “ponerse tetas”.
Todos hemos oído un chiste malo en el que hablaban dos amigos muy brutos y uno le decía a otro “Oye, ¿y a tí cómo te gustan las mujeres? “-A mí, con muchas tetas” y el primero sentenciaba “A mí sólo con dos, pero bien grandes”.
Pues la ministra ha encarnado al paleto del chiste con lo de “ponerse tetas”. Al parecer, ha descubierto que hay chicas de 16 años que no tienen senos. Serán chicas Kyle XY, pero en lugar de faltarles el ombligo les faltan los pechos.
Ministra de igual-da, digo yo que será aumento de mamas o en todo caso aumento de tetas, pero no ponerse tetas, que eso suena a Dr. Mengele.
Pero lo más grave es que la ministra compare el aborto con una intervención para el aumento de mamas. Aunque, visto que para ella el feto es un ser no humano, por lo que al parecer ella solita ha descubierto una nueva especie de vida y a partir de ahora le van a llover reconocimientos y premios de la comunidad científica, lo raro es que no acabara comparando el crimen del aborto con grabarse un tatuaje, hacerse un piercing o teñirse el pelo de azul.
¡Qué penita!
¡Qué lástima que mi hijo no tenga un padrino como el Chaves, lo que me iba a ahorrar en estudios y lo que iba a presumir con un hijo ministro!

Institucionalización de la mentira, condena a la ruina y resurrección del guerracivilismo

La TribuNo entiendo nada de nada. Estamos asistiendo y siendo víctimas de la debacle económica más trágica y generalizada que he conocido en mis casi 40 años. Somos testigos de un gobierno que miente sin ningún tipo de rubor de forma deliberada y casi compulsiva sabiendo que cada dato económico va a poner en evidencia sus mentiras.

Pero al gobierno le es indiferente, sabe que hay más de diez millones de españoles que creerán esas mentiras mucho antes que a los datos económicos reales, objetivos e inequívocos. A ellos no les importa cuál sea la fuente, todos los datos e indicadores económicos mienten. Sólo nuestro gobierno sabe la verdad y la comparte con su electorado. Como en el chiste, en esta autopista del caos todos los datos e indicadores económicos nos conducen en sentido contrario menos las previsiones del gobierno. Sospecho que igual que la historia del chiste fuera del chiste no puede terminar bien, la historia de las mentiras del gobierno también terminará en tragedia para los sufridos ciudadanos.

Sinceramente, yo al principio pensaba que ZP era un señor con más tirón electoral que ese señor gris, si no oscuro, ese tal Rajoy, y hasta me gustaba aquella mentira del talante que reconozco que casi me llegué a creer, subrayo el “casi”. No obstante, haciendo una excepción en mi mala costumbre de abstenerme, aquél 13M voté y voté a quien creía el mejor equipo gestor, porque si algo tengo claro es que con la economía no se juega. Pero ganó otro y pronto tuve oportunidad de darme cuenta de que ZP era un tonto peligroso que nos había resultado absolutamente torpe, negado e incapaz de gobernar las vacas gordas heredadas y que nos hundiría en la miseria en cuanto esas vacas flaquearan.

Hasta Sarkozy ha caído ya en la cuenta y ha calado bien a nuestro presidente mientras los españoles estamos más pendientes de comparar los glúteos de Estado de su señora con los patrios de la princesa consorte de Asturias. Qué más nos da. Si no son para nosotros. ¿O es que alguien pensaba que iba a poder pellizcarlos en un test de firmeza?

Ahora, para desgracia mía y de todos los españoles menos la élite favorecida por el régimen (banqueros, grandes constructoras, artistas que colaboraron en campaña, etc.) y los felices y prósperos pericantes y casas de empeño, he comprobado que ZP además de ser torpe, negado e incapaz, es un sinvergüenza y un desalmado capaz de mentir en lo más sagrado que los ciudadanos le confían a su gobiernos, que es su economía, y de mentir sabiendo que miente y de mentir sin rubor sabiendo que sus mentiras van a quedar en evidencia con los datos económicos.

Y lo que más asusta de todo ésto es que los ciudadanos, nuestros sufridos compañeros de tragedia, encajan todos los golpes sin protestar. Reconozco que esta resignación primero me deja perplejo y luego me resulta escalofriante. Por mucho menos que ésto en cualquier país de tradición democrática los ciudadanos saldrían a las calles a manifestarse. Pero aquí nos han adoctrinado en la resignación, nos tragamos obedientes esa patraña de que la crisis es global y no se puede hacer nada. Si realmente así fuera, debería ser lo mismo tener gobierno que no tenerlo. Y lo que nos ahorraríamos no teniéndolo.

Pero aquí más de diez millones de españoles no tienen capacidad de discernimiento para distinguir entre el hecho incontestable de que la crisis es global y la realidad no menos evidente de que la ineficacia de nuestro gobierno la ha agravado y perpetuado en nuestro país. Algunos indicadores económicos, como la caída del consumo eléctrico, ya nos ponen al nivel de Rumanía y otros, como la tasa de paro, al nivel de Irak, y eso si tomamos los datos oficiales que rebajan en 1 millón de ciudadanos el número de parados.

5 millones de parados reales y aún se atreven a hablar de bienestar social y a retomar su viejo discurso de que viene el coco advirtiendo que la derecha recortaría ese bienestar social.

¿Dónde está ese bienestar social? ¿En el mobiliario del despacho de Touriño? ¿En su 4º coche? ¿En la reforma de lujo del piso de Bermejo? ¿En el ático de Pepiño en Arosa burlando la Ley de Costas? ¿En las empresas de los hermanos de Cháves que reciben subvenciones sin cumplir el requisito de estar al día con la Seguridad Social? ¿En la cúpula encargada a Barceló por hacer campaña? ¿En las tapas tuneadas de los inodoros de la Moncloaca?

Ahora sí que ZP, que siempre ve el lado positivo, puede sacar pecho para decir que de la globalidad del mundo global, porque la crisis es global como se nos ha repetido hasta hartarnos, somos la Champions League en destrucción de empleo. 8 de cada 10 empleos destruidos en Europa se destruye en España. Por fin ZP ha conseguido que seamos líderes en algo. Él que iba tan sobrado que nos aseguraba que pronto alcanzaríamos las economías italiana y francesa. Claro, que la culpa de la crisis la tiene Aznar como ahora dice ZP en sus últimos mítines.

Y hasta le creerán. Habrá sectas con mensajes más coherentes. El PSOE laicista es ya casi una religión, todo lo que no cuadra con la realidad se lo creen a pies juntillas como si fuera dogma de fe. ¿Dónde está el espíritu crítico de la izquierda? Ah, si no son izquierda, que son el partido de los banqueros.

Me preocupa y me produce estupor la sufrida resignación de la sociedad civil, el hecho de que no es que no se convoquen multitudinarias huelgas o manifestaciones organizadas ni tampoco grandes protestas espontáneas, es que ni siquiera se aprecia un cambio significativo en la intención de voto. ¿Dónde está la machacada sociedad civil?

Estamos asistiendo al escalofriante suicidio de la ciudadanía como legítima soberana en democracia.

La sociedad civil está anestesiada, resignada, manipulable y calladita. Y es que así es como nos quiere este socialismo de la era ZP. Y sólo en conseguir eso son eficientes.

Mejor cuanto más políticamente analfabetos y embrutecidos. Así su maquinaria de propaganda e intoxicación le puede seguir sacando el mejor rendimiento a las mentiras de su maquinaria de propaganda y a la resucitada crispación guerracivilista.

Ahora las juventudes socialistas quieren que se vote con 16 años. Qué duda cabe de que eso sólo beneficia a su partido.

Que me llamen reaccionario, pero de todo lo que está pasando mucha culpa la tienen los votos de cientos de miles de jóvenes desocupados incondicionales de la telemanipulación, la telecastración intelectual y la telelobotomía de Sardá, Boris y la Milá. Son niñatos inmaduros y malcriados que aún viven en casa de sus padres y que no tienen ninguna responsabilidad económica. Los jóvenes productivos, especie en vías de extinción, estén estudiando o trabajando, no tienen tiempo para Crónicas Marranas, Grandes Hermanos ni Buenafuentes. Y si lo tienen, seguro que lo invierten en alguna otra actividad que no agreda su higiene mental.

Que me llamen reaccionario, pero ningún ciudadano sin verdaderas responsabilidades económicas, es decir quien aún no trabaja, ni es un parado que busca activamente empleo ni es un ama de casa con las correspondientes cargas y responsabilidades familiares, debería participar en la elección de quién va a ser quien gestione durante 4 años la economía nacional que va a afectar directamente a la economía doméstica de los trabajadores, de los parados y de sus familias. Si no, acaba pasando lo que nos está pasando. Que la generación perdida del “Qué pasa, Neng?” muy bien programada desde la telepropaganda y después activada mediante un sospechoso 11M que pasará a la historia como nuestro equivalente al asesinato de Kennedy, ha conseguido que la economía de nuestro país la acabe gestionando un chikilicuatre.

En este escenario de esperpento, los sindicatos no se manifiestan contra el gobierno que malgestiona la crisis, ni siquiera contra la banca responsable de la crisis, se manifiestan ante las asambleas de las Comunidades Autónomas gobernadas por el partido que a nivel nacional es oposición y no tiene la responsabilidad de gobernar. Ya no se les puede ver más el plumero. Ya no pueden caer en mayor pérdida de credibilidad. Estaban al borde de la infamia y han dado un paso más.

Los sindicatos de ser sospechosos complacientes han pasado con su silencio a convertirse en claros cómplices de la tragedia nacional del paro y ahora empiezan a actuar de infantería del partido en el gobierno contra la oposición. La caballería debe ser el juez Garzón, multimillonario gracias a las conferencias pagadas por fundaciones como las del banquero del régimen, Emilio Botín, al que el juez estrella evitó la incomodidad de sentar su trasero en el frío banquillo cuando desestimó una demanda contra él. Justicia al estilo Garzón.

En nuestros juzgados la justicia no tiene una venda en los ojos, muy al contrario los tiene bien abiertos para poder distinguir a los amos de los siervos. Lo que sí tiene nuestra justicia es tapones en los oídos para no oír el clamor de los inocentes por una justicia que de verdad lo sea.

Y es que este gobierno ha conseguido desgastar a todas las instituciones: la justicia, desde la servicial Audiencia InterNacional despilfarrando presupuestos millonarios en causas perdidas que sólo sirven para aumentar el caché de sus jueces como conferenciantes mientras dejan en libertad a los piratas que nuestro ejército consiguió capturar, hasta los colegas del juez Tirado que se limitaron a castigarlo sin postre; los sindicatos parásitos, que después de ésta no deberían sobrevivir como institución hundida ella solita por el desprestigio o como mínimo debería adaptarse para financiarse sólo de las cuotas de sus afiliados y no de las dádivas del erario, dinero de tus impuestos y de los míos, con que algunos gobiernos compran su complacencia y su silencio cómplice; las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, totalmente sumidas en el desánimo con unas leyes y unos jueces ineficaces que les atan de pies y manos y arruinan su trabajo y encima recibiendo críticas hasta del Fiscal General del Estado de las que sólo se salvó la Guardia Civil y porque no le dieron oportunidad de manifestarse contra Rubalcaba; los medios manipulados y controlados, donde ya esperábamos la propaganda más burda y machacante, pero no sospechábamos que volvería hasta la censura; la enseñanza, donde el nazionalismo en cuestiones lingüísticas roza el disparate; etc. y mucho etc.

