El suicidio de mi única hermana

Fotografía de un ángel
Apenas hacía dos años de la muerte mi abuelo materno, que para mí era como mi padre. Se vino abajo de golpe en cuanto el médico le diagnóstico un tumor cerebral inoperable. Murió apenas unos pocos años después del diagnóstico. Al principio yo lo cuidaba solo, le quería con locura, pero llegó un momento en que se hizo necesario contratar a una persona para asistirle profesionalmente.

Un año después de morir mi abuelo moría su hijo, mi tío, el único hermano de mi madre. Si mi abuelo era para mí como mi padre, dado que en mi padre nunca encontré un padre, mi tío se había convertido para mí en el referente de lo que yo quería ser en la vida. Trabajador, honrado y triunfador, representaba todo aquello en lo que yo quería convertirme. En el 92 le diagnosticaron SIDA y yo lo dejé todo para cuidarle durante su más de medio año de agonía, primero en el Instituto Pasteur en París y luego en la Fundación Jiménez Díaz en Madrid.

Probablemente cuidar a mi abuelo y a mi tío son aquello de lo que más orgulloso me siento en la vida, al menos hasta que se me encomendó la nueva misión de criar y educar a mi hijo para que reciba de mí lo que yo nunca recibí de mi padre, esto es, ejemplo, respeto y cariño.

A la muerte de mi tío tuve que dejarme la carrera, que ya tenía muy abandonada por estas graves circunstancias familiares, para sustituirle en la dirección del negocio familiar. Cómo si no, si mi madre no sabía nada de la empresa y mi padre llevaba décadas sin trabajar y lo primero que hizo fue presentarse ebrio y tambaleándose en la oficina para proferir todo tipo de disparates y crear entuertos que luego me tocaba deshacer a mí.

Mi hermana vivió conmigo la convalecencia de mi abuelo. Mi abuelo fue, como lo fue mi tío, un enfermo ejemplar que hacía lo imposible por no quejarse para no molestar a nadie. Cuando tenía sed no pedía agua ni aunque uno se la ofreciera, pero cuando le llevabas el vaso de agua se la bebía de un trago. A los que tanto lo queríamos no nos dejaba indiferente su sufrimiento. Y ese sufrimiento lo vivió mi hermana cuando ni siquiera se había despertado su adolescencia. Recuerdo que cuando mis padres viajaron a Las Palmas para asistir al entierro del único hermano de mi padre, mi hermana y yo pasamos la mayor parte del tiempo acostados cada uno a un lado de mi abuelo en la cama donde él yacía inconsciente y agonizando y acercándonos a la nariz frascos de ambientador concentrado para tolerar el intenso olor de las úlceras por decúbito. Creíamos que mi abuelo moriría esos días que estuvimos solos, pero mi abuelo fue una persona generosa y considerada hasta para no morirse antes de que mis padres volvieran.

Vivir la agonía de mi abuelo hizo mucha mella en mi hermana, como lo hizo en mí. No sólo perdíamos a una de las personas que más queríamos y a nuestro único referente paterno, sino que su muerte empezó a desatar el caos de la unidad familiar, marcó el principio de ir perdiendo a mis padres porque ellos mismos se fueron perdiendo.

Mi hermana fue un encanto. Pura inocencia y amor puro. Si tenía una amiga, se volcaba con ella. Lamentablemente, tuvo la mala suerte de no encontrar siempre en su camino las buenas amigas que ella se merecía.

Estudió, como yo, en un colegio del Opus Dei. A mí estudiar en un centro del Opus me marcó bien poco. Puede que sólo a la edad más temprana, cuando sufría mucho porque, por lo que escuchaba en el colegio sobre el pecado y el infierno, mi abuelo y mis padres, que no iban a misa, se iban a condenar en el fuego eterno. Pero en cuanto empezó la adolescencia, los que se dedicaban a hacer apostolado sabían que yo era causa perdida para la Obra, que yo por entonces estaba más pendiente de intentar meter mano a las chicas que viajaban en el autobús urbano, al menos hasta que una de ellas me lo explicó muy clarito en la calle y me sacó los colores. Ahí se me quitaron para siempre las ganas de intentarlo de nuevo. No me siento orgulloso de ello, pero en mi defensa diré que es lo que tiene pasarse medio día recluido en un colegio rarito donde sólo estudian chicos precisamente en la edad en la que las hormonas están en plena ebullición.

Pero mi hermana era mucho más inocente que yo y no perdió esa candidez tampoco al principio de la adolescencia. A ella su colegio sí la había marcado mucho, por desgracia, para convertirla en la mojigata que sus educadores querían. Hablo con conocimiento de causa porque he visto lo mismo en compañeros que estudiaron en mi colegio y parecían lobotomizados. En cambio, la mayoría de sus compañeras de clase ya se habían espabilado todo lo que era de esperar para su edad. Por eso, cuando llegó la edad en que se empezaban a esforzar para parecer jovencitas en lugar de niñas, pintándose, fumando, bebiendo alcohol, soltando tacos y esas cosas tan habituales en la edad para seducir a los chicos mayores, la ingenuidad de mi hermana resultaba incómoda porque corría el riesgo de delatar su verdadera edad. En fin, son formas de ser y de madurar, ni mis amigos ni yo dimos nunca la espalda a otros amigos más infantiles o pardillos. Todo el que viniera de buen rollo era bien recibido. Pero es posible que para las adolescentes llevar esa carga sea más delicado. Puede que sea eso.

Pero para mi hermana llovía sobre mojado, porque cuando era mucho más pequeña tuvo que sufrir que algunas compañeras de clase le dieran la espalda, no de forma consciente ni por iniciativa propia, sino dirigidas por sus madres. Me explico, en el mundo pijo, rancio y puritano en el que se movía mi madre, las envidias eran el pan nuestro de cada día y para las personas de naturaleza envidiosa, cualquiera de nosotros, por desgraciado que sea, puede ser objeto de envidia, y qué mejor forma de hacer daño a mi madre que celebrar el cumpleaños de la amiga, vecina y compañera de clase de su hija invitando a toda la clase del colegio menos a mi hermana. Así lo hizo alguna conocida de mi madre, de esas de nariz subida, abrigo de piel y misa diaria.

Una de las imágenes que no se me olvidará nunca de mi hermana es verla observar, bien escondida detrás de las cortinas para no demostrar su vulnerabilidad, como todas las niñas de su clase jugaban en la terraza del edificio vecino al nuestro en el cumpleaños de su amiga, compañera y vecina al que a ella no la habían invitado porque la lista de invitados la hizo la madre con toda la mala intención.

La falta de amistades hizo mucha mella en mi hermana, como lo habría hecho en mayor o menor medida en cualquiera de nosotros en esa edad. No voy a descubrir ahora a las personas que de forma consciente hicieron daño a mi hermana, pero sí quiero dar las gracias a las niñas o chicas, hoy mujeres y madres, que por aquellos años se esforzaron por no dejar a mi hermana sola. En estos casos, de buenos padres salieron hijas ejemplares: Marta Guillamón, Inma y Sol Alcázar. Como hermano, nunca les estaré suficientemente agradecido.

Esta soledad la sufría mi hermana sólo en el mundo cerrado del Opus y con las hijas de ciertas supuestas amigas de mi madre. Ni le ocurría en la playa, donde no le costaba encontrar amigas y amigos ni le ocurrió tampoco cuando disfrutó un verano en el mismo internado en Inglaterra donde yo había estado dos veranos. No tardó en hacerse buena amiga de todos mis antiguos amigos.