Únicamente se ha librado el ejército. Y sólo se ha librado del desgaste como institución, pero no de la humillación de ponerse a las órdenes de una ministra de defensa que lo único que sabe de defensa es la enconada defensa que ella hizo de Pepe Rubianes por aquello de “puta España”.

Y del agravamiento y la perpetuidad de la crisis y de todo éste desprestigio de la democracia y de todas las instituciones parece de sentido común culpar al gobierno, porque es quien gobierna. Si no viviéramos una tragedia, hasta tendría gracia cuando el gobierno se atreve a culpar a la oposición de no dar soluciones o cuando los sindicatos se manifiestan no contra el gobierno, ni siquiera contra los banqueros, sino contra la oposición en las comunidades autónomas que gobierna. Si quieren que la oposición gobierne el país, que gobierno y oposición se cambien los papeles. Una cosa tenemos segura: peor que los que hay no lo iban a hacer. Sencillamente, porque no es posible ni siquiera proponiéndoselo.

Por encima de todo ésto, no conviene que los ciudadanos olvidemos nunca que toda la clase política sin excepción miraba para otro lado mientras los banqueros hacían de las suyas arrastrando el mundo a la ruina.

Todos los partidos y los políticos miraban para otro lado y callaban mientras recibían préstamos para financiar sus campañas o qué se yo, mientras a los partidos se les trataba como clientes VIP aun siendo morosos reincidentes, se les perdonaba la morosidad, se les perdonaban intereses y hasta se les condonaba deuda. Prueba tú a pedirle a tu banco que te trate igual. Mejor no. Evítate el disgusto.

Es como lo que ahora hacen los sindicatos mirando para otro lado y callando, dando la espalda a 5 millones de parados mientras continúan recibiendo generosas dádivas del gobierno que les permiten seguir practicando turismo sexual en Cuba.

Y que no se nos olvide agradecérselo a la élite de intelectuales y artistas, élite por su multimillonario nivel de vida, que no por su talento, que hizo campaña para que saliera elegido quien nos ha sumido en la ruina. Le dieron un beso de Judas a la sociedad española. Y ahora disfrutan de sus 30 monedas de plata, que con la inflación son cifras multimillonarias, mientras los pobres se disputan alimentos caducados en los contenedores de basura. Calle Pilar Bardem, Auditorio Miguel Bosé, Aeropuerto Sardá, Biblioteca Ramoncín, …

Pero también la oposición tiene mucha culpa, no de la perpetuidad y del agravamiento de la crisis a su paso por nuestro país, que eso es mérito exclusivo de este gobierno, sino de la falta de motivación de la ciudadanía. Esta oposición no entusiasma. Rajoy tiene tanto carisma como el empollón más friki de la clase.

Rajoy, Cospedal, Soraya y el resto del equipo de los flojitos y pusilánimes siguen empeñados en hacer una oposición blandita que no nos merecemos los ciudadanos que estamos sufriendo en propias carnes la crisis más dura de las últimas décadas. Esto desmotiva al más pintado.

Muchos de los que le confíen o le confiemos el voto a los populares más impopulares que nunca no lo haremos por ilusión, lo haremos por miedo a ir aún a peor, votaremos por el mal menor, por sacar de la Moncloaca a quien se vendió como socialista y ha gobernado de espaldas a los ciudadanos sólo para los banqueros, las eléctricas, las grandes constructoras del lobby presidido su antiguo consejero David Taguas, los artistas e intelectuales afines al régimen y la infame SGAE y los lobbys más radicales como los laicistas fundamentalistas capaces de demandar a un colegio por la presencia de un crucifijo, las feminazis, aquellos radicales heterófobos dentro del colectivo gay que han conseguido que la discriminación positiva sea una realidad en muchas profesiones, etc.

Entretanto, el Partido Popular retira el carné de militancia a los imputados en el caso Correa, pero no sus actas de diputados. Nadie en el PP, salvo Esperanza Aguirre, es capaz de decir bien alto que el caso Correa comparado con Filesa es como comparar un piso patera con el ático “sorprendentemente” legal de Pepiño en Arosa. No porque los ciudadanos no estemos hartos de que los partidos jueguen con la corrupción al “Pues tú más”, la corrupción es corrupción y da el mismo asco venga de donde venga. Y para decepción de los que militan en los partidos y les son incondicionales, siento decepcionarles, no hay ningún partido que haya gobernado que se libre de ella. Sólo se libra el que aún no ha gobernado y no ha tenido la oportunidad ni la tentación.

En la historia de nuestra democracia sí que existe un partido que una vez llegó a institucionalizar la corrupción. Y es el mismo partido que gobierna ahora, el mismo partido que con ZP y Blanco ahora también ha conseguido institucionalizar la mentira.

Imagino que sus incondicionales no querrán o no podrán apreciar que hay una diferencia abismal, no sólo cuantitativa, sino también cualitativa, entre los casos Filesa y Correa. En el caso Correa no hay todo un entramado a nivel de partido como en el caso Filesa, sino actos individuales de cuatro golfos, o media docena de ellos, como los hay en todos los partidos sin excepción. Si el Partido Popular quiere no sólo ser diferente, sino también parecerlo, tiene que retirarles cautelarmente el acta de diputados a los finalmente imputados hasta que tengan una sentencia favorable, si es que la llegan a tener. Y pedirle a los suyos no sólo honestidad, sino también austeridad. Que si uno no está contrahecho no necesita ir al sastre para comprar un chaleco lo pague Correa o lo pague su santa madre.

Resignación, apatía, indiferencia. Muy mal está la sociedad española. Vuelve Sardá, vuelve con Boris y la Milá, vuelve Operación Triunfo, aquello que un día fue un concurso musical para descubrir jóvenes promesas y hoy es un reality musical más casposo que nunca con el incalificable Ramoncín sentado en el jurado, el mismo Ramoncín que cargaba desde Crónicas Marranas contra ese mismo programa cuando aún se emitía en la Primera y el PP elogió los valores de esa primera generación OT. Ramoncín, perdón, Don José Ramón Julio Martínez Márquez, es de la misma madera que ZP, no le produce el menor rubor mentir o ser incoherente deliberadamente sabiendo que sus mentiras son públicas y que lo van a pillar, lo único importante es que sus mentiras les resulten rentables porque los discos de Ramoncín, como dijo Sabina, no se venden ni en el top manta. De hecho, en algunas gasolineras por cada lavado de coche te regalan un disco de Ramoncín. Y los conciertos mejor ni mentárselos porque para el público ya se habían convertido en campeonatos de tiro al pollo frito. Preocupado por su integridad física, por tener que volver a operarse la nariz, escapó por piernas de su cargo en la SGAE. Ahora la SindeCencia cuidará de la SGAE. Nos intentará colar muchas Mentiras y Gordas, título que podía ser uno de los lemas de estas legislaturas.

Qué bien le va a la élite del gremio, a los artistas del régimen. Mientras hay 5 millones de parados reales, los artistas del lobby no dan abasto. Ana Belén, después de cometer la indecencia de cobrar del ayuntamiento socialista de Toledo una pasta procedente del fondo solidario para ayuda al Tercer Mundo, anuncia cremas en televisión. Por favor, que eso es trampa, que esta señora no se puede arrugar, que tiene la cara de cemento armado. Miguel Bosé hace anuncios para una óptica. Miguelito, que resultarías más convincente en un anuncio contra la sordera. Tú de problemas de oído entiendes un rato.

En nuestra sociedad hay una miopía pandémica en alarma de nivel 6. Hay demasiados ciegos que no quieren ver y demasiados resignados. Esto decepciona, desanima y hasta produce escalofríos.

Que me llamen conspiranoico, pero el PSOE los quiere analfabetos. De eso se ocupa la telecaspa como la secuela de Crónicas Marranas que aparece muy oportunamente justo antes de las europeas. ¿Les funcionará igual que aquél 13M?

Y los quiere radicalizados, guerracivilistas. De eso se ocupa la telecrispación como La Noria. No siendo católico, pero tampoco anticatólico, me dan escalofríos leer los SMSs del público de La Noria dedicados a la Iglesia. Sospecho que si se hubieran podido mandar mensajes antes de la quema de conventos previa a la guerra civil, no habrían sido más explícitamente violentos. Y, como resultado de la telecrispación, ya se ven las primeras pintadas incitando a la quema de iglesias: “Arderéis como en el 36” o “La única iglesia que ilumina es la que arde”, etc.

Este oscuro empeño del gobierno en intentar resucitar la memoria histórica que de forma tan generosa los españoles decidimos enterrar cuando se firmó la Constitución, nos está devolviendo muy peligrosamente al escenario inmediatamente anterior a la Guerra Civil. Y esto nos debería poner a todos los pelos de punta. Y nos debería servir para descubrir la calaña de un gobierno al que le resulta rentable abrir la brecha de las dos españas.

Paradójicamente, la Iglesia Católica a través de Cáritas le está ahorrando un problema muy serio al gobierno. Basta preguntarnos qué ocurríría si Cáritas dejara de alimentar hambrientos. Sin duda muchos parias sin nada que perder habrían saltado a la calle y puesto en un brete al gobierno. Así que la Iglesia parece que pone la otra mejilla haciendo más por los desfavorecidos que todo el gobierno de la nación con sus tropecientos ministerios y asesores.

Cómo nos asusta a los pacíficos la radicalización. Si hay que calificar con dos atributos a este gobierno y no se nos permite utilizar tacos, tenemos que decir que este es el gobierno de la ruina y de la radicalización.

Si González institucionalizó la corrupción, ZP ha conseguido institucionalizar la mentira para condenarnos a la ruina y resucitar la crispación guerracivilista.

La radicalización le resulta muy rentable al gobierno. Mientras alimentas, remueves y diriges contra un enemigo, y como enemigo cualquiera vale, los instintos más bajos y primitivos del ser humano, mantienes distraídas a las masas sobre la realidad de la tragedia nacional. Chavez y Castro necesitan distraer el hambre de sus conciudadanos encendiéndolos contra el enemigo imperialista del Norte culpable de todos los males del mundo. ZP necesita a la Iglesia Católica.

Para el comunismo y el socialismo el enemigo a combatir era el capital. Para esta nueva progresía, que gobierna para el gran capital, para el partido de los banqueros, el enemigo tiene que ser otro, por ejemplo, la Iglesia y los “fachas”, adjetivo cajón de sastre donde cabemos todos aquellos que denunciamos las mentiras del gobierno. Somos su objetivo, el propio Pepiño, el pequeño Goebbles, tan demócrata él, dio las instrucciones a sus cachorros para atacar en la blogosfera, casi me siento importante, el otro día en un comentario me desearon “200 crisis y 2.000 pandemias”. Imagino que la ciberkaleborroka de Pepiño no tiene que preocuparse por las 200 crisis, que el partido cuida bien de los suyos, pero desear 2.000 pandemias al vecino da buena muestra de la talla mental del ciberhooligan.

Con toda esta propaganda, crispación, represión y censura ya nos vamos pareciendo más a los regímenes chavista y castrista. ¿Veremos a ZP cantar al estilo Chavez en el programa 59’’ igual que el eurocandidato socialista López Aguilar cantó con Miguel Ríos el “Yankees Go Home”?

No me extraña que Sarkozy dijera lo que dijo de la enanez intelectual de ZP ni que los demócratas americanos hayan manifestado su malestar con el hecho de que ZP insista una y otra vez en compararse con Obama. Pronto Mugabe pedirá que nadie le compare con ZP, que la comparación mancilla su reputación democrática.

Y en cuanto a la oposición, si no hace oposición, mejor dar paso a quien esté dispuest@ a ejercerla sin miedo ni complejos. A nadie se le escapa ya que Aznar eligió al peor sucesor de entre todos los posibles. ¡Maldito cuaderno azul!

… Y encima muere Antonio Vega. Malos Tiempos para la Lírica que dirían Golpes Bajos. Un brindis por ese chico triste y solitario. Que descanse en paz con la Chica de Ayer.

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La separación familiar. Orgasmo para miserables y carroñeros

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Importante advertencia para l@s cuatro confundid@s o rarit@s que tienen la extravagancia de leer mis posts y a l@s que les estoy muy agradecido por acompañarme en esta aventura:

Este no es un post, es la historia de un episodio de mi vida contada con mucha sinceridad, tal como la siento, y sin más objetividad que la justa porque encierra muchos sentimientos intensos. De hecho, queda en medio del blog como intentar encajar un póster de Penthouse en medio de un libro de texto de seminario.

Aquí cierro una trilogía de mis vivencias más dolorosas con bastante menos presupuesto –y talento- que El Padrino y mucho menos El Señor de Los Anillos, aunque aquí las vilezas son más viles porque la vida real es más dura que cualquier ficción. Por el bien de la humanidad, que bastantes males y amenazas tiene ya, espero no tener que contar muchas más historias de dolor. Será buena señal de que la vida me trata bien. Personalmente preferiría contar gamberradas y batallitas de la adolescencia, porque golfo también he sido muy golfo, pero que no tiemble la humanidad, que por ahora me las guardo para mí.

Si sirve como atenuante, cuando empecé a escribir lo que viene a continuación no tenía idea de que iba a extenderme ni siquiera una pequeña parte del ladrillo que he acabado escribiendo. Y es que cuando rascas y hurgas en los sentimientos, nunca sabes qué va a acabar saliendo. Si alguien que me quiera bien y sobre todo, tenga mucho tiempo, quiere leerlo, que se ponga a mano una caja de analgésicos, porque ni he sido breve ni el contenido es liviano. Lo siento, de verdad. Para mí es terapia, para quien lo lea puede ser motivo de jaqueca. Perdón y gracias.

Llevo dos años y medio sin saber de mis padres y siento que duele. Duele sobre todo porque lo que extraños han conseguido interponer entre mis padres y su hijo es una barrera hasta ahora insalvable.

Separar a unos padres de un hijo para propia satisfacción es de lo más ruin y miserable que un ser humano puede hacer. Hacerlo cuando los padres están mayores, con sus facultades mentales seriamente deterioradas y muy mal de salud, cuando están en esa acelerada cuenta atrás en la que cada día de su vida cuenta más que nunca, es de alimañas.

Sin embargo a mí me separaron de mis padres extraños que actuaron como alimañas y como carroñeros. Conmigo nunca habrían podido, de hecho, conmigo no han podido, yo sigo en pie y luchando por salir adelante en la vida. Pero sí han podido con mis padres, personas muy mayores, muy deterioradas y, sobre todo, completamente indefensas cuando se las consigue separar de las personas que velan por ellas. Es como cuando las hienas consiguen separar a un elefante enfermo de la protección de la manada, que me perdonen las hienas. La diferencia es que las hienas lo hacen por supervivencia y los miserables por el mórbido placer de intentar llenar su vacuidad vital y satisfacer su inmundicia de espíritu provocando dolor al prójimo.

Estas alimañas tuvieron la suerte de encontrar un aliado en quien siempre ha querido a mi madre como se quiere a una verdadera hija. Una buena mujer nonagenaria –sí, has leído bien, nonagenaria- que había desarrollado hacia mi madre un síndrome de Munchausen por poderes que la empujaba a inventarle enemigos de los que protegerla. No puedo juzgar a esta persona por su edad y porque reconozco su amor por mi madre, aunque se haya convertido en una pasión enfermiza. A pesar del daño que sin quererlo haya podido hacer al abrirle la puerta de casa de mis padres a personajes que no les quieren bien, procuraré siempre recordarla con el mismo amor que le he profesado en mi niñez y en mi adolescencia.

Esta anciana de buen corazón pero bastante confusa en su razón en estos últimos años, ha sido siempre una mujer fuerte, valiente y decidida. Ella y su hermana, hermanas de mi abuela, se esforzaron por cuidar a mi madre como lo habría hecho mi propia abuela cuando ésta murió dejando a mi madre huérfana con dieciséis años. Ella y su hermana nunca se casaron y se pasaron la vida cuidando con abnegación de su madre, mi bisabuela, durante varias décadas hasta que la buena mujer nos dejó. Años después le tocó cuidar también de su hermana mayor hasta que también falleció.

Después de la muerte de su hermana mayor y habiéndose pasado toda una vida cuidando de otras personas, le pudo parecer que su razón de existencia se desvanecía, se debió sentir perdida y encontró en mi madre a la persona a la que cuidar y proteger aunque para ello hubiera que inventarle enemigos entre las personas que la queríamos. Yo por ahora no he conseguido alcanzar la iluminación y creo que aún me queda un rato, así que aún puedo sentir rabia cuando recibo muestras de la maldad o la podredumbre de otras personas, pero no puedo sentir rabia cuando proceden de la enfermedad o la confusión y menos de una persona anciana.

Recuerdo cuando a mi madre la operaron por segunda vez de cáncer de mama y esta vez le extirparon una mama y tuvo que asistir varias veces a recibir quimioterapia. Ella la acompañó en todo momento. Mi padre también, él sin mi madre se siente perdido. Mi madre ha sido más su madre que su esposa, lástima que ese fuerte instinto materno que siempre ha demostrado por su marido no lo demostrara con la misma entrega por sus hijos. Yo no pude acompañarles, alguien tenía que trabajar en la familia y por entonces teníamos una empresa en venta. Pero mi tía cuidó con el máximo cariño de mi madre.

Después empezamos a preocuparnos porque mi tía, la llamo así aunque realmente es mi tía-abuela, no paraba de repetir delante de mi madre mensajes nada positivos: “Los médicos le han advertido que ya nunca se va a recuperar, que esto ya es para toda la vida”. Cuando yo oía estos despropósitos me subía por las paredes. A nadie se le escapa que comentarios así de negativos y agoreros repetidos una y otra vez acaban por hundir la moral de cualquier enfermo. Entonces contestaba y ponía ejemplos de personas que habían superado el cáncer y hacían una vida plena. Pero ella seguía en sus trece: “No me lo he inventado yo, yo estaba delante precisamente cuando los médicos se lo advirtieron a tu madre”. No había forma de hacerla entender el daño que esas palabras estaban haciendo en la moral de mi madre que lo escuchaba todo.

Lo llaman Síndrome de Munchausen por poderes. Mi tía necesitaba una enferma a quien cuidar. Si no estaba enferma, había que inventarle una enfermedad o enemigos de los que protegerla. Y ahí estaba yo llevándole la contraria en sus augurios. Se lo puse fácil para convertirme en enemigo. Pero, ¿cómo puedo juzgar a esta persona cuando tiene unos noventa años?. Sólo puedo condenar a los miserables que se aprovecharon de la confusión de esta anciana para separar a unos padres de un hijo.

Soy de los pocos hijos a los que se les aconsejó distanciarse de sus padres por prescripción facultativa. En serio. Suena a cachondeo, pero ya me gustaría a mí estar de broma.

En una de las etapas más duras en mi experiencia profesional tuve que enfrentarme a un clan de delincuentes que descubrí que llevaba décadas robando mercancía de nuestra empresa familiar desde puestos clave de la logística, enfrentamiento que me supuso advertir a los demás empleados para que se plantearan revocar al patriarca del clan de su estatus de representante de los trabajadores que me impedía despedirlo, contratar discretamente a buenos detectives, entrar con técnicos de madrugada a colocar micrófonos y, sobre todo, escucharme todos los días después de mi jornada de trabajo ocho interminables horas de grabaciones que bien sabía que no me iban a servir como prueba, pero que iban a confirmar mis peores sospechas y que me ayudaron mucho a descubrir conexiones. Finalmente, conseguí librar a la empresa de este clan, gente tan desalmada y tan peligrosa como para proponer al electricista de la empresa provocar un cortocircuito que se extendiera para incendiar las instalaciones. De hecho, los meses que transcurrieron hasta que fue prudente hacer efectivo su despido me vi obligado a tener contratada vigilancia 24 horas en la empresa para evitar sabotajes.

Reconozco que aquello me dejó extenuado, no por lo trabajoso, que también lo fue, sino por lo desagradable. Poco después somaticé ese mal trago y caí enfermo de colon irritable muy severo. Cuando consulté a profesionales de la salud, todos coincidieron en que tenía que intentar llevar con mucha más calma mi trabajo, algo mucho más fácil de decir que de hacer, y que tenía que mantener una sana distancia con mis padres, porque ellos inconscientemente habían elegido hundirse y mis esfuerzos por sacarlos a flote no conseguían rescatarlos, sólo conseguían arrastrarme y hundirme a mí con ellos.

Dicho ésto, no me fui a vivir lejos de mis padres por hacer caso a nadie, lo hice porque prefiero vivir a tres calles de un parque natural que vivir en el centro urbano. Son preferencias personales tan respetables como las de quien hace la mudanza en sentido contrario para vivir en el centro. Y cuando mis padres me necesitaban de verdad, en un cuartito de hora estaba en su casa.

Habiéndose convertido mi madre por herencia en socia muy mayoritaria de la empresa por la que yo sacrifiqué mis estudios universitarios y siendo una empresa la que ella había heredado que arrastraba grandes pérdidas acumuladas, estrecheces de liquidez y muy serias dificultades para su continuidad –el último informe de auditoría externa alertaba sobre esta realidad y cuestionaba muy seriamente la continuidad empresarial-, en lugar de apoyarme para su reflotamiento, entrada en rentabilidad y mejora de competitividad, no le dió tregua en ningún momento. Cada poco sacaba dinero sin cuestionarse si la empresa podía resistir esa descapitalización que nos obligó incluso a formalizar una reducción de capital que lógicamente alarmó a los bancos que nos financiaban y a los proveedores que nos abastecían. De nada sirvieron mis advertencias a mis padres.