Por entonces estaba muy guapa. Era buena estudiante y una hija ejemplar para unos padres nada ejemplares. Todo parecía ir bien, pero en algún momento en que ella tuvo un bajón de esos bajones pasajeros que se cuentan por cientos en la adolescencia, mis padres decidieron que le haría bien llevarla a que le recetara algo el mismo Psiquiatra de Madrid que trataba a mi padre de depresión y que había conseguido que se dejara un tiempo el alcohol. Se trataba de un Catedrático Universitario que en los últimos años se ha hecho muy famoso, que no popular, por divulgar disparates como negar las ventajas del uso del preservativo en la prevención del SIDA o asegurar que la homosexualidad es una enfermedad. El buen doctor atiborró a mi hermana de psicofármacos, como suele hacer con todos sus pacientes. Le debió dar dosis calculadas para luchadores de sumo o pressing-catch. Las pastillas la hacían pasar el día medio dormida o dormida del todo, engordar –en plena adolescencia con la consiguiente pérdida de su autoestima-, temblar, trabársele la lengua al hablar, ser incapaz de fijar la vista para leer o estudiar, etc. Iba tan zombie por la vida que, siendo como ella era buena estudiante, tuvo que dejar sus estudios y esto sí que la hundió del todo. Además, empezó a albergar y a poner en práctica ideas suicidas, algo que después he leído que es un efecto secundario de los antidepresivos tricíclicos, como los que ella tomaba entre otros, en determinadas personas.

Con la autoestima destrozada, mi hermana tuvo varios intentos de suicidio. Por entonces, mi padre cargaba sin piedad contra ella como había hecho conmigo hasta que tuve edad de hacerle frente. No estaba dispuesto a consentir que mi hermana le quitara tiempo de atención de mi madre. Él quería acaparar toda la atención de mi madre para poder manipularla a su antojo y conseguir gastarse toda la herencia de mi abuelo y de mi tío maternos en tres días. Mi padre no sólo no se avergonzaba, sino que alardeaba de su filosofía de vida "Yo el dinero lo tengo para gastármelo, cuando se me acabe, me pego un tiro y listo". Ya escribí sobre esto, así que redundaré lo justo. Desde que mi madre heredara, mi padre había encontrado que ese era el sentido de su vida, gastar y gastar. No era comprador compulsivo, porque el comprador compulsivo se arrepiente después de haber comprado. Mi padre no. Para sacar adelante su plan de negocio, se encerraba en el salón de mi casa con mi madre, que también iba zombie de ansiolíticos y antidepresivos, para tenerla bien acorralada. Yo estaba en el trabajo o en mi casa, porque ya vivía sólo, pero mi hermana que siempre vivió con mis padres notaba mucho el vacío y que mi madre se alejaba de ella cuando más la necesitaba. Cuando yo estaba en su casa a mí me hacían lo mismo, encerrarse en el salón para que no les oyéramos, pero yo no dependía tanto emocionalmente de mis padres como mi hermana, que siempre sintió adoración por mi madre. Mucho más que yo, que también adoraba a mi madre hasta que abandonos y actitudes como éstas me abrieran los ojos para bajarla del pedestal. A mí el trabajo me tenía demasiado absorbido. Sin embargo, sí recuerdo conversaciones a solas con mi hermana en las que compartíamos que esta maniobra de mi padre nos resultaba muy molesta –nos hacía sentir como extraños en nuestra propia casa- y que no se nos escapaba qué pretendía mi padre con ella. A veces mi madre nos contaba que mi padre le decía "Tus hijos te abandonarán para hacer su vida y te quedarás sola conmigo. Al final sólo me tendrás a mí". Curiosa profecía autocumplida. Lo único que a mi padre se le olvidó decirle a mi madre es que él se ocuparía personalmente de que así fuera.

Por entonces mi hermana, al pasar de buena estudiante a perder un curso, se sintió perdida en la vida y quiso venir a trabajar conmigo a la empresa familiar. Yo quería que estuviera en la oficina, pero tuve la fatalidad de confiar en quien había sido la mano derecha de mi tío en la empresa, un elemento muy peligroso al que no tardé en tener que despedir por robar mercancía. Este pájaro se ofreció a ocuparse personalmente de formar a mi hermana en la empresa. Así, mi hermana empezó a trabajar en las líneas de producción, y a mí no me pareció extraño porque yo había hecho lo mismo antes que ella durante algunos veranos en vida de mi abuelo. Mi abuelo y mi tío pensaban que era la mejor forma de aprender y yo era demasiado joven para tener un criterio propio y estar en desacuerdo. De esta manera, mi hermana volvía a casa muy cansada y dolida de un trabajo duro en el que no encontraba ninguna satisfacción. Pasados los años mis padres me culparon de ello, y yo siempre habría preferido que me hubieran abierto los ojos en ese momento. Mi madre era firme para exigirme que le acercara 2 millones de pesetas para ir de compras o que le enviara inmediatamente un empleado, inutilizando así una línea de producción, para colgarle un cuadro, pero no abrió la boca para aconsejarme cómo hacerlo mejor que mi hermana se sintiera realizada en el trabajo. Hoy me arrepiento mucho de no haberla llevado en el trabajo a mi lado, que es donde habría tenido oportunidad de aprender mientras yo mismo aprendía, que por entonces estaba muy verde. Pero en ese momento yo no sabía más.

Después de uno de los intentos de suicidio de mi hermana, cuando mi padre se había vuelto a ensañar verbalmente con mi madre y, para no quedarse corto, con mi hermana, conseguí convencer a mi madre para que se separara de mi padre apelando al riesgo de suicidio de mi hermana.

Me cité con un buen abogado y mejor persona, Antonio Albaladejo, que había sido como familia para mi abuelo materno. El bueno de Antonio q.e.p.d. me prometió ayudarnos en todo, por la felicidad de mi madre y por la vida mi hermana. Pero como tantas otras veces mi madre ya había perdonado a mi padre mucho antes de que nos diera tiempo a dar un primer paso.

Una y otra vez mi hermana sufrió la crueldad verbal de mi padre contra mi madre y contra ella misma. Los intentos de suicidio se repitieron. En una de estas, mi padre después de insultar y ensañarse sin piedad con mi madre y con mi hermana, se escapó por la noche a beber. Esa noche mi hermana intentó suicidarse y tuvimos que llevarla a urgencias. En esa ocasión, como en otras muchas, llegamos a tiempo para evitar lo peor.

Al día siguiente una amiga de esas envidiosas de mi madre, un ejemplar sin vida propia o con una vida propia tan pobre que sólo se le hace soportable practicando la insana satisfacción de hacer daño a los demás, una arpía que como cotilla compulsiva se acaba enterando de todo, llamó a mi madre para decirle que ya sabía que habíamos llevado a mi hermana a urgencias y le preguntó abíertamente que qué le había pasado, aunque eso también lo sabía. Mi madre le respondió que había sufrido un ataque de alergia. Y ese desperdicio humano le contestó: “Si, ya, alergia”.

Leí un libro interesante de Francisco Gavilán con un título que me llamó la atención “Toda esa gente insoportable”. Allí el autor establece las categorías de toda esa gente insoportable con la que nos tropezamos y descubre sus motivaciones para comportarse así. La actitud en este caso, era la “insidiosa”: uno no se esfuerza por ser mejor cada día, sino que se pasa la vida intentando mediante la insidia que los demás se sientan peor que uno, porque así a uno se le hace un poco más soportable su propia inmundicia.

Justificaciones psicológicas a patologías del comportamiento y de las relaciones humanas aparte, atacar a una madre utilizando la enfermedad y el riesgo de muerte de su hija es lo más rastrero que se puede concebir. Algo imperdonable para una madre con el menor instinto materno. Suerte que mi madre a las “amigas” se lo perdona todo.

Esta basura maquillada, con peluca y envuelta en pieles es de las que van de buenas y caritativas. Sepulcro blanqueado, acosa a los curas de la parroquia, a veces más de la cuenta, les lava la sotana, hace la lectura en misa y pasa la cesta. Este despojo social es la que no ha parado hasta conseguir que mis padres no se hablen con su único hijo vivo.

Ha encontrado a una buena tonta en mi madre, porque mi madre le perdona todo. Le perdona que se ría de ella cuando le cuenta que mi padre se encuentra cansado. Le dice “¿Cansado tu marido? ¿De qué?”. A nadie que haya conocido un poco a mi padre se le escapa que ha vivido como un rey y que nunca ha dado un palo al agua, pero es absolutamente innecesario, y sobre todo cruel, recordarle a un amigo que se ha casado con la más fea del baile. Mi madre le perdona que juegue a la insidia con el intento de suicidio de mi hermana. Le perdona que interrogara al conserje del edificio, a la farmacéutica y a la empleada de hogar de mis padres para enterarse de sus intimidades o que interrogara a mi empleada de hogar para enterarse de las mías y que hasta lo intentara con la ginecóloga de mi mujer. Y no exagero, es real. Se llegó a enterar de que la esposa con la que se iba a casar un amigo mío era diabética para luego divulgarlo como si fuera un defecto y el matrimonio de mi amigo fuera a ser menos feliz por ello. Y se pasaba el día contando –imagino que le costaría ocultar la satisfacción- lo degradado que estaba un buen amigo mío, hijo de amigos de mis padres, que está enfermo y alcoholizado. Esa es su caridad cristiana.

Si el Cristo revolucionario y amor puro al que yo admiro y que tuvo el arrojo de echar a los mercaderes del templo llegara a encontrarse con esta mercader de inmundicia en un templo leyendo a los parroquianos o pasando la cesta enfundada en su abrigo de piel en ea Murcia presahariana, directamente le da una patada en el culo.
Y si los buenos de los budistas dicen que la ira es impropia de seres iluminados, es que ese día a la iluminación de Cristo se le fundieron los fusibles con mucha razón… y no pasa nada. Explicaciones a Iberdrola.

A medio día del día siguiente, cuando mi padre se despertó de dormir la mona, volvió a ponerse déspota con mi madre. Mi hermana, con toda su inocencia, le dijo, “¿Sabes que anoche me intenté matar?” y él contestó “Mucho teatro es lo que tienes tú". Como yo sabía que mi hermana estaba viva de milagro y vi que mi madre no reaccionaba para defender a mi hermana, intervine y le dejé muy claro a mi padre que quería que abandonara la casa de inmediato. Mi padre me contestó que dependía del precio. Pensando en la noche que había pasado mi hermana y ante la respuesta mezquina de mi padre no me lo pensé y le asesté un puñetazo haciéndolo caer de bruces. Pero yo no era tan duro y en ese momento me marché llorando. No me producía ninguna satisfacción pegar a mi padre. Más tarde mi hermana me contó que mi padre se levantó del suelo y se dirigió a la cocina, tomó un cuchillo largo y le pidió a ella que me buscara. Afortunadamente para todos, no debió insistir mucho.

Al día siguiente mi madre me dijo que mi padre había considerado mi atenta petición y me ordenó que le prepararan 2 millones de pesetas de las de entonces para volverse con su madre, mi abuela materna. Por cierto que a mi abuela, que se quedó en la gloria casando a su hijo, casi le dio un ataque de pánico al saber que su niño le iba de vuelta. Habitualmente mi abuela llamaba de año en año, pero esos días llamó todos los días para pedirle a mi madre que evitara que mi padre volviera con ella.

No había pasado aún una semana cuando mi madre salió en busca de mi padre, que estaba en Madrid y ya no le quedaba dinero. Le perdonó todo, se reconciliaron y para celebrarlo, se tomaron unas vacaciones en Lanzarote y se llevaron a mi hermana, que también en el hotel intentó suicidarse.

Como mis padres se estaban puliendo la empresa a la vez que el resto de la herencia, y la empresa heredada arrastraba pérdidas de años anteriores, cosa que a mis padres les traía sin cuidado, me tocó insistirle mucho a mi madre hasta conseguir que me vendiera la mayoría de las acciones de la sociedad para que yo se las fuera pagando mes a mes tirando de cuenta de socio, un absoluto disparate desde el punto de vista del coste fiscal, pero que entonces era la única fórmula que se le había ocurrido al asesor fiscal de la empresa para proteger a la empresa del espolio al que la estaban sometiendo mis padres. No conseguí que mi madre me escuchara y atendiera razones hasta que una vez se empeñaron en hacer un enésimo viaje, esta vez por los fiordos noruegos y cerca del Polo Norte. Entre las prisas del viaje y mi insistencia conseguí llevarla a Notaría.

Mi padre sabía que eso significaba vender poder en la empresa y que la empresa era la mitad del patrimonio heredado por mi madre. Se volvió loco por una operación tan torpemente planteada por el asesor y profesor universitario que redactó la minuta que más tarde la tuvimos que deshacer con otros asesores. Pero el heredero consorte se pasó todo el tiempo antes de salir de viaje machacando a mi hermana diciéndole a solas que yo no tenía escrúpulos y que los iba a dejar a todos ellos en la calle. Le insistía en que mi madre, al firmar la venta de acciones, se había olvidado de su hija y la había abandonado a su suerte. Pelín incoherente viniendo de quien decía que el dinero (de mi madre) él lo tenía para gastárselo y cuando se le acabara se pegaba un tiro y listo. Pero debió ser muy convincente porque mi hermana acabó creyéndole. Y es que yo sé bien cómo podía llegar mi padre a ser de machacante y persuasivo.

Así que mis padres tomaron rumbo hacia los fiordos noruegos y el Polo Norte abandonando a su hija con sus tendencias suicidas. Mi padre se negó a que mi hermana les acompañara porque decía que era peligroso que se quisiera tirar por la borda. Por lo visto, le parecía más seguro dejarla sola en una casa en la que había más psicofármacos que en muchas farmacias. Yo le había insistido a mi madre en que tenía que guardar la medicación bajo llave, pero tampoco en eso me hizo caso. Incluso la empleada de hogar se lo había advertido, pero mi madre seguía sin darle importancia al peligro.

Cuando mis padres se marcharon, mi hermana parecía encontrarse bien y nada hacía pensar en el fatal desenlace. Tenía una cita con su Psicóloga y no faltó. Cuando luego hablé con la Psicóloga me reconoció que esa tarde había encontrado muy bien a mi hermana. Tenía comprado billete para viajar en autobús al pueblo de unas tías mías, con las que mi madre se había criado y que querían a mi hermana con locura, para pasar con ellas hasta la vuelta de mis padres.

Yo entonces vivía tres pisos más arriba en el antiguo piso de mi abuelo. Por prudencia tenía que haber dormido con mi hermana esa noche en casa de mis padres, para no dejarla sola. Pero la encontré muy bien de ánimo y con mis veintipocos años y una fiesta universitaria esa noche, cometí el disparate de salir de fiesta hasta bien tarde. Maldita esa noche en que yo también abandoné a mi hermana. Cuando a la mañana siguiente antes de ir al trabajo quise pasar por casa de mis padres para ver a mi hermana, ella yacía en el suelo de su dormitorio boca arriba. En la mesa encontré una nota: "Os perdono a todos, incluso a tí, Paquito".´Así me llamaba ella. Como por entonces yo me llevaba muy bien con ella, eso me convenció de que mi padre la había estado machacando antes de irse con la idea de que yo los iba a dejar a todos en la calle.

Inmediatamente llamé al ATS que nos había ayudado a cuidar de mi abuelo y llevamos a mi hermana a urgencias. Avisé también a mis tías, que no tardaron nada en tomar un taxi y presentarse en el hospital. Yo pensaba que no era sino un susto más y que mi hermana de nuevo saldría de aquélla. La ingresaron en la UCI.