Durante diez años no dudé en sacrificar y castigar mi propia salud para mejorar la salud de la empresa. Conseguí reflotarla, profesionalizarla, fortalecerla y hacerla atractiva, pero aún así era cada vez más consciente de que la tendencia a la concentráción del mercado y de la competencia era una amenaza muy real que iba a impedir la continuidad de una empresa de esas dimensiones. Cada día que pasara iba a ser más difícil encontrar una salida que garantizara la continuidad de la empresa y el mantenimiento de todos los puestos de trabajo en juego y que resultara mínimamente digna para los socios. Y lo que aún lo hacía más difícil era que por rápido que remáramos en la dirección adecuada, el socio mayoritario remaba más rápido en dirección contraria. Advertí de esta amenaza y de la conveniencia de la venta de la empresa a mis padres y a mis personas de confianza en la compañía. Ante la evidencia, todos acabaron comprendiéndolo.

Había que vender la empresa. Y hacerlo mientras aún fuera atractiva. A pesar de todas las dificultades, mis esfuerzos en la gestión habían servido para que la empresa fuera mucho más vendible que diez años atrás, cuando mi madre la heredó, momento en que la situación de la empresa con toda seguridad habría espantado a cualquier inversor.

Mi madre había heredado de su padre y de su hermano, mi abuelo y mi tío, un patrimonio que bien administrado les habría permitido mantener un envidiable nivel de vida durante toda su vida, sólo había que administrarlo bien, sólo había que ser prudente. La empresa constituía aproximadamente un tercio de ese patrimonio.

Mis padres hicieron caso omiso de mis advertencias, de mis ruegos y de mis súplicas, y no tardaron en pulirse los dos tercios de su patrimonio que no estaba afecto a la empresa mientras exprimían sin tregua a la compañía.

Cuando vieron que, por no hacerme ningún caso, se estaba cumpliendo lo que les había augurado, entonces concluyeron que el culpable de todos sus males era precisamente quien les había advertido con insistencia y hasta con vehemencia, esto es, su hijo, el mismo que no había dudado en castigar su salud para reflotar la empresa y quien la había mantenido con vida a pesar de sus insaciables saqueos, aquel a quien ellos se negaron a escuchar en la gestión de los otros dos tercios de patrimonio heredado que ya habían tirado por la borda.

Culpar a otros, no importaba a quién, era una respuesta lógica, bueno no lógica, pero sí muy humana dentro de esta disparatada falta de razón y consciencia para quienes nunca habían asumido personalmente ninguna responsabilidad, mucho menos económica.

Mis padres eran unos niños muy talluditos y lamentablemente también muy malcriados. Nunca maduraron en la asunción de responsabilidades. Mi abuelo y mi tío habían trabajado siempre por ellos. Mi madre nunca se involucró en la empresa y mi padre se había acomodado a no trabajar. Situación que añadía un peligro, porque no teniendo otras ocupaciones, se convirtieron en compradores o gastadores compulsivos. Aunque lo cierto es que no tenían ese diagnóstico, porque, según he sabido, un comprador compulsivo cuando llega a casa después de un atracón de compras se arrepiente o se siente culpable y ese no era ni mucho menos el caso de mis padres. El caso de mis padres es si cabe más extraño, si un mes después de haber recibido cualquier cargo mensual de más de un millón de pesetas en la tarjeta de crédito (un mínimo mensual que se convirtió en peligrosamente habitual y que sólo incluía las compras con tarjeta), alguien les preguntaba qué habían pagado con esa tarjeta para alcanzar semejante cifra, ellos no lo sabían. No es que lo quisieran ocultar, porque no tenían esos remordimientos, es que sencillamente no lo recordaban.

Lo de mis padres era pura inconsciencia. Tenían la convicción de que el dinero no se acababa nunca y la filosofía de “Yo tengo el dinero para gastármelo, cuando se me acabe, me pego un tiro y listo”. Ese era el planteamiento de vida del que alardeaba mi padre, a menudo en público, para mi vergüenza, porque uno se pregunta para qué entonces tener hijos. Si uno les advertía que el dinero a ese ritmo se les iba a acabar mucho antes de lo que pensaban, entonces el loco era quien les advertía. Para ellos estaba claro que ese loco tan insistente y pesadito que era un servidor estaba insanamente obsesionado con la idea de que acabarían en la ruina, algo que ellos creían imposible. No hacían el menor caso, aunque quien les advirtiera fuera su propio hijo y aunque su hijo hubiera sacrificado sus estudios y su futuro por la empresa que ahora estaban arruinando.

Yo luché porque no vendieran ningún inmueble y cuando ya no me fue posible luchar más, cambié desesperadamente de estrategia y dejé de oponer resistencia para pedirles que al menos invirtieran los fondos obtenidos de la venta en la adquisición de locales comerciales y de oficinas que les aportaran unos altos ingresos mensuales por arrendamiento que les iban a permitir no depender de la empresa, así dejarían de quitar a la empresa el oxígeno que necesitaba para salir adelante y prosperar. Pero no sé si espontánea o premeditadamente, cuando se vieron con liquidez suficiente para hacer la inversión, se negaron a acometerla con argumentos de tanto peso como que una amiga que nunca había trabajado ni hecho más negocio en la vida que su propia boda les había contado que sus inquilinos no le pagaban. Vamos, todo un estudio económico en profundidad. Buen consejo les dio la amiga, porque no invirtiendo el dinero les duró bien poco.

Alguien se puede preguntar por qué no intenté que un juez incapacitara a mis padres por prodigalidad. Lo intenté con ahínco. Consulté a notarios amigos de mis padres que conocían el problema, me escucharon con atención e interés, reconocieron la realidad, pero no se arriesgaron a aconsejarme por si mis padres se llegaban a enterar algún día y se molestaban con ellos. Me informé en varios despachos de abogados, me informé con psiquiatras que actuaban como peritos en estos casos y todos me decían que en España, el país donde un esquizofrénico puede conducir a diario un autobús escolar, es poco menos que imposible incapacitar por prodigalidad.

El patrimonio es de mi madre y como tal puede hacer con él lo que le venga en gana, como si quiere pegarle fuego. Lo que le ocurra después a los pródigos, que no puede ser otra cosa que perderlo todo y acabar en la indigencia, no le importa a nuestra justicia. Cómo afecte eso a sus hijos, aunque una hija, mi hermana, aún fuera menor de edad, no le importa a la justicia. Cómo afecte eso al futuro de los empleados de su empresa, de la que llegaron a depender económicamente más de sesenta familias, no le importa a la justicia. La justicia se lava las manos.

Toda mi lucha por persuadirles no sirvió de nada. Sólo sirvieron mi entrega y mis esfuerzos durante más de diez años por hacer la mejor gestión posible de la empresa, remando fuerte contracorriente para hacerla escapar de su condena mientras mis padres exigían más y más a una finca yerma que yo luchaba por devolver a la fertilidad.

De esta forma conseguí que mis padres no se arruinaran en 2 ó 3 años, que es lo que habrían tardado en hacerlo de no ser por mí. Con mi gestión de la empresa conseguí retrasar 10 años la fecha de su condena. Y también conseguí suavizar la condena. Aún conservan el piso de lujo en primera línea de playa de Benidorm donde viven y mi padre, sin haber trabajado, cobra una pensión porque mi abuelo, mi tío y también yo antes y después de venderse la empresa lo tuvimos contratado sin que trabajara para que pudiera cotizar. Yo, como autónomo que cotiza el mínimo, no tendré esa suerte.

Me llevó aproximadamente año y medio encontrar un comprador para la empresa dispuesto a garantizar todos los puestos de trabajo y cancelar todas las garantías personales de los socios. Pensando en mi futuro y en el de mis padres, esto es, intentando proteger a mis padres de sí mismos, encontré una fórmula que les impedía malvender lo poco que les quedaba de patrimonio. Les compré las nudas propiedades de sus viviendas para que nadie se las pudiera quitar y para que como usufructuarios pudieran disfrutar de ellas toda su vida. El precio era una renta vitalicia que les permitiría vivir muy dignamente. Por entonces nadie había oído hablar de hipotecas inversas, así que para protegerles de sí mismos no me quedaba más remedio que intentar comprarles, financiándome sobre los inmuebles comprados, lo que de forma natural algún día iba a heredar.

Desde que empecé a trabajar hace más de 16 años me he asegurado de que mientras a mí me fuera bien con mi trabajo, a mis padres les fuera mejor. Y cuando yo he pasado momentos difíciles, me he esforzado aún más para que hasta el último momento mis padres no lo llegaran a notar.

Después de vender la empresa, cuando mis padres necesitaban más dinero de lo convenido, se lo pagaba. Si tenía que hacer frente a antiguas deudas de mis padres, algunas por importe de 24.000 y de 12.000 euros, las pagaba sin que ellos ni siquiera se enteraran.

Una vez mis padres tuvieron el fallo de memoria de olvidar que era yo quien les pagaba, lo cual les quedó bien claro en la escritura pública que yo firmé con ellos ante Notario el mismo día que vendíamos la empresa. Pero pocos meses más tarde lo olvidaron, probablemente porque yo les pagaba desde una sociedad que no llevaba mi nombre, pero de la que yo era socio único. Y sinceramente a mí me vino muy bien este lapsus para intentar poner freno a que me pidieran mucho más de lo convenido, porque eso no era sostenible para mi modestia de medios. Me ayudaba mucho pasar de que me vieran como el pagador a que me vieran como un mensajero. A partir de ese momento, cada vez que me pedían algo que estaba muy fuera de mis posibilidades, podía decirles que la empresa que les pagaba no lo iba a ver bien para que así fueran ellos mismos quienes rebajaran sus pretensiones y las hicieran más asequibles. Así funcionamos muy bien durante años. Y, aunque parezca surrealista en esta disparatada historia en que el hijo hace el papel de los padres y los padres de hijo, luego me empezaron a preguntar por el propietario de la empresa pagadora, diciéndome que querían hablar con él para pedirles más. Así que, para no descubrirme y que resultáramos todos perjudicados, tenía que seguirles el juego e inventar que el pagador era un señor de fuera y que estaba siempre demasiado ocupado con sus negocios como para reunirse con ellos.

El conflicto llegó cuando recibieron una sentencia firme exigiéndoles el pago de la deuda del Impuesto de Sucesiones correspondiente a parte de su herencia. A pesar de que tanto yo como el Director Financiero de su empresa les recordábamos con frecuencia que tenían que guardar dinero por si finalmente la sentencia no les era favorable, ellos siempre contestaban que, como se había presentado un recurso, todavía quedaba mucho tiempo hasta la sentencia firme y que cuando esa sentencia llegara, suponiendo que no les fuera favorable, la empresa pagaría su deuda personal como ya había hecho con tantas otras.