Se debió arrepintir de tomarse las pastillas, por eso la encontré en el suelo de su dormitorio, camino del baño, y no en la cama. Pero yo no estaba con ella para evitar que se tomara las pastillas ni para ayudarla y un vómito le había entrado en el pulmón y causado una neumonía. Yo estaba de fiesta mientras mi hermana se quería morir. Para mí es duro vivir con eso. Una Psicóloga me dijo que cada vez que se suicida una persona es como si dejara una nota acusando a todo su entorno de no haber hecho más para evitarlo. Todos nos sentimos culpables. Pero debe funcionar sólo para los humanos, porque mi padre lo que hizo a partir de la muerte de mi hermana era utilizarla para culpar selectivamente a los familiares y amigos de mi madre que a él no le gustaban de forma que ella se enemistara con ellos y se aislara.

A los quince días mi hermana murió. Yo me escapaba todos los días del trabajo para llegar a los pocos minutos de visita en la UCI. Mis tías hacían guardia en la sala de espera día y noche. Como yo salía todos los días de la oficina para ir al hospital, el empleado de confianza de mi tío, que era precisamente quien le robaba mercancía y pretendía seguir haciéndolo, debió pensar que yo ya le había descubierto. Se equivocaba. Tardé unos meses más en descubrirle. Supongo que me seguiría y se informaría en el hospital, no sé ni cómo. Al día sigueinte en el trabajo me dijo que se había enterado de lo de mi hermana y me puso los pelos de punta al advertirme algo que los médicos no nos habían dicho: que si mi hermana se salvaba, tendría que vivir con daños cerebrales.

Cuando avisamos a mi madre, su primera reacción fue no creernos, una reacción, la negación, más que natural ante la noticia más dolorosa que le pueden dar a una madre. A partir de ese momento llamaba sólo al director del hospital, que era amigo suyo. Intentó volver de su crucero, incluso pidiendo que un helicóptero la llevara a tierra, pero no le fue posible. Los desgarrados gritos de dolor de mi madre a su vuelta a casa no se me olvidarán nunca. Un día más tarde de la vuelta de mi madre, mi hermana moría en la sala de la UCI.

Yo me encerré en mi trabajo. Un empleado vino a pedirle a mi madre cerrar la empresa al día siguiente en señal de luto y yo sugerí no hacerlo. Mi madre me espetó "Que no se ha muerto un perro, se ha muerto tu hermana". Pero yo necesitaba trabajar para no sentir. No quería pararme a encajar las emociones. No me lo podía permitir. Era demasiado doloroso para mí.

Luego llegó la autopsia, el entierro y las preguntas morbosas de la gente. Aunque yo en vida, para proteger a mi hermana, habría mentido sobre sus ideas suicidas, una vez que falleció no veía necesidad de ocultar una causa de muerte tan triste como cualquier otra desgracia que se lleva por delante una vida tan joven. Mi madre al principio negaba el suicidio. Imagino que aun entonces sentía que así protegía a su hija.

Recuerdo que el zapatero que tenía su local en los bajos de mi edificio me advirtió un día: "Si escucharas los comentarios que hacían algunas amigas de tu madre sobre la muerte de tu hermana, verías que tipo de gentuza se hacen pasar por sus amigas".

Lo cierto es que yo aún no he encajado la muerte de mi hermana. Por instinto de supervivencia, no me he querido enfrentar a la pérdida y evito pensar en ello.

Probablemente no es lo más sano, pero sí lo menos doloroso. Eso no evita que cuando me acuerde se me escape alguna lágrima. Siento que escribir todo esto y exponerlo abiertamente me ayuda un poco a aflorar esos profundos sentimientos que soy muy consciente que no es sano reprimir durante tanto tiempo.
A veces, cuando más desgraciado me siento, pienso que debía haber sido yo y no ella. Pero inmediatamente reacciono y reconozco que es una estupidez, primero porque me siento muy feliz de haber formado una familia y luchar para darle lo mejor a mi hijo y segundo, porque me digo a mí mismo que la muerte de mi hermana le ha ahorrado a ella todo el sufrimiento que yo he tenido que padecer conforme he ido abriendo los ojos para descubrir en qué se han ido convirtiendo mis padres.

Feliz con sus compañeros en InglaterraTe quiero, María Teresa. Ojalá te lo hubiera sabido demostrar mejor.

Cuida de tus padres, que no están bien y no se dejan cuidar. Sobre todo, protégelos de las malas compañías.

Protege a mi hijo, tu único sobrino. Sé su ángel de la guarda.

Dale un abrazo a esos seres queridos nuestros que están contigo y que también echo mucho de menos.

Sabes que nos volveremos a ver cuando todo esto haya acabado. Voy pensándome en qué me reencarno, por si dejan elegir. Diles que no se den prisa en llamarme, que aquí me queda mucho por hacer.

28 comentarios:

  1. Me has hecho llorar.
    Solo se me ocurre decirte que estoy contigo de corazón.
    Un fuerte abrazo.

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  2. Lujaban, agradezco mucho que me hayas leído y que me lo hagas saber y que hasta me muestres tu apoyo. Créeme, para mí representa mucho. Un fuerte abrazo.

    En la próxima, volveré a nuestra revolución pacífica, que nuestro mundo globalizado está muy chungo, pero este país o lo que queda de él está para salir corriendo ya mismito.

    Por cierto, echo de menos el blog Diencéfalo. A ver si nos da una alegría y después de un descanso vuelve a la resistencia. Suma y sigue. Yo me sumo y sigo denunciando injusticias.

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  3. Gracias por tus amables palabras, hay que seguir adelante a pesar de todo y de todos.
    Y apoyo tu moción, ojalá que D.Luis reviva...

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  4. Anónimo3/3/09 23:44

    confieso que me has echo llorar. Eres un hombre muy duro y fuerte,estoy completamente seguro que des de allí arriba tu hermana, abuelo y tio están orgullosos de tí. un fuerte abrazo.

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  5. Muchas gracias por el apoyo y un abrazo muy fuerte.

    Al menos espero seguir siendo suficientemente fuerte para darle cariño, educación, valores, espíritu crítico y claridad de ideas a mi hijo para que tenga muchas oportunidades de ser feliz en la vida. Mientras él sea feliz, sus padres sin duda lo seremos.

    Un fuerte abrazo y muchas gracias.

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  6. Nunca te le dije pero siempre admiré de tí dos aptitudes: Fuerza interior y Personalidad.

    Tu amigo Fernando

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  7. #Amigo Fernando:

    Me alegro mucho de haber compartido esto contigo. No es la primera vez que compartimos adversidades, tribulaciones y penas juntos, pero sí es la primera vez que expongo algo tan duro.

    Un fuerte abrazo y cuídate mucho

    Por lo demás, te escribo en privado a tu cuenta de correo

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  8. Paquito eres muy querido por mí. Valiente. Eché mucho de menos a Mª Teresa y por ella sufrí mucho, como ahora que me haces llorar. Creo que al expresar tus sentimientos, tú estás mejor, pero yo quedo afligido, muy afligido. Respeto a tus padres y, desde luego, cuentan con mi cariño. Ya sabes, tu padre hace lo que puede, olvida sus errores contigo y perdónalo: no ha sido consciente de ellos.

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  9. @Querido Juan:

    Sé que mis padres también te quieren mucho. No porque yo lo imagine, sino porque los he oído hablar con verdadero cariño de ti y de lo mucho que sentiste la muerte de mi hermana. Lo mucho que te quieren mis padres fue lo primero que te dije la última vez que nos encontramos cuando te presenté a mi mujer y a mi hijo.

    No tengo nada que perdonar a mis padres, está todo más que perdonado. Al menos todo aquello a lo que puedo acceder de forma consciente. Nada me gustaría más que darles un fuerte abrazo. Pero eso hoy no depende de mí y es otra historia. Si pudiera darles ese abrazo, probablemente ni siquiera habría necesitado poner todo esto por escrito e intentar compartir tantos sentimientos.

    Ni mi padre ni mi madre tuvieron una infancia y adolescencia fáciles. Me he esforzado por conocerlas para intentar comprenderlos lo mejor posible, del mismo modo que muchas veces he hecho esfuerzos por recordar los mejores momentos que he vivido con mi padre sólo para ayudarme a perdonarlo. Y en todos sus errores, que todos los tenemos y nadie juzga con más severidad los míos propios que yo mismo, ellos mismos también han resultado perjudicados y víctimas.

    Fíjate si fue dura la infancia de mi padre que no habla nunca de ella. He necesitado conocer a mi abuela hace unos años para comprender la falta de cariño y comprensión con la que creció mi padre. Y entonces no había blogs donde expresarse y desahogar uno sus penas, así que mi padre las ahogó en alcohol y mi madre las lloró a solas.

    Además, me sería imposible guardarle ningún rencor a personas que están tan delicadas de salud. Cómo puede alguien guardarle rencor a una madre que ha perdido una hija y a un padre al que acompañé cuando hace unos pocos años el neurólogo le diagnosticó una enfermedad neurológica irreversible y progresiva, diagnóstico que afortunadamente para él sólo mi madre y yo entendimos.

    Piensa que aunque yo escriba todo esto para desahogarme, es como darle cuatro patadas a un almohadón o tirar con fuerza recipientes de vidrio en su contenedor. Quiero que lo negativo que me pueda quedar dentro más allá de lo consciente se canalice y salga fuera sin perjudicar a nadie y así cuando me reencuentre con mis padres sólo les pueda ofrecer sentimientos positivos de amor y compasión.

    Esta parte de vivencias es la única razón por la que he preferido esconderme detrás de unas iniciales y no escribir mis apellidos. Es cierto que he invitado a personas a compartir mi dolor, amigos que me quieren bien y no conocen ni van nunca a conocer a mis padres y a otras muy pocas personas que me quieren bien a mí, quieren bien a mis padres y que precisamente por ello sé que son incapaces de juzgarnos ni a mí ni a ellos. Es tu caso, Juan.

    Un fuerte abrazo, amigo y siento mucho haberte removido sentimientos. Es sólo que no puedo concebir un homenaje a mi hermana sin daros las gracias a los que tanto la quisísteis.

    Lo dicho, un fuerte abrazo. Espero volver pronto a abrazar a mis padres y contarles que te he encontrado en la blogosfera.

    Paco

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  10. de casualidad buscando noticias en internet caì aqui... y me tome el atrevimiento de leer...
    simpre hay gente mala y envidiosa... siempre he creido en la justicia divina... ten fe... qye bueno que hayas escribido esto,se que te habra servido de desahogo para no reprimir tu dolor.
    Comprendo en parte por lo que has pasado... y te doy la razon... la gente que vive en la "secta" del Opus Dei es muy cruel y racista.

    saludos!

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  11. @Sara:

    Antes de nada, permíteme que te corrija: no te tomaste el atrevimiento de leer, aceptaste una invitación a leer y te lo agradezco.

    Muchas gracias por tus palabras de ánimo. De verdad que las agradezco.

    Reconozco que a mí me resulta muy difícil ser objetivo con el Opus Dei, si bien es cierto que nadie puede decir que hablo desde la ignorancia porque lo conozco muy bien después de haber estudiado 12 años en uno de sus colegios, pero conocí una cara muy poco amable donde la compasión, que para Jesucristo era un valor fundamental, para la Obra, hasta donde yo la he conocido, es muy secundaria.

    He encontrado algunas personas muy buenas en la obra, pero siempre he estado convencido de que esas personas habrían sido igual de buenas de haber sido católicos sin más, protestantes, ortodoxos, musulmanes, judíos, budistas o ateos.

    Para ser justo, también tendría que decir que estoy igual de convencido que las personas viles o crueles que he podido encontrar en el Opus Dei, lo serían igual si no pertenecieran al Opus. Del racismo, nunca supe antes porque cuando yo estudiaba había muy poquitos inmigrantes en España, así que no tuve oportunidad de oir siquiera algún comentario en ese sentido. Sí pude apreciar, y puede ser una apreciación subjetiva, el elitismo, un principio que en su lado más oscuro puede derivar fácilmente en clasismo y en otros "ismos", aunque el racismo chocaría un poco con su conocida expansión en latinoamérica. Por lo que yo he podido ver, las personas que más les han interesado han sido personas nacidas en un entorno muy acomodado, o con excelentes relaciones sociales o sin nada de ésto pero con mucho potencial para acabar triunfando profesional y económicamente. También es cierto que donde yo estudiaba era difícil no encontrar de los primeros dos supuestos. El propio fundador decía que él quería igual a los vagos, porque también son hijos de Dios, pero que no los quería en el Opus Dei. Aunque la lectura positiva de esas palabras es un valor noble, como la sacralización del trabajo, los que somos libres y tenemos espíritu crítico, podemos no intepretarlo sólo así.

    En fin, Sara, que me perdonen algunos viejos amigos de mi colegio que hoy de una forma u otra están viculados a la Obra, incluso algún familiar, pero es mi visión personal que como tal puede ser muy subjetiva, pero a estas alturas de la vida no quiero perder la sinceridad y la coherencia conmigo mismo.

    Un abrazo y muchas gracias por tus palabras de aliento

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  12. Querido Paco, yo como Sara he encontrado tu blog por casualidad buscando otra cosa, he empezado a leerlo y no he podido parar. Siento mucho lo que has sufrido y siento mucha pena por tu hermanita, ojalá! el mundo fuese mejor para que angelitos como ella pudiesen encontrar su lugar... Te agradezco tu escrito, que además está muy bien escrito, creo que nos ayuda a ser consciente, una vez más, de lo importante que es cuidar los unos de los otros. Coincido contigo en muchos de los comentarios que haces.
    Os deseo lo mejor a ti y a tu familia, cuida mucho a tu mujer y a tu hijito. Espero que ya hayas podido abrazar a tus padres. Yo no soy religiosa, tengo enormes dudas sobre la existencia de Dios, pero creo en las buenas personas y tu me lo pareces, espero que puedas vivir en paz. Carmen

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  13. @Carmen:

    Gracias, Carmen, por tu comentario y por tus palabras de apoyo.

    Yo cada vez creo menos en las casualidades, creo que si has llegado hasta aquí es por alguna razón de causalidad, no de casualidad, que algún mensaje había aquí para tí, aunque no me conozcas de nada y por raro que suene. Siento ponerme tan esotérico, pero es así como lo entiendo.

    Yo creo en la vida más alla de la vida y que el sentido último de esta vida es aprender y crecer como ser, por eso la vida te pone pruebas del mismo modo que te ofrece recursos para superarlas, para conseguir levantarte y seguir adelante convirtiéndote en alguien mejor que eras antes de esa experiencia. Otras veces no aprendemos y estamos obligados a repetir la lección una y otra vez. Pero en fin, es una visión muy personal.

    Ya que me he puesto tan trascendental, estoy convencido de que nuestra vida tiene un sentido más allá del que podemos encontrarle. Hay quien no cree, hay quien cree y abraza confesiones religiosas y comulga con sus dogmas, hay quien, como en tu caso, mantiene despierto un espíritu inquisitivo muy sano y tiene sus dudas, y hay otros, como en mi caso, que sin abrazar ninguna confesión religiosa creemos en algo superior, que otros llaman Dios, y que yo prefiero llamar amor universal infinito porque es mi forma de entenderlo. Por eso me siento religioso porque ser religioso significa literalmente sentir e integrar en tu vida que todos estamos "religados", que no puedo hacer daño al prójimo sin hacerme mucho más daño a mí mismo y que cuando doy amor estoy recibiendo mucho más de lo que doy. Yo así lo siento y lo intento aplicar en mi vida, pero no soy ningún iluminado, así que no siempre me resulta fácil ni lo consigo, como nos sucede a todos.