Llegó la sentencia firme que les condenaba al pago de una cantidad muy elevada. Con tantos años de litigios, los interses habían duplicado la deuda inicial. Ellos no tenían liquidez y tampoco yo, que me financiaba con la garantía hipotecaria de mi vivienda y de las de ellos para poder pagarles cada mes y para poner en marcha mi nueva empresa que me iba a hacer más soportable y sostenible seguir haciéndoles esos pagos.

La Administración acreedora inscribió embargo sobre el usufructo de la vivienda, lo cual me truncó cualquier posibilidad de renovar mis pólizas de crédito con garantía sobre esas viviendas. Ningún banco estaba dispuesto a aceptar como garantía hipotecaria inmuebles donde existiera una inscripción de embargo, aunque fuera posterior en rango.

La única solución era la venta del inmueble. Mis padres tenían el usufructo de dos viviendas de lujo, una en Murcia y otra en Benidorm. Les expliqué que muy a pesar para todos, ellos tenían que elegir. Si yo hubiera tenido liquidez para pagar su deuda, lo habría hecho, sin ninguna duda. Si yo hubiera tenido más capacidad de endeudamiento, sin ninguna duda me habría endeudado hasta el límite para pagar su deuda. Si vendiendo algún inmueble de los que luego compré como inversión con sus correspondientes hipotecas, hubiera podido alcanzar a pagar su deuda, sin ninguna duda lo habría hecho. Incluso dejando de lado que se trataba de mis padres, y que para mí lo fundamental era intentar ahorrarles un mayor perjuicio y sufrimiento, como negocio para un extraño que ya tuviera las nudas propiedades habría sido un chollo haber comprado los usufructos a cambio de la deuda. Yo habría adquirido mucho antes de tiempo el pleno dominio de las viviendas y mis padres iban a seguir disfrutando de las viviendas, sin que nada cambiara, porque esa era la voluntad de un hijo que siempre había pensado en sus padres antes que en sí mismo. Pero lamentablemente ninguna de estas posibilidades estaba a mi alcance. La única opción era que hicieran la elección que yo les presentaba.

Para su suerte en el pasado y para su desgracia a partir de ese momento, mis padres en toda su vida nunca habían tenido que hacer una elección que representara sacrificio. Nunca se habían enfrentado a dilemas de esta naturaleza. Si había dos abrigos de pieles o dos collares estupendos, se llevaban los dos. Si luego llamaban del banco advirtiendo del descubierto de la tarjeta de crédito, mi abuelo lo cubría rápidamente poniendo el dinero. Si cuando iban a comprarse un barco el vendedor les enseñaba uno mejor, compraban ese mejor y luego me tocaba a mí correr desde la empresa a cubrir su cheque sin fondos. No es de extrañar que a estas alturas de la vida no estuvieran preparados para hacer una elección responsable. Tardaron nada menos que un año en decidir cuál de sus dos viviendas estaban dispuestos a sacrificar. Mientras hubo tiempo, tampoco yo les quise presionar en algo que iba a condicionar el resto de su vida. Nada menos que elegir entre vivir en una ciudad o vivir en otra ciudad.

Cuando por fin se decidieron y me dijeron que preferían vender la vivienda de Murcia y quedarse a vivir en la de Benidorm, aprovechando que yo desde mi empresa me dedicaba a prestar servicios de intermediación inmobiliaria, aunque ya hacía tiempo que me había especializado en otro tipo de inmuebles y no me dedicaba a vender viviendas, me ocupé de tomar y editar las mejores fotos de la vivienda, reunir toda la información necesaria para la venta, desde planos y tasaciones hasta información registral, ofrecerla en colaboración a casi todas las agencias inmobiliarias de Murcia, mostrarla cuando aparecía algún posible comprador interesado y anunciarla en los principales portales de compraventa inmobiliaria de Internet.

Pero cometí un error de cálculo. No había calculado bien hasta dónde podía llegar la maldad de algunas malas compañías de mis padres. Hubo buenos amigos que nunca se enteraron de lo que les vino a ocurrir. De los que se enteraron, quien los quería bien, aunque no lo suficiente, no se quería implicar demasiado en este asunto tan delicado, que no era sólo un embargo sino la peligrosa prodigalidad de mis padres, simple y llanamente se lavaba las manos. Quien los quería mal, se metió hasta la cocina por no decir en el fondo del inodoro.

Esta gentuza desde que conoció a mis padres no había parado de intentar sacar partido de esa amistad, amistad que ni a mi padre ni mí nos gustaba un pelo. Nadie se siente a gusto cuando la envidia rezuma en cada muestra de insidia que ni siquiera eran capaces de reprimir. Nadie se siente a gusto cuando sabe que un extraño que se presenta como amigo está fisgoneando con descaro en su vida personal. Nadie excepto mi madre, alma cándida donde las haya.

Sólo mi madre estaba ciega y perdonaba estos abusos. Mi madre a este tipo de amigas, que con amigas así no necesitaba enemigas ni tampoco verdugos, les perdonaba todo. Si la intentaban ofender con un disparate o una insidia, ella se engañaba y lo tomaba como un malentendido, incluso aunque el comentario insidioso se refiriera a algo tan sagrado para una madre como un intento de suicidio de su hija. Ella perdonaba rápido. Si se enteraba que una amiga le había hecho un interrogatorio en toda regla a la empleada de hogar, al conseje del edificio o a la farmacéutica para conocer las intimidades familiares, ella le quitaba importancia y lo justificaba como curiosidad natural humana. Si la empleada de hogar le insistía y la convencía para que le alquilara una vivienda en pleno centro a un precio ridículo a unos sobrinos morosos y molestos que le dejaron una excelente deuda, ella le quitaba importancia. Si unos advenedizos amigos de la playa con aspecto y formas de delincuentes le ocupaban una casa prometiéndole pagarle alquiler y luego no le pagaron nunca, para sacudirse el problema aceptaba su oferta de compra por la tercera parte del precio de mercado de la vivienda, aunque fuera una vivienda muy próxima a la suya en la que por entonces pasaba sus vacaciones su hijo. Mis padres no permitieron que yo interviniera para encontrar una solución razonable y civilizada por miedo a que yo molestara en algo a sus amigos. Y desde entonces no he vuelto a disfrutar de unas vacaciones en la playa.

Al poco de conocer a este estiércol social, el clan de la insidia, estos individuos insistieron a mis padres para que, sabiendo que yo acababa de sacarme el carné de conducir con 18 años, les comprara su coche usado. Yo me negué, dije que seguiría conduciendo el coche de mi madre. Luego convencieron a mis padres para que les malvendieran en 100.000 pts la moto que yo había conducido hasta entonces y que apenas unas semanas antes me había negado a vender a un primo mío en 150.000 pts porque me parecía un precio muy bajo. Aunque yo me negué a vender a mi primo en 150.000 pts, mis padres sin contar conmigo accedieron a vender a sus amigos en 100.000 pts para complacerles y sólo por mis padres tuve que poner mi mejor sonrisa y hasta le regalé a su hijo los cascos y todos los accesorios que yo sin moto ya no iba a necesitar.

Tiene gracia que luego su hijo, convertido en el abogado de mis padres, inventara y fuera contando como un ridículo chismoso que se pone a sí mismo en evidencia que yo, como un niño caprichoso, me había cansado de mi moto y que la dejaba abandonada en la calle para que me la robaran. He hecho muchos disparates con la moto en mi vida de los que no me siento nada orgulloso y que sólo la inconsciencia de la adolescencia puede justificar en algo si es que tienen algo de justificables. He hecho carreras con la moto. He jugado a saltarnos semáforos en rojo en cruces sin visibilidad. He conducido ebrio y hasta muy ebrio. He puesto la moto a su límite de velocidad en carreteras donde era una auténtica temeridad. Y como anécdota hasta un día se me subió en el asiento trasero una señora puta, digo se subió, porque yo estaba sentado en mi moto parada en un paseo en la playa con los amigos y ni la invité ni me dio tiempo a reaccionar, para que la llevara a su centro de trabajo, y allí la llevé aunque nunca me expresó su gratitud, mejor para los dos. Entonces aún no era consciente del drama humano que se esconde detrás de la prostitución y la anécdota dio bastante de sí.

La moto me la regaló mi abuelo cuando vivía y él sabía muy bien que se lo podía permitir, porque entre las muchas virtudes de mi abuelo estaba la austeridad y la prudencia. Gracias a su generosidad con su nieto pude ir a trabajar todas las tardes en el negocio familiar mientras por las mañanas estudiaba COU y, de todos los disparates que he hecho y que confieso, ninguno ha sido dejar la moto a propósito al alcance de los amigos de lo ajeno. Qué sentido tiene no vendérsela a mi primo para dejarla en la calle esperando a que me la roben. Pero esta gilipollez de comentario chismoso da buena muestra de la rabia y el resentimiento que este chico parece sentir por mí. Él sabrá por qué, yo aún no lo sé, ni tampoco tengo ninguna necesidad de saberlo. A diferencia suya, yo sí tengo una vida propia y plena y no necesito estar pendiente de las intrigas de los demás.

Sólo sé que no tengo la exclusiva en esto de ser objeto de su rabia. Un amigo mío muy querido, hijo de unos buenos amigos de mis padres y también de esta chusma, enfermó y, para ahogar su sufrimiento por las secuelas de la enfermedad, empezó a darse al alcohol. Yo me lo he encontrado ebrio en varias ocasiones y jamás lo he comentado ni con mis padres. En cambio, sé por mi madre que la matriarca de este clan de insidiosos se ocupaba de divulgarlo a los cuatro vientos, juzgarlo y sacarle la piel a tiras. Ensañándose con un chico enfermo. Que además era el hijo de unos amigos suyos con los que cenaban todos los viernes. Personas que me consta que jamás les han hecho ningún mal.

Pensándolo bien este clan de la insidia no se diferencia tanto de esos otros amigos de mis padres de la playa, aquellos delincuentes que se quedaron con su casa de la playa.

Estos delincuentes de playa sabiendo que mi madre había sido operada de cáncer de mama y estaba muy sensibilizada con la enfermedad, le pidieron dinero para una operación similar que intentaron hacerle creer que la amiga necesitaba. Yo ni me enteré de todo esto. Mis padres se esforzaban mucho para que yo no me enterara. Sabían que yo no podía ver ni en pintura a esta gentuza. Una Navidad se autoinvitaron a cenar en Nochebuena y Nochevieja. Por entonces mi padre tenía prohibido venir a casa a las tías con las que se crió mi madre, la familia que sentíamos más próxima y que siempre nunca nos dejaba solos en estas ocasiones, algo especialmente reconfortante después de la muerte de mi hermana. Para mí todo esto era tan triste que preferí pasar esas noches sólo antes que unirme a la cena y ver cómo unos sinvergüenzas se reían de mis padres en su propia cara. Supe años después lo de la estafa del cáncer porque me lo contaron unos amigos de mis padres. Al parecer, como buenos amigos les aconsejaron bien que acompañaran a la enferma imaginaria a un buen médico de confianza para acabar descubriendo, como así fue, la mentira y el intento de estafa. Pero para mis padres ni siquiera este descubrimiento fue suficiente para hacerles abrir los ojos.