    Muchas gracias por tus buenos deseos. Aún no he podido abrazar a mis padres, pero algo me dice que no está muy lejano el día en que podré hacerlo.

    Y en cuanto a vivir en paz, estoy obligado a hacerlo si quiero darle felicidad a mi hijo, no puedo darle felicidad si sigo atado al pasado, precisamente por eso he escrito todo ésto, para enterrarlo de una vez por todas, guardándome sólo lo mejor de él, como mis buenos momentos con mis padres, que sin duda también los hubo, y como mi amor a mi hermana, y desechando todo lo que conviene borrar y enterrar.

    Un fuerte abrazo y muchas gracias, Carmen

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  14. Buscando una respuesta a còmo podrè explicarle a mi hija que mi hermana se suicidò hace ya 11 años, me encontrè con tu escrito, y no puedo parar de llorar, nunca pensè que alguien màs tuviera una situaciòn tan parecida a la mìa...un abuelo que fuè màs bien mi padre, un padre bastante despreocupado y desobligado, mi madre encerrada en su mundo, y yo intentanso seguir adelante con mi nueva vida,no es que me de gusto tu tristeza, pero...hoy me has hecho sentirme menos sola. Mi padre muriò hace 6 años y no pude darle un abrazo como el que tù mencionas, y aùn hoy no sè si estarìa lista para dàrselo aunque estuviera vivo...es algo muy dificil de hacer...que tengas una buena vida con tu esposa y tu hijo.

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  15. @Anónimo:

    Siento mucho lo de tu hermana. Es algo que pasan años y años y uno sigue sin acabarlo de encajar, lo dejamos a un lado para poder seguir adelante y evitamos ahondar en ello para que no duela, por puro instinto de supervivencia, tan humano como legítimo y tan legítimo como necesario.

    Te agradezco mucho tu comentario y te aseguro que a mí también me reconforta mucho pensar que en algún punto del Universo existe otra persona que de verdad puede comprender en toda su complejidad cómo me siento sobre la tragedia de mi familia.

    Sospecho que quizás a ti también te ocurra que en ciertos momentos te preguntes cómo es posible que todo se acabara viniendo abajo. Si uno se retrotrae a los momentos de felicidad infantil, que sin duda también los hubo, cuesta explicar que todo ese universo que teníamos a nuestro alrededor se acabara desvaneciendo a golpes de dolor.

    Te agradezco mucho los buenos deseos. Yo también te deseo de corazón que en el presente y en el futuro encuentres muchos momentos de felicidad. Nuestras familias, las del presente y no las del pasado, las que hemos buscado y no las que nos hemos encontrado, nos necesitan fuertes y felices. Y las del pasado tienen las puertas abiertas para participar de esa felicidad, aunque eso muy lamentablemente no depende sólo de nuestra voluntad.

    Un abrazo fuerte y sentido

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  16. Me he enganchado. Siento todo lo que te ha pasado.
    ¿y de tu familia paterna que hay? Haces algun comentario de tu abuela paterna y por lo que dices debe ser muy especial.

    gracias por tu blog

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  17. mi hermano se suicidó hace un mes, y entiendo todo lo que escribes y eres el ejemplo a seguir de como canalizar esta situación tan difícil,saludos...

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  18. Respondiendo acerca de mi familia paterna, en primer lugar, gracias por el interés mostrado. Con mucho gusto te cuento lo poco que sé.

    Parece ser que mi abuelo era un bendito que sufría estoicamente el fuerte carácter de mi abuela. Yo apenas lo conocí, pero por poquísimo que me han contado de él, sé que comparto su afición por pasear durante horas. Él caminaba por la isla de Gran Canaria, yo hago lo mismo por el monte mediterráneo, a veces solo, otras veces con mi mujer y mi hijo. Ahora a esto lo llamamos ahora senderismo o trekking y tiene la categoría de deporte, pero seguro que entonces los que disfrutaban de esta actividad tan placentera se daban menos importancia.

    El único hermano de mi padre murió porque su hígado se había convertido en una destilería de alcohol que, sobrecargada, al final dejó de funcionar. Después de su muerte mis padres perdieron el contacto con su mujer y sus hijos, mis primos.

    Teniendo en cuenta el alcoholismo de los dos hermanos y la depresión crónica de mi padre, no puedo dejar de cuestionarme qué fue primero, el huevo o la gallina, dicho más claro, si fue la falta de afecto que mi padre y mi tío recibieron de su madre la que les llevó a apartarse de ella y les hizo incapaces de dar afecto a otros o, por el contrario, fue la conducta de los hijos la que hizo que mi abuela acabara distanciándose de ellos, aunque cuesta creer que una madre no luche por permanecer lo más cerca posible de sus hijos, pero no es nada que me deba sorprender demasiado cuando recientemente yo he sufrido lo mismo de mi madre. Imagino que como en tantas cosas en esta vida, ninguna de las dos lecturas apuntadas contiene la verdad absoluta y que para entender la realidad de esta tragedia familiar hay que tener en cuenta ambas posibilidades. Mi abuela probablemente fue fría con sus hijos, pero ello no es razón para determinar la frialdad y la crueldad de mi padre hacia mí y hacia mi hermana, porque si así fuera yo mismo me vería igualmente condicionado a repetir ese patrón con mi propio hijo. Y afortunadamente yo soy muy feliz dando a mi hijo el amor que nunca recibí de mi padre.

    Quiero dejar claro que hablo por el caso de mi padre, porque casi no tengo referencias de su hermano. Apenas he tratado a mi familia paterna y mi padre apenas habla de ella, lo cual creo que ya dice bastante de los recuerdos que mi padre tiene de su infancia.

    Mi madre me contó sobre mi abuela paterna que cuando yo nací y mis padres viajaron a presentarle su nieto a mis abuelos, al poco tiempo ella "invitó" a mis padres a volverse a Murcia porque al parecer ya se había cansado de la visita.

    Cuando yo le puse las maletas a mi padre en la puerta de casa después de uno de los intentos más serios de suicidio de mi hermana, mi madre llamó a mi abuela para avisarla de que mi padre tenía intención de volver a su hogar materno y ella aterrada contestó que si esa era la intención de mi padre, prefería marcharse inmediatamente de la casa antes de que él llegara porque le tenía verdadero pánico.

    Por su falta de interés por mí, a mi abuela apenas la he tratado y lo último que sé es que la pobre anciana sufre demencia senil y mi madre, su nuera, ha pedido su incapacitación legal. No le guardo ningún rencor. Cualquiera con un poco de humanidad se rinde ante la vulnerabilidad de una persona anciana. Sólo espero que lo que mis padres están haciendo con mi abuela sea para el bien de todos ellos.

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  19. Qué fuerte tu historia! Realmente admiro tu fortaleza, yo la verdad no sé si podría con tanto . Me siento mal x mi hermana que intento suicidarse hace 1 año y no puedo vivir tranquila del todo por el miedo y porque ella no tiene ganas de superacion, eso m pone muy triste. Ella no ha intentado de nuevo eso y está jovencita tiene 16 añitos. Yo deseo con todo el corazón que vuelva a ser como antes , que quiera estudiar o trabajar, que esté mas a nimosa ... Me duele mucho pero siempre trato de apoyarla , no es facil ya que yo estudio y a veces mi fuerza no da para mas ... mi concentracion en los estudios se bloquea cuando pienso en mis hermanas (la de 16 y la de 19)ya que la de 19 tambien anda en problemas , es muy alterada. Todo tiene un porqué y se debe al daño que nos hizo nuestro padre que no debe recibir esa palabra "padre", gracias a él y sus asquerosas acciones de tocamientos y deseos insanos con sus hijas , mis hermanas se lastimaron demasiado el autoestima, el alma y el pensamiento , y de paso yo tambien, pero creo q al igual q tu mi refugio fueron los estudios y trabajar.Tengo 21 años , soy mujer , y lo unico que pido a la vida es ayude a mis hermanas y a Dios que las proteja siempre y nunca mas intente algo asi mi hermana de 16. solo quiero vivir tranquila sin esa angustia constante que tu debes entenderla perfectamente. Perdón si cuento mi historia brevemente pero queria desfogarme . Animo , oraré por ti, por tu familia, para que seas muy feliz en adelante. Bendiciones

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  20. Muchas gracias por tus palabras, Sandra

    Siento mucho por lo que habéis pasado. Por desgracia no dan un carné de aptitud para ser padres y madres, ni siquiera para validar las aptitudes más elementales como la voluntad inequívoca de proteger y no hacer daño a los propios hijos.