Mis padres fueron advertidos de que mantuvieran la distancia con estos delincuentes cuando los conocieron en el local que tenían en la playa unos buenos amigos de mis padres, pero, mis padres, como tantas veces habían hecho conmigo, en lugar de escuchar y estarles muy agradecidos a los amigos que les advirtieron, hasta se molestaron con ellos.

Haciendo caso omiso de las advertencias de los buenos amigos y de su propio hijo, siguieron estrechando la relación. Luego incluso me enteré que les habían dejado las llaves de las casas de la playa y un día se encontraron con que les faltaban cuadros de valor. Mi padre, con su habitual valentía, decidió vender a la carrera todos los inmuebles que tenían en Torrevieja e irse a veranear a Benidorm. Valiente forma de enfrentarse a los problemas.

Volviendo a los primeros, a los no delincuentes, pero no menos sinvergüenzas, una década más tarde insistieron en ofrecer a mi madre los servicios de su hijo recién licenciado en derecho para abogado de la empresa. Yo hice ver a mis padres que no me podía permitir sustituir los servicios de todo un despacho profesional líder en asesoría legal y tributaria por un chico recién licenciado y que se había conseguido licenciar gracias a que se matriculó en otra facultad para aprobar las asignaturas que era incapaz de aprobar en la suya. Igual de mi rechazo viene tanto resentimiento. Vaya usted a saber.

Como mi madre no sabía dar un “no” a las amigas, del mismo modo que no sabía poner límites a su marido, porque su habilidad y talento para llevar la contraria sólo los expresaba con su hijo, que ella sabía que era de perdonar fácil, acabó contratando a este joven como su abogado para todos los asuntos que no tenían que ver con la empresa y eso les vino estupendo para que yo no me enterara de cómo malvendían las 4 viviendas estupendas que tenían en Torrevieja. Yo les resultaba muy incómodo de Pepito Grillo advirtiéndoles que no malvendieran o que guardaran bien el dinero de la venta. Eso no se lo iba a decir su abogado. Les cobraría y punto. Cuantas más transacciones, más caja.

Así que cuando llegó lo del embargo, mi madre, aun después de comprobar que yo les había conseguido mantener con vida durante 10 años una empresa que estaba condenada y que refloté y fortalecí a pesar de sus insaciables y desproporcionadas retiradas de capital, y aun después de comprobar que lo que yo les advertía sobre las consecuencias de la prodigalidad era cierto, prefirió escuchar a la madre de este genio para que el genio sin talento ni experiencia les diera consejo en un tema tan delicado como el embargo del usufructo de sus viviendas.

Y este genio, él solito hizo la consulta al Registro Mercantil y comprobó que el socio único de la sociedad que pagaba a mis padres su renta era su hijo y que esa sociedad tenía un capital social de 1.500.000 euros. Cualquiera que sepa un poquito de empresa y un poquito de finanzas sabe que el capital social no es el valor de la empresa. Sospecho que la lectura que este enano mental le hizo a mis padres era que yo les había robado no se sabe cómo 1.500.000 euros. Claro, precisamente por eso yo no tenía liquidez para comprarle a mis padres los usufructos al precio de cancelar el embargo, lo que habría sido un chollo para cualquier inversor que ya tuviera las nudas propiedades. Pero el señor letrado consiguió su objetivo que no era otro que envenenar a mis padres y debió esforzarse mucho en resultar convincente porque, según iba contando mi propia madre a amigos y vecinos, mi padre amenazó con coger un cuchillo de cocina y pasarme por él.

Lo más grande es que mis padres, con tal de haber seguido sacando dinero de la empresa sin tener que escuchar mis lamentos, me habrían permitido ponerme cualquier sueldo y cualquier comisión y yo durante 10 años, por sentido de la responsabilidad, estuve ganando bastante menos que cualquiera de los directivos que tenía a mi cargo y nunca me puse una comisión sobre las ventas cuando asumía todas las responsabilidades como Administrador, Director General y Director Comercial. Si hubiera mirado un poco más por mí y me hubiera puesto una mínima comisión sobre las ventas, puede que por entonces sí que hubiera conseguido tener acumulado un capital de más de 1.500.000 euros, pero no fue el caso. Ni me lo planteé. Mi preocupación era la supervivencia y la continuidad de la empresa y yo ya me sentía, equivocadamente porque yo no podía hacer nada contra ello, muy culpable con el expolio al que la estaban sometiendo mis padres.

Mis padres nunca me llamaron para pedirme explicaciones o mi versión, ni siquiera como hacen las madres de asesinos confesos de los crímenes más brutales, que aunque no pueden justificar a sus hijos, sí se esfuerzan por entender qué les ha podido ocurrir para acabar convertidos en monstruos. Mis padres condenaron a su único hijo vivo sin juicio ni audiencia previa. Dejaron muy claro lo que les importaba su hijo. Dieron buena muestra de su instinto de paternidad. Dejaron bien claras sus prioridades en la vida. Una vez, cuando mi madre, antes de abrirle la puerta de su vida a malmeter a este genio y a su familia, estaba ya mentalizada a sacrificar una vivienda para salvar la otra, me dijo “Lo que más pena me da de todo esto es si al final tengo que dejar mi piano”. Yo no me pude contener y le dije que me decepcionaba profundamente porque creía que le daría más pena estar más lejos de su hijo y de su nieto.

Aunque ellos no quisieron interesarse por conocer la verdad, por el contrario yo, que tenía entonces y sigo ahora teniendo la conciencia muy tranquila, me ofrecí a explicarles todo lo que quisieran saber delante de su abogado para que a nadie se le escapase detalle, todo con tal de desbloquear la única solución posible en nuestras circunstancias al problema del embargo. Pero recibí la callada por respuesta. Quien sabe, igual el abogado ni se lo trasladó a mis padres. Si nos reconciliábamos, se le acababa el chollo y el trinque, porque mis padres dinero no tenían, pero sé que mi madre contaba que el ilustre letrado les estaba cobrando con cuadros y mis padres cuadros tenían para poner un museo, muchos comprados en subastas de arte, así que pocos bajaban de los 6.000 euros. Un buen botín para un carroñero sin escrúpulos.

Lo que hace esto aún más disparatado es que mis padres tenían amigos abogados muy buenos, muy buenos como abogados y mejores si cabe como personas, que les habrían asesorado muy bien y les habrían podido explicar con todo detalle y advertir sobre la gravedad de su situación ante el embargo y con toda seguridad concluirían que la única opción posible era la que yo les había planteado. Todos estos buenos amigos de cuya lealtad mis padres no podían dudar y que de ninguna manera habrían aceptado de mis padres en sus circunstancias cuadros ni joyas habrían encontrado en mí toda la colaboración que necesitaran y más. Pero estamos hablando de abogados reputados, de buenos amigos y, sobre todo, de personas honradas.

Cuando surgió el malentendido, yo envié al abogado de mis padres, sin que nadie me lo hubiera pedido, copia de todas las escrituras firmadas por mis padres el día en que firmaron la venta de la empresa a un tercero y de las nudas propiedades de sus viviendas a una sociedad de la que yo era socio único. Acompañé la documentación de una carta con todas las explicaciones y pidiendo reunirnos en breve, pero no tuve ninguna respuesta, y ello pese a la gravedad de la situación y la urgencia con que ésta debía resolverse después del tiempo perdido con estos despropósitos.

A mí me había costado mucho encontrar a un comprador para la vivienda al que no le asustara el embargo y dispuesto a pagar un precio que permitiera liquidar la deuda que había dado lugar al embargo y cancelar la hipoteca con la que yo financiaba los pagos a mis padres.

Pedí a un abogado veterano que había asistido a mis padres en todo este asunto del Impuesto sobre Sucesiones, a quien yo pensaba que ellos considerarían leal o, como mínimo, neutral, que, por favor, pidiera al actual abogado de mis padres que se reuniera conmigo porque la situación era suficientemente grave y urgía tanto resolverla que no había lugar para seguir perdiendo tiempo. Si perdíamos a ese comprador, perderíamos la única oportunidad de que mis padres pudieran mantener una vivienda libre de embargos.

Finalmente nos reunimos. Yo me quedé bastante sorprendido. No tenía a este chico por enemigo mío. No sabía cuánta rabia guardaba hacia mí. No nos habíamos tratado tanto como para darle oportunidad ni a odiarme ni a quererme. No tuvimos tiempo para azotes ni arrumacos. Además, confieso que lo poco que habíamos tratado siempre mi trato con él fue estupendo, porque por entonces me gustaba su hermana, dicen que sobre el gusto no hay nada escrito, yo añado que sobre el mal gusto menos. Además, creía que empatizaría conmigo, los dos habíamos tenido que sufrir a padres déspotas y crueles, la única diferencia era que su padre trabajaba, lo mantenía y le pagaba sus estudios y el mío no, ya lo hacía mi abuelo materno. Y que él le deseaba a su padre que se matara en la carretera, pero no tenía el valor de mandarlo a paseo. Yo no tenía ese problema. Si me tenía que enfadar con mi padre, me enfadaba y punto, en esos días procuraba evitarlo, pero no le deseaba ningún mal, y cuando se me pasaba, que siempre era pronto, me reconciliaba. Quizás esa valentía y decisión mía y la libertad que yo así me ganaba fueran las que le infundieran tanta rabia a quien no tenía valor para dejar de vivir a costa de una persona a la que odiaba. En fin, la envidia es libre y ciega. Intentar encontrarle justificación es de balde y, por encima de todo, no me interesa.

Empezó la reunión diciendo que había tres familias muy solventes respaldándole –sí, sé que suena a películas de gángsters de Chicago años 20- y a las que no les importaba pasarse la vida pleiteando para que mis padres no vendieran la vivienda y que, además, mis padres no tenían ya nada que perder. Yo le corregí que mis padres sí tenían mucho que perder, de hecho podían perder todo lo que tenían, porque ya tenían embargados sus inmuebles, los usufructos de las dos viviendas, y su única fuente de ingresos en ese momento, que era la renta vitalicia que yo les pagaba, y que precisamente esa era la razón por la yo había insistido tanto desde hacía tiempo para conseguir hablar con alguien que pudiera llegar a mis padres. Como no estaba allí para polemizar sino para solucionar y como aún pensaba, ingenuo de mí, que me encontraría a alguien razonable detrás de esa prepotencia tan fatua, me autocensuré para no contestarle que desde hace ya mucho tiempo la única solvencia que me impresiona de las personas es la moral y no la económica. Creo que lo de desencajárseme la boca y babear ante las muestras del poderío económico de terceros es algo que dejé atrás muy al principio de mi adolescencia. Lástima para él que no madurara igual y que aún sea tan fácilmente impresionable. Igual a él le deslumbra que Victoria Beckham pueda disfrutar de un consolador de dos millones de dólares. A mí, sencillamente me parece que alguna dosis de bótox le ha ido a parar al cerebro o al menos al hueco que el cerebro debería ocupar de haberlo tenido.