    En mi caso han bastado unos años para conseguir reconciliarme totalmente con mis padres. Llegan a una edad en la que los ves muy vulnerables y les perdonas todo. Los quiero, nunca he dejado de quererlos por mucho que me hayan hecho sufrir y me siento mucho mejor perdonándoles y estando a su lado. Por otro lado, mi hermana no habría hecho menos. Ella sí era puro amor.

    Lo que me cuentas es durísimo. Protege a tus hermanas en la medida que puedas, y cuando no puedas más intenta no sentirte culpable por ello, eso no te ayuda ni a ti ni a ellas. A veces bastará con que ellas sepan que estás ahí para ayudarlas cuando estén preparadas para dejarse ayudar. Que no les quede duda de que te van a tener siempre que te necesiten.

    Que no te avergüence pedir ayuda competente. Es tu padre quien tiene que avergonzarse, vosotras podéis ir con la frente más alta que nadie. Y si recurres a esa ayuda, recuerda que no estás obligada a hacer todo lo que te digan al pie de la letra. Nadie de fuera conoce la situación como quienes la habéis padecido. Desde fuera es muy fácil teorizar, sermonear y dar consejos, pero si algo sale mal el sufrimiento siempre será vuestro.

    De verdad, me cuesta decirte más ante una situación tan dura. Os deseo de corazón a ti y a tus hermanas que en adelante la vida os compense todo el sufrimiento que habéis padecido.

    Un fuerte abrazo, Sandra

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  21. Hola, mi hermano pequeño, mi canijillo,se suicido hace casi 4 años y aun sigo aprendiendo a vivir con ello,mi situacion familiar tambien ha sido mas bien nula,solo teniamos a mi madre y era alcoholica asi que poca ayuda pudo darnos aunque ahora que mi madre dejo el alcohol a mejorado mucho la relacion, porque como has dicho en un comentario en esta vida hay que perdonar los errores. Eres todo un ejemplo de superacion, ojala mi proceso de aceptacion y mejora personal llegue algun dia a la misma altura que el tuyo.Porque la verdad que desde entonces malvivo como puedo en mi soledad y tristeza, se que no hace falta ser feliz para vivir pero a veces viene bien saber que no soy el unico que a pasado o esta pasando por esta situacion. agradecerte el que hayas compartido tus vivencias con nosotros y me quedo con tu manera de vivir lo sucedido superando la sensacion de culpa inevitable, aceptando que la decision de vivir solo puede tenerla la persona dueña de su vida.
    Gracias

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    1. Hola, Héctor

      La pérdida de un ser querido tan próximo nunca se llega a superar del todo, así que solo queda aprender a vivir con ello. Es más fácil de decir que de hacer, pero cada uno tiene sus recursos voluntarios y a veces nos sorprende la ayuda de recursos involuntarios con los que no contábamos. Dentro de lo que sí puedo controlar con mi voluntad intento pensar que mi hermana al tomar esa decisión se ahorró mucho sufrimiento y que yo no querría nunca verla pasar por lo que yo he pasado con mis padres después de que ella faltara.

      Dentro de los recursos involuntarios, mi mente, probablemente obligada por el más puro instinto de supervivencia, fue intentando evitar pararse a pensar en ello, algo que difícilmente habría conseguido si yo me lo hubiera propuesto voluntariamente, porque, cuando nos enfrentamos a sentimientos tan intensos como este dolor, la fuerza de voluntad se suele quedar muy corta.

      Me parece muy positivo que aceptes y respetes la decisión de tu hermano como yo he hecho con la de mi hermana. Tengo claro que su vida solo le pertenecía a ella y que nadie puede obligar a nadie a soportar una vida que le resulta insufrible. Y que lo acepte y respete no significa que, si pudiera volver atrás, no habría hecho todo cuanto estuviera en mis manos para haber ayudado a que no tomara la decisión en ese sentido, porque estas decisiones a menudo la víctima las toma en un momento de máxima ofuscación, un episodio más o menos de su existencia en que su vida se le ha convertido en algo insoportable.

      Me habría gustado haber ayudado a que mi hermana pasara ese momento de ofuscación y creo que, con lo que sé ahora, que no es en absoluto lo poco que sabía cuando la perdí, habría podido intentar ayudarla a recuperar las ganas de vivir. Pero el momento fue otro, pertenece al pasado y en ese momento no fui suficientemente consciente de su sufrimiento ni del riesgo de perderla y ni siquiera sé si habría acertado intentando ayudarla. En cualquier caso, darle vueltas a esta idea es un ejercicio tan inútil como doloroso. Por suerte, así lo veo y no caigo en la trampa.

      Una vez leí que cuando una persona se suicida, las personas que la queremos solemos añadir a la tragedia una carta de acusación dirigida a nosotros por no haber hecho más para salvarla. Es casi inevitable tomarlo así en mayor o menor medida, pero podemos pensar que si no hicimos más es porque en ese momento no supimos hacer más. Y pensar así no es engañarnos para paliar nuestro dolor, es comprender de verdad la realidad. Si hubiéramos sabido mejor como ayudar, lo habríamos hecho mejor. Y, aun poniendo lo mejor de nosotros mismos, no habríamos podido controlar del todo que nuestro ser querido tomara al final esta decisión sobre su vida.

      Después de la pérdida de mi hermana he pasado otros momentos muy difíciles en mi vida, que casi siempre han tenido mucho que ver con mis padres. Aun así, me esfuerzo por ser mejor cada día, por intentar ir encontrando mi felicidad, superando todos los obstáculos, limitaciones y condicionantes que nos impone la vida por duros que sean, y, a veces, como tú bien dices, en los momentos más bajos, tengo que conformarme con mantener las fuerzas para vivir.

      Un abrazo muy fuerte y todo mi ánimo

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  22. Hola,

    yo también he caído aquí buscando una historia que me haga pensar que no soy la única persona pasando por algo como esto. A veces el duelo se me hace demasiado complicado, al no entender nada. Mi hermano se suicidó hace ahora 4 meses, y todavía me cuesta creerlo. Nuestras historias se asemejan mucho, solo que, al contrario que en tu caso, mi hermano nunca dio ni la más mínima señal de querer suicidarse, y el primer y único intento provocó la fatal tragedia, además en un momento en el que pensábamos que estaba bien, animado, fue y es todo muy incierto y desconcertante.

    Muchos ánimos, y adelante. Eres claramente una persona muy fuerte, y al final (y esto lo digo también para repetirmelo a mí misma, que a veces se me olvida) de todo se sale.

    Un saludo.

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    1. Gracias por tu comentario. Siento mucho la reciente pérdida de tu hermano.

      Creo que no ayuda nada esforzarse para intentar entender un hecho tal doloroso que ya está consumado y que muy lamentablemente no vas a poder cambiar. Esto no es algo que se resuelva comprendiéndolo. Esforzarnos para intentar comprender una pérdida tan terrible no nos hace ningún favor y, además, es un ejercicio inútil y condenado al fracaso porque nunca acabaríamos de comprender todos los factores que pudieron desencadenar el peor de los desenlaces.