Luego me dio 3 razones absurdas que invalidaban la compra que yo le había hecho a mis padres. No soy abogado, pero, precisamente por esa razón, de mis asuntos siempre me había cuidado muy bien de asesorarme y consultar con los mejores abogados, así que ni me molesté en contestarle, ni siquiera era necesario porque yo tenía las cosas muy claras.

Presumió de haber tranquilizado a mi padre asegurándole que de su casa no les iba a echar nadie. No sé si el día que explicaron lo que es un embargo en la facultad este chico estaba en los billares, jugando a los futbolines o sacándose mocos. No sé cómo con qué cara este genio y salvador justificaría a mi padre apenas unos meses más tarde que siendo su abogado le había mentido en algo tan serio de forma irresponsable y temeraria.

Luego, metiéndose a experto tasador inmobiliario, el polifacético abogado, salvador y experto inmobiliario me aseguró que la vivienda valía mucho más de lo que nos había ofrecido el único comprador interesado, insinuando, le debió faltar valentía para declararlo abiertamente, que yo mentía sobre el precio para quedarme con la diferencia. Le contesté que si alguien encontraba una oferta mejor, la diferencia iría íntegra para mis padres y que nadie se alegraría de eso más que yo. Eso desmontaba y arruinaba cualquier teoría conspiranoica en la que mis intenciones fueran sospechosas de ser dudosas.

El genio aseguró que en ese caso tenía dos compradores, pero pasaron meses y ninguno de sus dos compradores apareció. Si los había, se esfumaron. Y con todo el tiempo perdido, lo único que este enano mental había conseguido con su arrogancia, su imprudencia y su irresponsabilidad era jugarse temerariamente todo el patrimonio y la única fuente de ingresos de sus clientes poniendo a prueba la paciencia del único comprador interesado que era el que yo había conseguido encontrar.

Por último me dijo que, como mis padres no estaban cobrando en los últimos meses, porque a esas alturas también les habían embargado la renta vitalicia que yo les tenía que pagar y porque con la inscripción del embargo los bancos me habían cerrado la financiación, sus padres estaban manteniendo a los míos. Es cierto que había visto a su madre que no se despegaba de la mía. En los pueblos y pequeñas ciudades de provincias viste mucho pasear y dejarte ver con un pobre para que todo el mundo se entere de lo bueno y compasivo que eres. Además, sale gratis. Creo que el niño pensaba que así me iba a avergonzar. Hace tiempo que aprendí que sólo me tengo que avergonzar por mis errores, no por los de mis padres. Lo aprendí cuando tenía 14 años y mi padre volvía borracho a casa tropezándose por la calle con todos mis amigos y conocidos. Aún lo tuve más claro cuando mi Director Financiero me advertía que nos llegaban recibos mensuales de la tarjeta de crédito de mi madre de más de un milón de pesetas, lo cual reconozco que al principio conseguía avergonzarme, pero pronto ya sólo me preocupaba y alarmaba. La verdad es que el genio se quedó muy descolocado con mi falta de reacción. No sólo no me conseguía avergonzar sino que comprobaba que yo no tenía ninguna intención de decirle nada al respecto. Ni la historia más surrealista sobre mis padres me iba a soprender a estas alturas. Y conociendo la mezquindad de los progenitores del letrado, dudaba mucho que lo dicho fuera cierto, pero si lo era, qué podía hacer yo cuando mis padres se negaban a hablar conmigo y hasta me cerraban de un portazo la puerta de su casa, como literalmente hicieron la última vez que fui a verles con mi mujer y mi hijo. De hecho, después hasta cambiaron la cerradura por consejo de su abogado no fuera que yo entrara a robarles. Habiendo llegado a esa delirante situación, yo no podía hacer nada por ayudarles.

Al final la reunión resultó un baldío diálogo de besugos, aunque besugo no había más que uno y ni era ni yo ni el abogado veterano que tuvo a bien reunirnos y quedarse al margen, lo que después mis padres le agradecieron retirándole el saludo. Sólo el genio sabe qué dispararate le llegó a contar a mis padres sobre quien había sido su abogado durante 10 años para conseguir que ellos se cuestionaran su lealtad y así el advenedizo pudiera asegurarse el monopolio de su confianza.

Dado que la reunión fue completamente de balde, excepto para que a mí me quedara bien claro que al abogado de mis padres le traía absolutamente sin cuidado lo que le pudiera ocurrir a sus clientes, le pedí a los abogados del despacho que habitualmente me asesoraban que se reunieran de abogados a abogado para que le aportaran los justificantes de todos los pagos que yo le había hecho a mis padres y que yo reuní para ellos, y que lo procuraran hacer con la máxima inmediatez para resolver cuanto antes una situación tan grave que estaba resultando tan desagradable para mis padres mientras su abogado trataba el asunto con la máxima temeridad, más pendiente de intentar conseguir gracias a mis padres el protagonismo que nunca tendrá y los valiosos cuadros que sin remilgos les aceptaba en pago.

El genio rechazó reunirse. Ni siquiera tuvo la valentía de decir que se negaba, sencillamente ponía excusas de agenda, cancelaba las citas unas horas antes, etc. Sí que me advirtieron mis abogados que era la primera vez que oían a un abogado hablar mal de sus clientes, quejarse de que sus clientes no sabían lo que querían, que no se enteraban de nada y que no estaban bien de la cabeza. Muy profesional todo… para ejercer en Zambia. Que me perdonen los zambianos, que estoy seguro que tienen abogados mucho mejor preparados y con mucha más integridad como personas.

Pero en fin, el genio nos impresionó a muchos. Y no puedo decir que positivamente. Me impresionó a mí, impresionó al que hasta entonces había sido abogado de mis padres y que se molestó en ser anfitrión de nuestra reunión, impresionó a mis abogados, impresionó al banco que financiaba la póliza de crédito de la cual las viviendas constituían garantia hipotecaria. Menos mal que el chaval tiene a su madre que asegura que es el mejor abogado de Murcia y a mi tía nonagenaria que lo repite porque si su santa madre lo dice, ella no lo pone en duda. Aunque mi tía, la pobre, cree a pies juntillas a cualquiera que sea de misa diaria, no te digo ya si encima la cualquiera está tan metida en la parroquia que lee en misa y pasa la cesta. Sepulcros blanqueados que dijo alguien hace dos milenios.

Después de tanto esfuerzo en esquivar reunirse con los abogados del despacho que me llevaba asesorando en los últimos años, y perdidos ya varios meses, mucho más tiempo del necesario para desmotivar a cualquier comprador interesado, este personaje me llama un día y me propone vernos. Como él era el único culpable de todos los retrasos y ya me había dado pruebas inequívocas de que no razonaba, de que le era indiferente lo que le pudiera ocurrir a mis padres y de que ni siquiera tenía la valentía de venir de frente, le contesté que me hiciera el favor de transmitirle a mis padres que si mis padres querían hablar con su hijo, no tenían más que pedirlo, pero que si el abogado de mis padres quería hablar conmigo se remitiera a mis abogados para tratar de profesionales a profesional o de profesionales a nosequé. Desde luego no llamó. Se ve que le intimidan los abogados de verdad. Y que yo hablara directamente con mis padres no le debió gustar porque su afán de protagonismo quedaba fuera de la ecuación. Dudo mucho que siquiera se lo trasladara a mis padres.

En ese tiempo me dejó un mensaje una familiar mía que quería hablar conmigo. Yo la llamé inmediatamente. Me confesó que mi madre le había pedido dinero y que había decidido llamarme porque yo diez años antes ya intenté pedirle a ella ayuda o consejo para encontrar alguna fórmula que frenara la irresponsabilidad y prodigalidad de mis padres y les evitara la ruina. Mi madre le había contado su película del hijo delincuente y ella quería saber qué diablos estaba ocurriendo de verdad.

Se lo expliqué todo e intenté que mediara entre nosotros, pensando que mi madre nunca iba a dudar de ella. Le envié una carta exponiéndole con detalle toda la situación y acompañándola con los mismos justificantes de pagos que yo le había facilitado a mis abogados, aquellos que el advenedizo consigliere de mis padres se había negado a examinar. Ella lo intentó, pero mis padres y mi tía seguían en sus trece, que sólo escuchaban al genio de su abogado, que aseguraban era el mejor abogado de Murcia como les decía y repetía su mamá.

Transcurrido un tiempo llamé a mi familiar para preguntarle si tenía alguna noticia y ofrecerle que hablara directamente con el banco para que alguien que no fuera yo le explicara lo mucho que estaba en juego y así ella pudiera hacérselo ver a mis padres. Los del banco habían aceptado hacerme ese favor personal que no tiene nada que ver con los servicios que uno espera de una fría entidad financiera, pero afortundamente, eran personas muy razonables que además conocían y apreciaban a mis padres mucho más allá de la relación banco-cliente.

Mi familiar me contestó que no iba a servir para nada, que mis padres estaban tan obcecados que hasta le habían asegurado que el banco les había pedido que no hablaran conmigo. Precisamente era el banco quien estaba ayudándome –y ayudándoles a ellos, aunque ellos no lo supieran apreciar ni agradecer- haciendo todos los esfuerzos posibles para que mis padres hablaran conmigo, ofreciéndonos reunirnos todos, mediar y lo que hiciera falta. En ese tiempo yo hablaba con el banco cada semana dos o tres veces esperando buenas noticias. Las personas de contacto en el banco, excelentes personas, hacían un gran esfuerzo para entender la actitud de mis padres, que parecían no querer enfrentarse a la gravedad de la situacíón y probablemente por eso preferían agarrarse a las falsas promesas de cualquier abogado cantamañanas que les ofreciera fórmulas mágicas, pero a quien de verdad no podían entender los del banco era a quien se había comprometido a ser el abogado de mis padres, cobrara en dinero o cobrara en cuadros, y estaba faltando a su compromiso con sus clientes y a toda mínima deontología cuando no sólo no les abría los ojos a la realidad de su situación, sino que además se jugaba alegremente el futuro de sus clientes desperdiciando un tiempo que les era vital y arriesgando que perdieran al único comprador interesado.

También le había asegurado mi tía la que inventaba enemigos a mi madre que yo había hecho alguna especie de pacto con mi abuela paterna para perjudicar a mi madre. Apenas he hablado media docena de veces con mi abuela en mi vida, así que apenas he tenido oportunidad de aprender a quererla. Conocerla un poco me ayudó a comprender mejor a mi padre, al sospechar las carencias de afecto y comunicación que mi padre debió sufrir en la infancia y la adolescencia. Pero la pobre mujer, fuera como fuera como madre de mi padre y no habiendo estado nunca presente en mi vida como abuela, ahora sufre demencia senil y la compadezco mucho por ello. Sabiendo que me creen tejiendo un eje del mal con mi abuela, he evitado llamarla para que nadie se sienta amenazado. Mis padres, en su desesperación y en su delirio, se frotaban las manos esperando su herencia. Así que ya no llamo a mi abuela para interesarme por ella porque no quiero que mis padres en algún delirio paranoico puedan interpretar cualquier movimiento mío como una injerencia o una amenaza para la futura herencia de mi padre. Sinceramente, no sé si mi abuela vive aún o no. He perdido todo contacto, más efectos colaterales de este despropósito.