      Si uno se propone hacer un esfuerzo de razón, es preferible que sea un ejercicio sano, como aceptar y respetar la decisión del ser querido que ha decidido que no quería sufrir más. Es mi opinión muy humilde, porque cada uno afronta sus pérdidas como mejor sabe. No es un consejo, yo me cuido mucho de darlos porque tengo claro que mi experiencia no vale más que la de ninguna otra persona, solo cuento lo que en mi caso particular prefiero evitarme, pero cada uno experimenta sus vivencias de forma única y lo que funciona para mí puede no funcionar para otra persona que haya vivido una experiencia parecida, porque las experiencias nunca serán idénticas y mucho menos nuestra forma personal de afrontarlas

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    2. Que uno evite darle vueltas a la cabeza y racionalizar para pensar qué pudo fallar no significa que uno no acabe sacando conclusiones, creo que la mente humana acaba haciendo su trabajo por difícil que se lo pongamos. En el caso de mi hermana -y creo que en ningún caso parecido- es posible llegar a conclusiones simples. Concurrieron a la vez distintas circunstancias, que todas juntas y a la vez, resultaron fatales. Probablemente no habría perdido a mi hermana si mis padres no la hubieran llevado a un psiquiatra irresponsable habituado a atiborrar a pastillas a sus pacientes. Las dosis de mi hermana eran tan fuertes que ella, habiendo sido buena estudiante, se llegó a ver incapaz de estudiar y, en la frustración de sentirse tan incapaz, la autoestima se le vino totalmente abajo, así como las ganas de vivir. Sumémosle a eso que después he sabido que los antidepresivos tricíclicos administrados a adolescentes pueden inducir a la autolisis y al suicidio. Eso explica que mi hermana nunca había tenido ideas suicidas, pero le aparecieron en cuanto empezó a intoxicarse con psicofármacos. Así que la desafortunada elección del psiquiatra fue un factor decisivo.

      Pero hubo muchos más factores, aquí no podemos buscar explicaciones simples. Tampoco me alivia echarle la culpa al psiquiatra. No gano nada con ello. En algún momento alguien pensó que una adolescente que atravesaba un bajón de ánimo pasajero y que, además, tenía sobradas razones en casa para sentirse así, necesitaba ser tratada por un psiquiatra. Y habiendo tantos psiquiatras que se toman su trabajo en serio y actúan de forma muy responsable y cuidadosa con la prescripción de fármacos, la elección pudo haber sido otra. Y este era un caso claro en que una psicoterapia bien conducida debería haber sido más que suficiente y no habría tenido estos efectos adversos que resultaron fatales. Pero mis padres despreciaban la psicología y tenían en un pedestal al psiquiatra de renombre que había conseguido que mi padre dejara de beber. Esto se puede complicar cuanto uno quiera. Así, es un terrible despropósito permitir que una persona con ideas suicidas tenga acceso a la despensa de psicofármacos porque es servirle en bandeja que en cualquier instante de ofuscación tome la decisión fatal.

      Pero, insisto, darle vueltas a esto es un ejercicio que no solo es inútil, sino también doloroso. Sin fármacos a su alcance quizás habría elegido otra forma de quitarse la vida... o no. Si mi padre no la hubiera tratado mal, seguro que no habría sufrido tanto. Si mi madre la hubiera protegido como cualquier madre protege a sus hijos podría haberle evitado mucho sufrimiento. Si yo hubiera estado más pendiente de ella para reconocer su dolor y angustia y para arroparla podría haber conseguido que superara el bache. Si mis padres o yo hubiéramos sabido el daño que le hacían los psicofármacos se los habríamos evitado. Si no hubiera estado sola en ese momento de ofuscación no habría podido hacer su intento de quitarse la vida. Y así se pueden seguir añadiendo factores hasta no acabar nunca. Lo único que podemos tener claro es que no hay una explicación simple. Si hubiéramos cambiado un solo factor probablemente no se habría llegado a desencadenar el peor de los desenlaces posibles... o sí. Es algo que nunca vamos a saber y personalmente prefiero no atormentarme por ello

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    3. En el caso de mi hermana sí había habido otros intentos de suicidio, pero el día en que decidió quitarse la vida la veíamos estupendamente. Mis padres ese día se habían marchado a un crucero y ella había comprado un billete de autobús para pasar esos días a casa de mis tías, esa misma tarde había acudido a una sesión de psicoterapia con su psicóloga, que la había encontrado muy bien...

      Gracias por los ánimos. Siempre con la necesaria humildad puedo admitir que soy fuerte, pero ser fuerte no es importante, lo importante es aprender a ser feliz. Por eso quiero seguir creciendo como persona para dejar de entender la vida como una lucha en la que hay que ser fuerte porque ser fuerte y pasarse la vida luchando es agotador, nadie se merece eso. Quiero aprender a fluir con la vida y disfrutar de ella venga como venga. En fin, he crecido mucho en este tiempo y creo que estoy en el buen camino. Y, sobre todo, ya que he tenido que vivir experiencias tan traumáticas, intento que ese sufrimiento no sea de balde, que mi dolor me haya enseñado algo importante sobre la vida y sobre mí mismo y así poder seguir evolucionando como persona.

      Yo también me suelo repetir el mantra de que al final de todo se sale. Y estoy realmente convencido, aunque en mis horas más bajas, cuando la realidad se muestra más severa, a mí mismo me cueste creerlo. Pero saldremos de todo ello y, además, saldremos siendo personas mejores y más completas que éramos. Lo que hemos vivido es terrible, pero nuestra actitud es una bendición y todo un éxito, porque hay quien no es capaz de aprender siquiera de las experiencias más traumáticas. Nosotros hemos elegido aprender y ser mejores versiones de nosotros mismos.

      Un abrazo

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  23. No se como vine a dar a tu pagina... pero no pude evitar leerla completa, incluidos comentarios. No he tenido experiencias asi en mi entorno.. pero fui, en mi juventud, muchas veces tocada por la dulce idea de abandonarlo todo.. Nadie es culpable, cada adulto toma sus propias desiciones. Tu lo manejas, no solo con madurez y claridad, si no, siento que con mucho amor para los tuyos. Te felicito por eso, y te mando un abrazo

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  24. Qué historia! Un hermano trató de suicidarse ayer y hoy lo supe. He estado triste y pensando un montón como tanto odio puede llegar a ocasionar que alguien simplemente quiera acabar con todo de esa manera. Él sobrevivió, y ahora está en el psiquiátrico, en este momento estoy tranquila por eso. Pero si algo realmente malo llegara a suceder sé que me costaría mucho llegar a superarlo. Ya que si no fuera por él, mi infancia habría sido completamente solitaria, nos hemos acompañado siempre y para casi todo, y sé que siempre me va a quedar esa sensación de que no estuve allí... También lo intentó después de que le recetaron antidepresivos (no sé de cuales), y bueno, fue a raíz de una ruptura amorosa. Se tomó todos los antidepresivos junto con todas las pastillas que encontró en la casa, y la pasó muy mal en el hospital. Hoy en la mañana lo supe y sigo sin creerlo, por eso busqué este tipo de cosas en la web... Hoy me he sentido por momentos bien, pero a ratos me dan bajones de ánimo, y así estoy que voy y que vengo. Jamás pensé que las cosas llegarían a este punto, todavía en la tarde me dijo que aún quería morir... Cómo se puede perder así el sentido de vivir? Tanto daño hace el sufrimiento... Espero que logre superarlo, hoy le he deseado lo mejor y le he dicho que lo amo. Seguiré igual con mi vida y tendré confianza, tu historia me ha inspirado mucho, le haces un favor a muchos al compartirla; así como a ti mismo. Solo gracias!!

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