Antes de que todo esto pasara, un día que me tropecé por la calle a la madre del ilustre letrado y matriarca del clan, ella me asaltó preguntándome a bocajarro si yo sabía qué patrimonio tenía mi abuela. Yo no supe responder porque ni lo sabía ni me había hecho nunca cuentas, pero me quedé de una pieza con el descaro de la fisgona. Se lo conté a mi padre, que ya la tenía bien aborrecida, tanto que más de una vez se tuvo que fingir enfermo como excusa para no recibir a esta indeseable familia en su casa de Benidorm, donde demasiado a menudo se autoinvitaban. Mi padre me contaba que él mismo se sorprendía con su descaro al ver que ni siquiera una excusa tan obvia conseguía pararles y que luego los veía rondar por debajo de su edificio, lo que significaba que se habían hecho más de hora y media de carretera para intentar descubrir la excusa y abordar a mis padres. A mí todo esto que me contaba mi padre no me extrañaba en absoluto porque un día cuando volvía a casa me encontré una escena que me hizo sentir bastante vergüenza ajena. Allí estaban detenidos en la misma puerta de mi casa el insigne letrado con su familia y quienes debían ser unos amigos suyos, examinaban cada detalle de la fachada de mi casa y no se avergonzaban ni de señalar. Resulta como mínimo curioso su interés por mí porque yo jamás les había dado la dirección de mi casa y mi madre tampoco había podido dársela porque ni siquiera la recuerda, y mucho menos les he invitado, pese a la tenaz insistencia de la matriarca con mi madre para autoinvitarse a fisgonear a sus anchas. Como yo llegaba con el coche y ellos no me habían visto, esperé un poco a que se marcharan y entonces entré y se lo conté a mi mujer con tanta incredulidad como vergüenza ajena.

Viendo que no había nada que hacer para ayudar a abrir los ojos a mis padres, ciegos que no querían ver, no insistí más a esta familiar. Le agradecí que de entre todos los amigos de mis padres y de entre todos los familiares que se llegaron a enterar de este disparate, que fueron muchos, ella fuera la única que se molestó en llamarme para informarse de primera mano también de la otra parte. Y eso que todos ellos sabían bien de la prodigalidad de mis padres, que mi padre no se había conformado con no tener que dar en su vida un palo al agua, sino que se había convertido en un bon vivant que no se privaba nunca de ningún capricho y que el único que trabajaba en la familia era yo. Algo les debía como mínimo parecer extraño y difícil de encajar en toda esta historia. Pero no, nadie más me llamó.

Imagino que muchos tendrían miedo a que yo también les pidiera dinero. Si me conocieran un poco mejor sabrían que mientras yo pueda trabajar nunca aceptaría dinero aunque me lo ofrecieran. Mucho menos lo pediría. No es por orgullo, porque no dudaría en pedir ayuda a un amigo para encontrar trabajo del mismo modo que algunas veces en mi vida he sido yo quien ha ayudado a amigos míos a encontrar trabajo. Pero dinero, no. Aún puedo trabajar. Y si algún día dejo de trabajar por cuenta propia, me esforzaré al máximo para resultarle muy rentable a mi empleador.

Pero al parecer mi madre sí había empezado a pedir dinero. De hecho empezó a hacerlo cuando yo aún me podía permitir pagarles un mínimo de 3.000 euros mensuales y hasta hacerles todo tipo de anticipos. Ya entonces tuvo la falta de respeto de pedirle a una amiga 3.000 euros. Yo me enteré mucho después, como mi padre, a la vez que me enteré de que mi madre había empleado ese dinero en algo tan de primera necesidad como ejecutar una pequeña reforma para ampliar un dormitorio en la casa de la playa. El dilema era que yo no podía pagar su deuda o la amiga le daría más crédito. Si algo había aprendido de verme obligado a ejercer el rol de padre de mis padres durante más de diez años, desde que murió mi abuelo, es que mis padres sólo aprendían cuando se enfrentaban por sí mismos a la realidad. Cualquier otro esfuerzo por persuadirles era de balde. Cuando mi madre me lo contó con una naturalidad que pasmaba, le aconsejé que concretara inmediatamente con su amiga un compromiso en plazos y vencimiento para la devolución del préstamo y que entretanto le entregara alguna garantía, por ejemplo, la joya o el cuadro de más valor que tuviera en su casa, aunque la amiga se resistiera a aceptarlo, pero esa era la única forma de enmendar el despropósito. Como siempre, hizo lo que quiso, sólo mi madre y su amiga sabrán. Sospecho que igual que a esta amiga abordaría y asustaría a muchos otros amigos y familiares.

Lo más grave es que ninguno de estos familiares y amigos de mis padres se molestara en llamarme después de que el ilustre letrado y su santa madre me convirtieran en villano. Con todos ellos pasé de ser el hijo ejemplar y el novio que un día quisieron para sus hijas a un desalmado delincuente profesional. Me habría gustado que me hubieran llamado aunque fuera para llamarme “golfo sinvergüenza”.

Cuando finalmente mis padres comprobaron por sí mismos que su abogado no tenía ningún comprador de los que les había asegurado ni ninguna solución mágica de las que les había prometido, aceptaron la venta. Me costó Dios y ayuda recuperar y volver a motivar al comprador que después de más de medio año ya había desistido y perdido todo el interés, pero con mucho esfuerzo conseguí que mis padres firmaran, aunque lo hicieran cuidándose de evitarme en la notaría. Y esa fue la última vez que supe de ellos. Eligieron desaparecer de mi vida como antes habían hecho sus amigos y mis familiares.

Por cierto, el comprador me llamó indignado en cuanto llegó a la vivienda porque había encontrado la puerta abierta de par en par y la escena surrealista del conseje del edificio repartiéndose con algunos vecinos todo lo que mis padres habían dejado. Decían que había sido mi padre quien se lo había ofrecido.

Espero que mis padres sigan bien. Si yo supiera que una llamada o una visita iba a servir de algo positivo, sin duda las haría. Para mí están perdonados por todo el daño que me hayan podido hacer y no voy a negar que me lo han hecho. Tampoco voy a negar que en el fondo de mí no les guarde algún rencor, no pretendo engañarme, pero lucho contra ello, soy consciente de su deterioro mental y físico y me gustaría mucho que las cosas fueran de otra manera. Tengo un hijo de 7 años al que tenemos que decir que sus abuelos, a los que conoció de pequeño, no le llaman ni para felicitarle por su cumpleaños porque están muy malitos. La verdad es que él no los necesita para nada. No se puede necesitar a quien apenas se conoce. Menos mal que no sabe que mi madre me espetó un día que sus perros están más limpios que mi hijo. Y que cuando él, teniendo poco más de un añito, enfermó de neumonía mi madre se negó a acompañarnos al médico cuando se lo pedimos y tantas otras cosas difíciles de olvidar para un padre cuando afectan directamente a su hijo. Pero cómo se le explica a un niño de 7 años que unos padres, los míos, no quieran saber de su hijo. En fin, desde el momento en que elegí ser padre, la vida me exige ser antes padre que hijo y voy a seguir luchando para que mi hijo encuentre en mí un padre mucho mejor que los que a mi me regaló la lotería de la vida. No porque mis padres fueran buenos o malos, sino porque, fueran como fueran, yo quiero ser mejor. Ojalá algún día pueda reunirme con mis padres y ellos sean capaces de mirar hacia delante y normalizar mínimamente la relación. Si quieren hablar del pasado, hablaremos, pero mirando hacia delante.

En cuanto a los miserables, les queda su miseria. La vida los podrá hacer pobres o ricos, aunque sea saqueando cuadros y joyas a personas mentalmente deterioradas, pero siempre serán miserables. Si la única forma de satisfacción para intentar llenar la vacuidad de su vida es separar a unos padres de un hijo, bastante tienen con ello, que les cunda el orgasmo si esa es su forma rarita de obtener satisfacción. Cosas más raras se han visto.

Alguien se preguntará por qué no he cogido del cuello al genio y se lo he explicado bien clarito. La respuesta es fácil, la misma por la que este enano mental aún tiene algún cliente despistado además de mis padres: su tío es juez y tiene amigos jueces en ese gremio tan corporativista, y eso es algo que en este país son influencias que suben el caché de un abogado que no tiene más clientes que los amigos a los que su madre y matriarca del clan compromete. Y para alguien como yo, que hace tiempo que perdí la fe en la imparcialidad de la administración de justicia, es una buena razón para cuidarme de no anticiparle las hostias que la vida le acabará dando. Más le vale que tenga la suerte de encontrarse siempre en su vida a gente reflexiva y flemática que se limite a verter su bilis en un blog. Puede que mis padres ya hayan abierto los ojos con él a estas alturas… o puede que no.

Por si algún día lo llegan a leer mis padres:

Intento no guardaros rencor y en eso, como en tantas cosas en la vida, soy muy disciplinado.

Si algún día me hacéis saber que no me vais a recibir con cajas destempladas, me tendréis a vuestro lado. Si algún día me necesitáis y os dejáis ayudar, me tendréis a vuestro lado.

Me estoy preparando por si llego a enterarme por terceros de que habéis dejado esta vida para empezar otra que seguro que os trata mejor, pero no quisiera que eso ocurriera sin haberos visto antes, sin haberos abrazado y sin que lo haya hecho vuestro nieto. Y me gustaría que fuera pronto para que pudiérais disfrutar de ese momento con vuestras mejores facultades.

Escribo todo esto porque estoy seguro y, de hecho, ya lo siento así, que me ayuda a liberar toda la rabia que no quiero guardar contra vosotros y que espero que comprendáis porque para un hijo es muy frustrante descubrir que sus padres no son perfectos.

Así, cuando llegue el reencuentro, que seguro llegará, sea en esta vida o en una mejor, sólo os podré ofrecer amor, el mismo amor puro y devoción que os tuve cuando era niño y que no es otro que el que cualquier niño siente hacia sus padres hasta que empieza a darse cuenta de que sólo son seres humanos de carne y hueso con todas sus limitaciones. Y es que la vida rompe las ilusiones, los símbolos y los ídolos. Rompe la inocencia. Y eso duele. Y ese dolor es el más difícil de encajar.

Vuestro hijo que os quiere y que pone eso por encima de cualquier otro sentimiento encontrado y de todo lo demás que la vida o los miserables puedan intentar interponer entre unos padres y su hijo.

Otras vivencias personales muy intensas:

El suicidio de mi única hermana.

“Yo el dinero lo tengo para gastármelo. Cuando se me acabe, me pego un tiro y listo”.